Agustina Echegoyen alcanzó la cresta de la ola en Londres, la ciudad protagonista de un cuento perfecto. Allí, en una dimensión casi irreal, ella solía preparar el vestuario para celebridades internacionales, se codeaba con fotógrafos renombrados y trabajaba con diseñadores de lujo con los que un tiempo antes apenas sí se había atrevido a soñar.
Se había enamorado de Londres. El amor a primera vista había acontecido algunos años antes, durante un intercambio universitario en la Universidad de Westminster, seis meses que le cambiaron la vida, un viaje hacia adentro y hacia afuera, donde compartió travesías inolvidables con su mejor amiga, y aprendió sobre autonomía y multiculturalidad: “Me ayudó a abrir los ojos”, dice, mientras recuerda aquellos días.
Regresó a la Argentina segura de que iba a volver a Inglaterra. Necesitaba revelar más secretos y extrañaba descubrir lugares, personas, costumbres, callecitas, bandas, comidas, pueblitos y tanto más. Fue así que, tras culminar sus estudios, Londres la vio volver para expandir sus fantasías en el mundo de la moda de la mano de cursos y un postgrado en la Universidad de Condé Nast. En su regreso y casi de inmediato, halló empleo en la embajada argentina en el área de prensa. Tenía 23 años y no imaginaba que se trataba solo del comienzo. Agustina aún no había alcanzado la cresta de la ola, una cima que llegaría brillante, pero que, tras un evento doloroso, la empujó a replantearse su identidad.
Hacia la cresta de la ola: “Necesitaba que me pellizquen todo el tiempo”
Agustina estaba en su paraíso. Al finalizar sus estudios de postgrado, nuevas puertas comenzaron a abrirse. La misma institución ofrecía oportunidades laborales de ensueño y la joven argentina no dudó en dejar su puesto en la embajada para empezar diversas pasantías en empresas como Tom Ford, Ralph Lauren y Nicholas Kirkwood. La ola crecía firme y con la promesa de una adrenalina que no defraudó.
Empezó de abajo, sirviendo café, doblando ropa, para más tarde encargarse de mandarla a celebridades. Luego comenzó a asistir a todos los eventos y conocer a los mejores fotógrafos de moda. Finalmente, llegó el momento de relacionarse con los actores, a quienes tuvo el privilegio de armarles su vestuario para un festival de cine.
“Poder trabajar para esos diseñadores, en esas oficinas, era increíble. Todo era muy profesional, aprendí muchísimo”, revela Agustina. “Todo era irreal y yo lo vivía como un sueño, necesitaba que me pellizquen todo el tiempo, lo dejaba todo en mi trabajo y estaba disponible para lo que sea todo el tiempo, eso fue lo que más me ayudó, si no lo sabía, estaba segura de que podía aprenderlo, y si me equivocaba, la próxima iba a salir”, continúa.
“El idioma nunca fue un obstáculo, pero sabía que no era lo mismo estar yo ahí que una inglesa, así que me esforzaba el doble. todos me trataban súper pero había reglas que a veces me costaba incorporar, como en Tom Ford, donde todo era muy a la perfección, todo impecable, yendo en stilettos, toda de negro y bien maquillada cada dia a la oficina”.
Enamorada del trabajo y de Londres: “Aprendí es a no bajar los brazos hasta lograr mi objetivo”
Tras finalizar las pasantías, Agustina ingresó a trabajar en Needle and Thread, una marca de vestidos, y en Sister Jane, en el centro de Notting Hill frente a las puertas de colores, justo cuando comienza el mercado: “¡Eso sí que era épico”.
Cada mañana se despertaba con ganas y lista para recibir lo que el día le traería. Agustina amaba caminar y caminar todo el día, salir a la noche con sus nuevas amigas a tomar `pimms´, el trago típico, en especial en los veranos londinenses. En su andar siempre se sentía segura, no le molestaba la lluvia ni el frío, ni la niebla, pero cuando el sol asomaba y el calor la abrazaba, aprovechaba para disfrutar de un picnic en algún parque y quedarse allí el día entero: “Mis preferidos Hampstead Heath, Primrose Hill y Hyde Park, obvio. Lo digo y me dan unas ganas de ir tremendas”, dice con una sonrisa.
