La mascota del Al-Hilal FC es un tiburón azul y blanco cuyos dientes, más anchos que afilados, ocupan toda su boca. No deja de resultar curioso, teniendo en cuenta que Riad, la capital del reino de Arabia Saudí, se encuentra a unos 400 kilómetros del mar. Algunos adjudican la elección del fiero depredador de los océanos al hambre de títulos que caracteriza al que es, con cuatro conquistas, el máximo ganador histórico del equivalente asiático a la Copa Libertadores o la Champions League europea. Otros, menos románticos, le apuntan a la voracidad mercantil que, petrodólares mediante, la entidad viene esgrimiendo desde hace casi medio siglo.
El fútbol saudí demoró mucho tiempo en lograr que los neones del interés mundial se desviaran hacia el desierto arábigo. Prácticamente no lo hizo hasta hace un par de años, cuando tras la decisión de las autoridades nacionales de convertir al deporte en su principal arma de marketing para mejorar la imagen del país, un alud de dinero cayese para atraer a jugadores consagrados de las grandes ligas de Europa. Fueron los meses en los que Cristiano Ronaldo, Neymar Jr., Karhim Benzema o Sadio Mané encabezaron una migración impensable hacia un campeonato absolutamente desconocido para el gran público.
Tres entidades, las más populares del país, concentraron los fichajes principales con el respaldo del Fondo de Inversión Pública del Estado. Al-Ittihad, “el club del pueblo” con sede en Yeda, el favorito de las clases sociales menos favorecidas del país; y los dos gigantes de Riad: Al-Nassr, al cual CR7 todavía no ha podido brindarle un título y, por supuesto, Al-Hilal, –luna creciente en árabe-, el equipo que desde el día siguiente a su fundación en 1957 ha contado con la simpatía y los favores de la familia real.
Tanto es así, que la institución nació llamándose Olímpico, y un año más tarde, el monarca de esa época, Saud bin Saud, decidió cambiarle el nombre por su denominación actual. “En Hilal no podés empatar o no ganar porque piden que te vayas. La presión de la gente existe, te murmuran 75 mil personas, pero también hay otras cosas en juego”, explicó en su momento Emiliano Díaz, hijo y ayudante de Ramón, que entrenó al equipo en dos etapas diferentes y en ambas perdió la final de la Champions asiática contra el Urawa Red Diamonds, de Japón.
Hasta dónde esa cercanía con el poder explica que el club que debutará este miércoles en el Mundial de Clubes ante Real Madrid sea el mayor coleccionista de estrellas de campeón en cualquier competición que se dispute en su país es, como siempre en estos casos, materia discutible. Pero algunos hechos ocurridos a través de los años hacen sospechar que algo así pudo haber ocurrido.
Lo sucedido a partir de enero de 2023 ha sido, hasta ahora, el último episodio de una serie que se viene escribiendo desde hace medio siglo. Los estudiosos del fútbol saudí afirman que la primera piedra en el crecimiento progresivo que ha tenido en las últimas cinco décadas ocurrió en 1979, cuando Roberto Rivelino, el magnífico zurdo brasileño campeón del mundo en México 70, aceptó abandonar las playas cariocas (era ídolo en Fluminense) por los palacios, los coches de colección y los relojes oro y diamantes que le ofreció el príncipe Khaled al Saud, sobrino del por entonces rey Jálid bin Abdulaziz y, a la vez, presidente de Al-Hilal. Rivelino llegó con 33 años a Arabia, y en un par de temporadas les dio a los tiburones de Riad una liga (también un subcampeonato) y una copa nacional. Pero mucho más que eso, abrió el camino para todo lo que iría a ocurrir a continuación.
En la década posterior a la marcha del astro brasileño, Al-Hilal se quedó con tres torneos y dos copas locales, además de levantar el primer trofeo de la Copa de Campeones del continente, al vencer en la final de 1991 al Esteghlal iraní. Y al mismo tiempo puso en marcha una academia de formación de jóvenes talentos que fueron nutriendo al primer equipo, más allá de los extranjeros que pudieran llegar.
