A meses apenas de cumplir los 40 años, Amanda Seyfried ya tiene en su haber una larga trayectoria. Desde su primera y fulgurante aparición como parte del pérfido cortejo de Regina George (Rachel McAdams) en Chicas pesadas (2004), hasta sus recientes triunfos en el cine con Mank (2020) de Christopher Nolan, que le valió una nominación al Oscar como Mejor actriz de reparto, y la incursión en el streaming con The Dropout, que la posicionó en la cima de la carrera por el Emmy hace apenas dos años, la actriz fue ganando en experiencia y validación.
“Cuando era joven creía que iba a ser despedida luego de cada ensayo, pero ahora ya no tengo esas sensaciones”, confesaba en una entrevista de marzo de este año con The Hollywood Reporter. “El reconocimiento te ayuda, te valida, no puedo negarlo. Pero también la experiencia te hace comprender que la vida es demasiado corta para vivir preocupada. Me he ganado los zapatos que llevo puestos y esa confianza me la han dado los 20 años de experiencia. Se necesita tiempo para sentirse así, especialmente para las mujeres en una industria como la de Hollywood”.
Las experiencias de Seyfried fueron muchas a lo largo de su carrera, y en la nueva serie estrenada en la plataforma Max, basada en el best-seller de Liz Moore y ambientada en la ciudad de Filadelfia, interpreta a una policía de barrio, una madre soltera que debe seguir la pista de un asesino serial que amenaza la vida de las trabajadoras sexuales del barrio de Kensington.
Desde el comienzo fue todo un desafío para una actriz que había recorrido los géneros de la comedia y el musical, desde Mamma Mía: La película (2008) y Los miserables (2012), hasta los romances epistolares de Querido John (2010) y Cartas a Julieta (2010); una joven intérprete que había dado vida a la enigmática Marion Davies en Mank, aquel amor secreto del controvertido William Randolph Hearst, y también a Linda Lovelace, la famosa actriz porno de Garganta profunda.
Fue Nikki Toscano (guionista de Hunters, The Offer y la reciente Gigoló Americano), co-creadora de la miniserie junto a la novelista Moore, la que la convenció de ser la estrella y además la productora ejecutiva de un proyecto que aspiraba a sacarla de la comodidad de su granja en las montañas de Catskill, donde vive con su marido, sus hijos y sus animales, y ponerla de nuevo ante las cámaras. “No quería aburrirme, un nuevo proyecto tenía que ofrecerme algo por lo que valiera la pena pasar tiempo alejada de mis hijos y mi esposo [el actor Thomas Sadoski], y la historia de Long Bright River era también sobre las relaciones familiares, la crisis de los opioides, la corrupción policial y aquello que le pasa a los demás. ¿Para qué hacer televisión si no podemos aprender de lo que le pasa a los demás?”, explica la actriz sobre aquello que fue clave en la decisión de volver al streaming en un personaje tan atípico para su carrera.
Desde su estreno en los Estados Unidos, hace apenas dos meses, las comparaciones con Mare of Easttown (2021), el éxito de HBO con Kate Winslet, no se hicieron esperar. Es cierto, hay algo comparable en el clima social de Pennsylvania que aparece en ambas ficciones, en el retrato de la marginalidad y las consecuencias de las adicciones (de hecho Kensington es conocido como el “barrio zombie”), y en la textura de las imágenes y en el perfil de la protagonista que imaginaron tanto Brad Ingelsby como ahora el dúo integrado por Nikki Toscano y Liz Moore. Sin embargo, las creadoras de Long Bright River decidieron poner el acento en el complejo vínculo entre Mickey (Seyfried) y su hermana Kasey (Ashleigh Cummings), una mujer adicta que desaparece misteriosamente y podría convertirse en la próxima víctima del asesino que persigue la policía.
“Lo que hizo única la novela de Liz -reflexiona Toscano en la charla con THR– fue esta historia de amor fraternal entre Mickey y Kasey, yuxtapuesta al misterio de los asesinatos. Para resolver los crímenes y la desaparición de su hermana, el personaje [de Amanda] debe reflexionar sobre el pasado de la comunidad, los vínculos en el seno de su familia y su papel en el distanciamiento con su hermana”.