“Me enfrentaba todos los días a desafíos nuevos que me hicieron crecer muchísimo. Si hay algo que aprendí es a no bajar los brazos hasta lograr mi objetivo, hasta conseguir una meta, ya sea una reunión o lo que me pedían en ese momento y lo apliqué más adelante para mi camino profesional. Agradezco todos los días haberme animado a esto”.
Cuando llega la rompiente: “Fue lo más fuerte y duro que me pasó en la vida”
La cresta de la ola había llegado y la vida se veía linda desde arriba. Gracias a su esfuerzo, empuje y perseverancia, Agustina vivía lo que alguna vez fue una fantasía. Y lo disfrutaba. Sin embargo, una alarma comenzó a sonar por lo bajo hasta transformarse en un timbre ensordecedor. No había manera de ignorar lo que se avecinaba y la joven argentina supo que debía atender el llamado. En su ola faltaba parte de su esencia y ahora esa esencia la llamaba. Y ese fragmento de su identidad estaba en Argentina y, sin dudas, en su madre, que yacía al otro lado del océano, mal, con un cáncer terminal. Agustina necesitaba estar con ella. Necesitaba volver a su tierra y a su familia.
La joven pisó Argentina dispuesta a acompañar con mucho amor, mientras continuaba atendiendo su trabajo a la distancia. Tras días duros, de muchos padecimientos para su madre, llegó el momento de despedirla: “Mamá falleció y fue lo más fuerte y duro que me pasó en la vida”, cuenta con emoción.
El tiempo cronológico ordinario seguía, pero Agustina ya no era aquella mujer que había estado en la cresta de la ola. Regresó a Londres, pero no para quedarse, ya no podía vivir esa vida. Allí cerró todos sus asuntos, convencida de que ese estilo de vida no era más su prioridad. Luego compró un vuelo hacia Bali, era su cumpleaños y le pidió a sus amigos y familiares que la ayudaran a pagar un profesorado de yoga muy recomendado y que se realizaba en un lugar especial.
“Al mes llegué a The Yoga Barn en Ubud, lista para dejar todos mis hábitos y adicciones: dejé de fumar, tomar alcohol, comer azúcar y harinas en un mes, también dejé las carnes, que ya comía muy poco”, continúa Agustina.
“Ese profesorado, ese estilo de vida, estos aprendizajes me cambiaron todo, fueron muy desafiantes y gracias a ese mes de lecciones de vida soy la persona que soy hoy y pude sobrellevar la partida de mamá sin caer en la depresión”.
Traer aprendizajes de Bali y regresar a la Argentina: “Estoy segura de que si emprendés desde un lugar auténtico no va a haber error”
Después de su experiencia en Bali, Agustina decidió que era tiempo de regresar a su país, Argentina, definitivamente. Si bien la joven siempre se sintió atraída por las crestas de las olas, había hallado un nuevo sentido en la serenidad. Los flashes, el maquillaje y la última moda habían quedado en su otra vida – una vida que hasta hoy recuerda con alegría y gratitud. Pero en su renacer comprendió que quería dedicarse al yoga, soltar cualquier actitud egoísta y no quedarse con todo lo aprendido solo para ella.
“Empecé dando clases a niños en el jardín de infantes del colegio de mi familia en Mar del Plata, dudé en quedarme a vivir ahí pero me decidí por quedarme en Buenos Aires, donde estaban todas mis amigas y donde había vivido antes de irme a Londres, sentía que iba a haber más oportunidades a nivel laboral con lo mío. Todo fue muy desafiante, corría por todo Buenos Aires dando clases de yoga en gimnasios, lugares de crossfit y hasta de spinning”.
