Cada generación tiene una banda que la lleva al pasado. No es que lo recicla para traerlo al presente (o llevarlo al futuro), como bien analiza Simon Reynolds en su muy acertado ensayo Retromanía, sino que se constituye como un anacronismo que remite a otros tiempos. Su objetivo es ser un puente que lleve a su público, contemporáneo a sus integrantes, directamente a sus fuentes.
En el rock nacional, Airbag ha estado cumpliendo ese rol a la perfección y los resultados están a la vista: tras 25 años de carrera, el grupo de los hermanos Sardelli llegó al Monumental.
Llamaron la atención desde el principio, cuando apareció su álbum debut, allá por 2004. Tras la crisis de 2001, los artistas extranjeros dejaron de venir y el rock nacional tuvo un resurgimiento. En ese contexto, en el que predominaba un sonido más barrial ligado a la cultura del aguante, Airbag se apoderó de un espacio que estaba vacío, el del glam, que no fue demasiado explotado en la Argentina. Con pocos antecedentes locales, Airbag fusionó el rock duro con las melodías pop y, empujados por la maquinaria de un sello multinacional, tuvieron un éxito instantáneo. Gastón Sardelli, el mayor de los tres, apenas tenía 21 años. Guido y Patricio eran adolescentes.
Poco queda de esa primera etapa de tres discos en su repertorio actual -anoche hicieron únicamente “Solo aquí”, de su primer trabajo, para cerrar-, fundamental para su posicionamiento temprano, ya que les permitió sortear con mayor facilidad los obstáculos que surgieron para los músicos tras la tragedia de Cromañón. El dato no es menor: Airbag es, después de La Beriso, la segunda banda de rock argentino del siglo XXI que logró la hazaña de llenar el escenario más grande del país, con el plus de haberlo hecho con dos funciones agotadas.
El trío, entonces, no alcanzó este hito como líder de una escena, sino que fue construyendo su propio camino prácticamente en soledad a lo largo de dos décadas. Durante ese recorrido, su poder de convocatoria fue aumentando progresivamente, incluso cuando su nivel de exposición mediática se redujo entre 2009 y 2011, cuando un conflicto con su exmánager los mantuvo fuera de circulación y los obligó a continuar haciendo música de forma independiente.
Ajenos a las modas, abrazando el rock clásico y perfeccionando su sonido, los Sardelli -que son hombres que hoy rondan los cuarenta- fueron atrayendo a un público cada vez más joven que encontró en ellos la puerta de acceso a la música de sus padres. Por eso no llama la atención que en el show más importante de su carrera hayan predominado las canciones más nuevas, principalmente de los discos Al parecer todo ha sido una trampa, de 2021 y Mentira la verdad, de 2016, además de haber presentado su más reciente trabajo, El club de la pelea, que tuvieron la osadía de interpretar en su totalidad.
Más allá de algún juego de pirotecnia y unas pelotas inflables, Airbag no necesitó más que la potencia de su sonido para salir airoso de su primer concierto en River. El virtuosismo de Patricio en la guitarra es su arma letal, que dota de electricidad a sus canciones de estribillos radiales. No tiene reparos en dejar sus influencias al descubierto. Se mueve y se viste como Axl Rose y toca su instrumento como Slash. En “Cae el sol”, incluso se animó a empuñar la guitarra de doble mástil que tocaban tanto el violero principal de Guns N’ Roses como Jimmy Page.
Sus solos son el combustible de la banda y aprovecha cada espacio disponible para desplegarlos, sin perder en ningún momento la esencia de los temas. Su momento de mayor exposición llega al inicio de los bises, donde atacó con toda su artillería, que incluyó un repaso por el manual de Jimi Hendrix, como tocar con los dientes y entonar el Himno Nacional, tal como hizo el autor de “Purple Haze” con el “Star-Spangled Banner” norteamericano en Woodstock. Como está de moda decir ahora, tras el furor de la serie El Eternauta, “lo viejo funciona”.
Tan bien funciona, que ayudó a la banda a alcanzar su madurez estética y a desprenderse de todos los prejuicios que generó su explosión temprana con canciones que abrazaban al pop. Sí, le siguen cantando al amor, pero con el tiempo sumaron temas más contestatarios, con crítica social, como las nuevas “Anarquía en Buenos Aires” y “El hombre puerco”.
La tipografía del grupo, rediseñada para sus presentaciones del año pasado en Vélez, remite a Metallica y tanto las portadas de los álbumes como el merchandising tienen la iconografía típica del heavy metal. En la previa del show hubo solo rock and roll, de Led Zeppelin a The Beatles, pasando por Kiss y Cream, aunque también apareció la versión de “Baby One More Time” de Ed Sheeran como para recordar cuál es la esencia de la música de la banda.
Los Airbag se mueven en el mismo universo de sus héroes y con eso les basta para salir airosos. En el pasado abrieron para Guns N’ Roses y Bon Jovi, por lo que saben bien que, si hay rock, tanta parafernalia resulta innecesaria. La prueba está en la respuesta del público, que festejó cada canción, en especial en “Colombiana” -a esta altura un clásico en el que muchas chicas se sacan la remera-, “Kalashnikov” y “Huracán”, que es prácticamente una relectura de “Thunderstruck”, de AC/DC, pasada por el filtro de los Sardelli.
La power ballad “Por mil noches” fue otro de los momentos altos de la velada. En otro inevitable guiño a Axl Rose, Patricio se sentó en el piano y arrancó con una improvisación que incluyó “Para Elisa” y “El sueño del pibe”, de Osvaldo Pugliese. El tango volvió a aparecer dos veces más en medio de tanto rock. “Adiós Nonino” fue enganchada al Himno Nacional cuando la banda se sumó al solo de guitarra y, tras cerrar el concierto, empezó a sonar la sección instrumental de “Por una cabeza”, de Carlos Gardel y el vocalista, aunque el show había terminado, entonó algunos versos. Fue su manera de recordar, frente a más de 70.000 personas, que su carrera musical empezó a los 4 años como cantor en el programa Grandes Valores del Tango.
Airbag es un ejemplo de resiliencia. Sobrevivieron al abrumador éxito de sus comienzos, cuando todavía eran adolescentes, y lograron abrirse paso siendo fieles a si mismos. Nunca perdieron su facilidad para hacer pop y tampoco se subieron a las nuevas tendencias. Ellos, con el tiempo, también lograron convertirse en una aplanadora rockera bien arraigada a sus raíces. Sí, lo viejo funciona, pero puede tener una inusitada frescura cuando se lo reelabora en el presente. Ahí está el mayor mérito de los Sardelli y el secreto de cómo siempre se mantuvieron vigentes para que, 25 años después, rubricaran su ingreso oficial a la historia del rock nacional con un show histórico.