Tras 13 años de servicio, anteayer la Prefectura Naval Argentina despidió con honores a Mía, una perra detectora de estupefacientes a quien sus compañeros, los agentes de la dependencia de Formosa capital, consideran “parte esencial en la lucha contra el narcotráfico”.
La ceremonia se hizo frente al río y, según el cabo primero César Abel Gordillo, su guía, fue igual a la que se realiza cuando se retira cualquier prefecto. “Para nosotros, ella es una compañera de trabajo más. Prácticamente convivimos las 24 horas. Nos ha acompañado en inmensos operativos. En su despedida, a algunos de mis compañeros se les cayeron un par de lágrimas”, cuenta a LA NACION Gordillo, de 33 años, quien decidió adoptar a la “agente canina” retirada y llevarla a vivir con él en su nueva etapa de descanso.
“Sentí que lo más justo es que viviera sus últimos años rodeada de cariño. Y qué mejor que esté conmigo y mi novia, en mi casa. Está feliz”, agrega el prefecto. Mientras habla por celular, Mía descansa en su cucha, agotada tras haber salido al parque a jugar con la pelota, la misma que durante años su guía utilizó para premiarla cuando ella encontraba estupefacientes en vehículos, lanchas e incluso en los lugares más insólitos.
El cabo Gordillo y Mía trabajaron como dupla durante 13 años, desde que la perra era apenas una cachorra de cuatro meses. Compartieron tanto patrullajes fluviales y controles vehiculares, como también tareas de inteligencia y guardias en zonas fronterizas. “Tiene un olfato muy especial, más desarrollado que el de las demás perritas de la Prefectura. Yo confío 100% en su olfato: cuando ella empieza a rascar algo con sus manitos y me mira, es porque encontró droga. Nunca marcó en falso”, detalla el prefecto.
Trae al recuerdo un operativo en especial. “Habíamos secuestrado mercadería de un vehículo que no tenía el aval aduanero. Mía fue directo al equipo de música. Lo abrimos y estaba repleto de estupefacientes. Así como este caso hay miles: ella encontró droga en botes, lanchas, dentro de una moto. Siempre marcaba de la misma forma: rascando. Y como premio le daba su pelota de tenis, que es su debilidad desde que es cachorra”, apunta Gordillo.
Un entrenamiento especial
El cabo conoció a la perra, mezcla de bulldog y mestizo, cuando esta era recién nacida. A los cuatro meses, la llevó a la ciudad de Buenos Aires para que fuera entrenada, junto a su guía, en la División Perros de la Prefectura.
Pasaron ahí dos meses y medio. “El adiestramiento se hace a través del juego. A la mañana, los guías tenemos clase y, a la tarde, hacemos las prácticas con nuestros perros, casi siempre cachorros. Se ponen los precursores químicos de las drogas y se les enseña, a través del juego, a detectar y marcar el lugar donde se encuentra el precursor. Si lo hacen bien, se los premia. Dependiendo del método de entrenamiento, se los premia con juego –como es el caso de Mía– o con comida”, explica el cabo primero.
Al terminar su “formación especializada como agente canina”, como lo definen en la Prefectura, la perra y su guía volvieron a Formosa.
“Para mí, Mía no es solamente una compañera de servicio, es mi compañera de vida. Conoce mi voz, mis gestos, y yo conozco qué significan cada una de sus miradas”, destaca Gordillo. Es por eso que, al confirmarse su retiro, no dudó en adoptarla.
Actualmente Gordillo está en pleno proceso de relacionamiento con Mara, la perra que reemplazará a Mía en el servicio. En octubre la llevará a Buenos Aires para su formación. En la dependencia hay otras dos perras: Frida y Uma. “Son perras muy queridas, muy apreciadas por nosotros. Tienen una casita especial dentro de la dependencia de la Prefectura. Cada una tiene un canil amplio, con luz, ventilación y calefacción. Después comparten un comedor y un patio, donde pasan el rato con el guía que está de guardia”, describe.
“Yo ayer le decía a mis compañeros que no se preocupen, que la van a seguir viendo a Mía. En mis francos la voy a llevar conmigo a pasear por la costanera y a tomar mate, y vamos a pasar por la dependencia, así también ve a sus hermanas perrunas”, comenta el hombre a LA NACION desde su casa.
Desde la oficina de prensa de la Prefectura Naval Argentina compartieron una gacetilla sobre la ceremonia de retiro de Mía, donde detallaron que la perra fue despedida “entre abrazos y miradas cargadas de emoción”. Mencionaron su temple y la conexión única que forjó con su guía. “Sin decir una palabra, habló siempre con su entrega”, escribieron, y afirmaron a la vez que la agente canina “seguirá siendo parte de la gran familia prefecturiana”.