Gabriel Calderón, aquel puntero izquierdo que dio la vuelta olímpica en el Mundial Juvenil de Japón 1979 junto a Diego Maradona, descolló en Racing e Independiente y jugó los Mundiales de 1982 y 1990, asumió la dirección técnica de Al-Hilal en 2011 y apenas unos meses después comentaba con admiración: “Me gusta mucho la mentalidad competitiva que tienen los árabes. No les gusta trabajar ni entrenar, pero compitiendo son los mejores. En otros lugares habrá más talento, mejores cualidades, mejor alimentación, mejor entrenamiento y todo lo que quieras, pero compitiendo, los árabes son insuperables”.
Casi una década más tarde, en 2020 y en charla con LA NACION, abundaba en sus elogios: “En Arabia hay que tener más psicología y formación que en ninguna otra parte del mundo. Si vas a Europa o estás en la Argentina los jugadores ya son profesionales y son vivos, ya conocen las tácticas, pero a esta gente todavía les tenés que estar muy encima. Son muy buenos jugadores, tienen coraje, son valientes y progresan, pero todo es mucho más complicado. Quiero ver si el mejor entrenador del mundo va a Arabia y puede dirigir bien”.
Faltaban dos años para que la selección saudí, con siete jugadores de Al-Hilal entre los titulares (entre ellos,Saleh al-Shehri y Salem Al-Dawsari, los autores de los goles), asombrara al mundo con un 2-1 sobre Argentina en la apertura del Mundial de Qatar. Y solo unos meses más para que, en febrero de 2023, el mismo Al-Hilal le discutiera tanto a tanto al Real Madrid la final de la Copa Intercontinental, que al final se llevaron los españoles con un sufrido 5 a 3 (Luciano Vietto marcó dos de los tantos de los tiburones azules).
El partido fue el anticipo del gran terremoto que el poder económico saudí iba a provocar en el mercado futbolístico mundial. En agosto de aquel año, Al-Hilal anunció el fichaje de Neymar Jr., y a continuación, los de Renan Lodi y Malcom, otros dos brasileños; más los del portugués Ruben Neves, los serbios Alexander Mitrovic y Sergei Milnkovic-Savic, el arquero marroquí Yassine Bounou y el senegalés Kalidou Koulibaly, todos ellos integrantes de equipos europeos. El gasto total fue de 365 millones de euros, sin contar los 100 millones por temporada del contrato de Neymar.
Para la temporada 24/25 los gastos fueron más moderados, aunque no escasos. Llegaron cuatro futbolistas más: el portugués Joao Cancelo, los brasileños Marcos Leonardo (delantero del Benfica) y Kaio César, y el saudí Moteb Al-Harbi, por los que el club desembolsó otros 103 millones de euros.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, no hubo refuerzos para afrontar el Mundial de Clubes, más allá de la incorporación del italiano Simone Inzaghi como técnico. “Es la primera vez que afrontamos una ventana de fichajes como esta, nos ha costado orientarnos, hemos sido muy activos, pero al final no cerramos ningún acuerdo”, se lamentó en estos días Esteve Calzada, CEO de la institución. Cristiano Ronaldo, Bruno Fernandes, el goleador nigeriano Victor Osimhen, Theo Hernández, el esloveno Benjamin Sesko, y los jugadores del Inter Alessandro Bastoni, Nicolo Barella y Hakan Çalhanoglu fueron tentados por los petrodólares de Al-Hilal, sin éxito alguno.
“Muchos quieren irse de vacaciones, pero también sucede que algunos jugadores o agentes no entienden que nosotros operamos con un presupuesto que debemos cumplir, y a veces se exceden con los honorarios que solicitan, creen que podemos alcanzar cualquier cifra, pero no tenemos recursos ilimitados ni imprimimos dinero”, señaló Calzada en una entrevista concedida al diario español Marca. Es imposible dudar de la certeza de sus afirmaciones, pero al mundo del fútbol le cuesta creerle. En estas horas, los rumores apuntan a las posibles compras de Vinicius Jr. y Rodrygo, dos de las estrellas del Real Madrid, justamente el rival en el estreno en la cita norteamericana.
En el grupo que, salvo el indiscutible Rey de Copas europeo, reúne equipos de menor fuste, con lo que ya tiene Al-Hilal asoma como el candidato a tener en cuenta, incluso pese a la ausencia de nuevos nombres rutilantes. Y aunque no llegue a tiempo para el Mundial de Clubes, nadie duda que su poderío futbolístico seguirá creciendo. En definitiva, los tiburones nunca dejan de tener hambre.