Al menos para quien llega desde otra parte del mundo, Doha es una ciudad extraña. Allí todo es suntuoso, enorme, nuevo; cada construcción parece haber sido hecha apenas unos minutos antes de la llegada del eventual visitante. El pasado, no obstante, se puede intuir: en la historia ligada al desierto y a los prodigios, más próximos, del gas y del petróleo. Y en los niqab que, como sombras, asoman cada tanto, recordando que bajo esa toda esa tela oscura hay cuerpos y voces de mujer. El resto es una singular apropiación del capitalismo occidental, todo brillo y novedad. En Souq Waqif, antiguo zoco restaurado en 2006, también vibra la particular alquimia qatarí entre pasado y presente. Así lo muestra esta foto del taller de unos artistas del zoco: eclecticismo, Occidente y Oriente y, en un rincón, cómo no, el retrato de Messi.
Alquimia qatarí
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