La historia tuvo su germen en una visita realizada por la escritora Liz Moore al barrio de Kensington, de donde proviene la familia de su marido. El desarrollo de la historia le llevó más de 15 años y se publicó en 2020, llegando a la lista de elegidos por el expresidente Barak Obama. “Conocí a mucha gente de forma muy íntima, primero escribiendo no ficción sobre el barrio y luego trabajando como voluntaria en una organización llamada St. Francis Inn, donde impartía talleres de escritura gratuitos en la comunidad”, explica Moore en una reciente entrevista con Variety. “Todas esas experiencias, combinadas con el largo historial de adicciones de mi familia, dieron origen a la novela”. La serie estuvo en desarrollo más de cinco años y el hallazgo de Seyfried terminó de dar cuerpo real al personaje.
Creando mundos, inventando criaturas
“Creo que la verdadera confianza en la creación de ciertos personajes la adquirí recientemente, a partir de The Dropout”, explica Seyfried en relación con la interpretación que le valió el triunfo como Mejor actriz de miniserie tanto en los Globos de Oro como en los Emmys del 2023.
La creación de esa Elizabeth Holmes que aparece en The Dropout fue fruto de la distancia justa, sin internarse en el interior de la estafadora, de aquella artífice de la empresa emergente Theranos, una falsa promesa de análisis clínicos con solo una gota de sangre que culminó en una estafa multimillonaria a todos los inversores, un escándalo mediático y una severa condena. Conocerla, quizás, hubiera sido generar empatía.
“¿Cómo se puede pasar tiempo con alguien con ese tipo de personalidad, ese tipo de energía, y luego querer interpretar una mirada cuestionadora?“, reflexiona la actriz. De hecho, en una entrevista realizada antes de ir a la cárcel, Holmes señalaba que la interpretación de Seyfried en The Dropout recreaba el personaje que ella misma había elaborado, y no la verdadera mujer Liz -como se refería a sí misma-, probablemente inaccesible para la mirada pública. El trabajo de Seyfried tensa los límites de la imitación y ofrece un claro juego de autoconciencia: vemos a alguien interpretando una versión irreal de sí misma, en la que cree hasta confundirla con la realidad, y termina siendo clave para su caída.
Esa lógica ya había aparecido como eje del trabajo de Seyfried en el abordaje de otros personajes reales, con la misma convicción y saliéndose de algunos lugares comunes. El más reconocible fue el personaje de Marion Davies en Mank, que le valió su promisoria llegada a la carrera por el premio de la Academia como Mejor actriz de reparto (que finalmente perdió a manos de la actriz coreana Youn Yuh-jung por Minari). El otro hito en esta estrategia de interpretar personajes reales más allá de la imitación fue el de Lovelace: Garganta profunda (2013), donde exploró el contexto de la industria pornográfica de los 70 desde la mirada de una de sus estrellas, controlada por los designios de un marido despótico y prisionera de los resortes de un negocio basado en la explotación de las mujeres.
“Lo que siempre me interesó en la actuación fue interpretar personajes que se alejaran del escrutinio del espectador, que no implicaran una transparencia sobre el mundo con la que el público se sintiera cómodo. Por eso The Dropout fue especial, era la protagonista y era un personaje extraño. No era como podía imaginarme la audiencia”, reflexionó.
Esta cercanía con la audiencia sí se dio en los inicios de su carrera, allá por los tempranos 2000 cuando despegaba en Chicas pesadas y se convertía en una heroína de comedias musicales, de historias juveniles, de fantasías de colegiala. “El éxito de Chicas pesadas me dejó atónita. Yo tenía sólo 17 años y, 20 años después, nenes de 11 años todavía se me acercaban en la calle para preguntarme sobre mi personaje”, recuerda divertida.
Luego de algunos thrillers, como Juegos prohibidos (2006), de Nick Cassavetes, con Justin Timberlake y Bruce Willis, la explosiva Diabólica tentación (2009), de Karyn Kusama, con Megan Fox, y la remake de la francesa Nathalie X, bautizada Chloe (2009), dirigida por Atom Egoyan y con Seyfried interpretando al personaje que encarnó Emmanuelle Béart, llegó la secuela del inesperado éxito de la primera Mamma Mía!, Mamma Mía! Vamos otra vez (2018) expandió el fenómeno, le sacó el jugo al cancionero de ABBA y a las últimas piruetas acuáticas de Meryl Streep.