Pero como el renacer de Agustina se hallaba ahora en el lado de la serenidad, en paralelo comenzó a organizar retiros, no solo en las cercanías, sino cruzando fronteras, recorriendo el mundo, formando círculos de mujeres en sus países preferidos. Luego llegó la pandemia, donde profundizó sus enseñanzas y expandió su universo.
“Desde un principio tuve la oportunidad de hacer activaciones con empresas y colaboraciones, tanto de manera interna como para clientes y también en redes sociales”, agrega Agustina, quien aparte de especializarse continuamente en yoga, también estudió Coaching Ontológico en Chile y a la distancia, Health Coaching.
“Eso me ayudó mucho y me dio confianza para seguir en este camino. Emprender para mí fue muy intuitivo siempre, desde un lugar de hacer lo que me apasiona y lo que siento, con un sentido único que es poder crear espacios para que las mujeres puedan sentirse mejor con ellas mismas y sanar en comunidad, trayendo mi experiencia en comunicación y marketing para expandir lo espiritual, el yoga y el bienestar a todas las mujeres que sientan necesario. Estoy segura de que si emprendés desde un lugar auténtico, que refleja tus valores y siendo vos misma, no va a haber error, es por ahí y eso hace que las puertas se abran, las oportunidades aparezcan y cuanto más te abrís a recibir y agradecer, más abundancia aparece, así como personas con las cuales compartir este camino”.
Otra cresta de la ola, otro amor: “Aprendí adaptarme a lo que guía mi corazón”
En el fondo, Agustina nunca dejó la cresta de la ola, de hecho, cada vez que puede se sube a una tabla de surf, bracea varios metros con su mirada fija en el mar infinito y busca esa ola que le permita ponerse de pie y apreciar la vida desde otra perspectiva, acompañada de una adrenalina exquisita. El agua y las olas, siente ella, le suman años de vida. Allí la cima equivale a ser con la naturaleza y los ciclos de la vida: todo lo que sube, baja, pero está bien que así sea. Nuevas olas llegan y, en la espera, se disfruta la serenidad del mar.
Londres, mientras tanto, sigue siendo un gran amor, pero ahora, luego de esos otros tiempos dedicados a brillar en su carrera en el viejo mundo, atravesar una pérdida difícil de asimilar y emprender un camino de autodescubrimiento, se atrevió a entregar su corazón a otro tipo de amor: amor hacia su tierra, su marido, su hijo, y aquel que está en camino.
“Haber tenido mi experiencia en el exterior me abrió las puertas al mundo, a aprendizajes únicos pero más que nada a conocerme a mí, a haber transitado todo tipo de emociones y lugares lo cual voy agradecer siempre. A confiar más en mí y en que puedo con lo que me proponga, a cruzar océanos y barreras y llegar a personas que jamás pensé que iba a contactar, desde un lugar de humildad y ganas de sumar e inspirar. Y, mirando lo de mi mamá: aprender que la vida es una y está para soñar y hacer lo que más nos vibra”.
“Hoy tengo un marido que amo, que llegó después de muchos años de estar soltera, preguntándome si algún día iba a aparecer, un hijo de un año y medio que es la luz de mis ojos, y estoy embarazada de cuatro meses. También tengo a mi papá y hermana, que siento más cerca que nunca y me siguen apoyando en mi día a día, también a mi mamá que me acompaña desde el cielo y me sigue guiando como siempre”.
“Obviamente mi vida laboral cambió pero sé que al apasionarme tanto en lo que hago, no lo voy a dejar a un lado nunca. Pero aprendí a adaptarme a mi familia, a lo que guía mi corazón y a lo que más sentido me da hoy. Quisiera compartir una frase que escuché en mi primer profesorado: `Puede que la gente no recuerde exactamente qué hiciste, o qué dijiste, pero siempre van a recordar cómo los hiciste sentir´ – Maya Angelou”, concluye.
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