El Sevilla de Matías Almeyda se regaló una de esas tardes que necesitaba y que disfruta. De esas que ordenan, calman ansiedades y urgencias y devuelven una dosis de confianza. Obligado a cortar una racha incómoda y jaqueado por un contexto adverso (venía de sacar 1 punto de los últimos 9), el equipo andaluz respondió con carácter, fútbol y contundencia: goleó 4-0 al Real Oviedo en el Ramón Sánchez-Pizjuán y redondeó una de sus mejores actuaciones de la temporada.
No era un partido más. El Sevilla llegaba con tres encuentros sin ganar en LaLiga, con la herida todavía fresca del derbi perdido ante Betis y, sobre todo, con una lista de ausencias que parecía conspirar contra cualquier intento de reacción.

Diez jugadores no disponibles entre lesionados y sancionados, un rompecabezas para Almeyda, que debió apelar a variantes, juveniles y soluciones de emergencia. Lejos de acusar el golpe, su equipo mostró una versión sólida, agresiva y convincente.
El golpe de efecto llegó rápido. Apenas iban 4 minutos cuando el nigeriano Akor Adams abrió el marcador. Fue el inicio de un primer tiempo en el que Sevilla dominó con claridad, manejó la pelota con criterio y atacó con decisión ante un Oviedo frágil, desordenado y sin respuestas. Adams no sólo marcó el primero: fue el eje ofensivo, asistió en el segundo y terminó siendo la figura indiscutida.
Djibril Sow amplió la ventaja en el primer tiempo y llevó tranquilidad al descanso. El 2-0 reflejaba lo que pasaba en la cancha: un Sevilla serio, compacto en defensa, claro en el manejo del balón y efectivo en ataque. Enfrente, un Oviedo perdido, que tuvo a Salomón Rondón como referencia ofensiva pero nunca logró hacer pie ni inquietar de verdad.
El resumen del partido
La segunda parte fue una extensión del dominio local. Batista Mendy, a los 51 minutos, estiró la diferencia y terminó de quebrar cualquier ilusión visitante. Ya sobre el cierre, Chidera Ejuke decoró el resultado con el cuarto gol y cerró una noche redonda para los conducidos por el Pelado, que volvieron a reconciliarse con su gente y a respirar en la tabla.
El triunfo tuvo un valor que excedió el marcador. Sevilla sumó su tercer triunfo como local en la temporada, llegó a los 20 puntos, escaló hasta la novena posición y dejó atrás los fantasmas del descenso. Quedó a cuatro unidades de Betis, hoy en puestos europeos, y se alejó a cinco de la zona roja, un alivio necesario en un torneo que venía cargado de incertidumbre.
Almeyda, fiel a su estilo, eligió el análisis por sobre la euforia. “Pudimos cerrar este 2025 con un gran triunfo. Con una hinchada que apoya al equipo, aceptando diferentes circunstancias. Veo muchas cosas buenas: jugamos con muchos chicos de la cantera, el compromiso de los más grandes, no encerrarnos en un solo sistema. Después de perder el clásico, de muchas derrotas, de que nos empaten en el último minuto en el partido anterior, creo que hay mucha entrega y fortaleza mental, mucha tranquilidad, y sabemos que esto será así”.
Más tarde, el entrenador agregó: “Creo que se volvieron a repetir cosas buenas, parecidas a las del partido pasado. Mejoramos en la fase ofensiva, tuvimos claridad en la tenencia y estuvimos seguros en defensa. Con tantos cambios y muchos jóvenes, había que ganar. Y ganamos”, resumió el Pelado en conferencia de prensa, con la satisfacción lógica de quien sabía que el margen de error era mínimo.
Del otro lado, la goleada tuvo consecuencias inmediatas. El 4-0 fue el golpe final para Luis Carrión, que dejó de ser el entrenador del Real Oviedo horas después del partido. El club asturiano anunció su destitución en un comunicado escueto, confirmando el final de una etapa que nunca terminó de despegar.
Los números explican la decisión: Oviedo ocupa la penúltima posición de LaLiga, suma apenas 10 puntos en 16 jornadas y atraviesa una crisis profunda de juego y resultados. Carrión se va tras ocho partidos sin ganar, con cuatro empates, cuatro derrotas y apenas tres goles convertidos, todos en un mismo encuentro ante Girona. A eso se suma una eliminación temprana y dolorosa en la Copa del Rey frente a Ourense.
El contraste fue total. Mientras en un banco se respiraba alivio y esperanza, en el otro se consumaba una salida anunciada. Sevilla, con Almeyda al frente, encontró una noche que puede marcar un punto de inflexión. No resuelve todos los problemas, pero sí ofrece señales claras: hay reacción, hay respuestas y hay un equipo dispuesto a competir aun cuando el contexto se vuelve cuesta arriba.