“Todavía la Universal tiene en carpeta el proyecto de hacer una tercera parte de Mamma Mía!, lo que quizás lo demora es descubrir cómo resucitar a Meryl después de su muerte en la segunda parte. Quizás ella debería ayudar al estudio a escribir el guion”, desliza Seyfried entre risas.
Salir de la ciudad
Luego de varios años como aquella heroína inocente y soñadora, Amanda Seyfried apuntó a una salida de las coordenadas estrictas del negocio de Hollywood y decidió emprender una búsqueda personal. Abandonó su departamento en el corazón de Manhattan, dejando atrás el asedio de los paparazzis, las exigencias de calendarios y estrictos ritmos de rodaje, para irse a vivir al campo, a una granja con perros y otros animales en el norte del estado de Nueva York.
Las montañas de Catskill se convirtieron en un pequeño paraíso, desde donde disfruta con su marido y sus hijos la vida al aire libre, el tejido al crochet y el silencio de estar fuera del bullicio de la ciudad. Lejos quedó también la ciudad de Allentown donde nació y se crió, en la misma Filadelfia que ahora habita en la ficción de Long Bright River, y también la ciudad emblema del cine, Los Ángeles, y sus brillos eternos. Situada a unas pocas horas de Manhattan, esa hermosa casa de piedra de los años 20, con un granero enclavado entre un grupo de abetos y piceas, se convirtió en el espacio para esperar la llegada de un nuevo proyecto que valiera la pena.
Y desde entonces, ya a fines del 2017, aparecieron películas que lograron sacarla de su retiro, historias que exigían la salida, el riesgo, el entusiasmo, un trabajo más allá de la repetición de un arquetipo. Así fueron sus apariciones en El reverendo (2017), de Paul Schrader, la tercera temporada de Twin Peaks (2017), bajo las extravagantes directivas de David Lynch, el proyecto de Nolan con Mank, y la llegada al streaming con The Dropout y ahora con Long Bright River.
“Recientemente me acercaron un proyecto que tenía un presupuesto enorme y era evidente que suponía una buena paga. Pero no me entusiasmaba, y entonces me dije: ‘¿voy a interpretar el mismo papel que interpreté en esto, y esto, y esto, y esto?’. No puedo volver a hacer lo que solía hacer cuando tenía 20 o 30 años. Ser una joven enamorada o algo parecido. No me interesa estar lejos de mi familia por eso. Ya no corro más esa carrera. No me queda cartílago en las rodillas para ese recorrido”, concluye.
Los próximos proyectos en el futuro de la actriz suponen regresar a la canción en el musical Ann Lee, dirigido por la noruega Mona Fastvold, con guion de ella y Brady Corbet, basada en la historia de la líder carismática de Shakers, una secta religiosa del siglo XVII. La película acaba de completar su rodaje en Budapest y ya está en posproducción. Seyfried se trasladó con su familia -incluido un perro de casi 15 años- a tierras húngaras para ponerse en manos de la exigente dupla detrás de El brutalista. También acaba de firmar contrato para sumarse a La asistenta, la nueva comedia de Paul Feig (Spy, Damas en guerra, la reciente saga de Un pequeño favor) junto a Sydney Sweeney, pronta a filmarse en Nueva Jersey para un estreno proyectado para fines de este año o comienzos del 2026.
Y, por último, en estos días se anunció el inicio de la producción de The Life and Deaths of Wilson Shedd, un thriller carcelario bajo la dirección de Tim Blake Nelson, ambientado en una cárcel de máxima seguridad en el estado de Georgia. El presente que ofrece el reciente estreno de Long Bright River le permite reencontrarse con su pasado en Filadelfia, la aventura de incursionar en la investigación policial y la intimidad de la historia de dos hermanas que se reúnen en las peores circunstancias. “Sentí que era el mejor momento para interpretar a alguien que realmente hace su trabajo con dignidad y respeto por los civiles. Y es importante porque no es realmente una serie sobre la policía. Sí, hay crímenes, y mi personaje viste un uniforme de policía, pero en realidad es una historia sobre la familia, sus complejas relaciones y la experiencia enriquecedora de superar el trauma”.