El autor de República luminosa (Premio Herralde) o El último día de la vida anterior, Andrés Barba, regresa a la actualidad literaria con Auge y caída del conejo Bam (Anagrama), una inesperada fábula protagonizada por los miembros de una madriguera que reproducirán algunos de los aciertos y fallos de la historia cíclica de nuestra civilización, del descubrimiento de nuestra identidad a la guerra y la destrucción.
“Ha sido como un ejercicio de liberación más que de libertad. Liberarte del mundo de los humanos por un momento es maravilloso”, confiesa el escritor cuando se le pregunta por el sentido profundo de su nueva novela.
Para él, la escritura de esta novela ha sido más que un proyecto literario; ha implicado “no hacer literatura política ideologizada. No tratar de corregir la realidad para dar una versión mejorada o más moral, sino sencillamente tratar de pensar con honestidad lo que está ocurriendo”. Y a pesar de todo matiz, es el propio Barba quien reconoce, casi sin dudar: “Es una novela absolutamente política. Es la novela más política que he escrito en mi vida, sin duda”.
En esa exploración, Barba navega, sin evitar zonas incómodas, por preguntas urgentes: nuestra desconfianza en las instituciones, la obsesión con conceptos como la libertad y la seguridad, la fragilidad de las comunidades, el papel del líder como una categoría vacía sobre la que proyectamos delirios, miedos…”
¿De dónde surge Auge y caída del conejo Bam? “De nuestra desconfianza de las instituciones, de nuestra credibilidad maltrecha en la democracia, de nuestra obsesión con categorías vacías manipulables como la seguridad, de la cancelación, de la fragilidad de nuestras comunidades, de nuestra necesidad de un líder”.
Referentes literarios: de Orwell a Kafka
El escritor remite a una tradición literaria que emplea la fábula animal para abordar, desde la distancia, los dilemas de su tiempo. Al reflexionar sobre las conexiones de su novela con autores como George Orwell y Franz Kafka, Barba reconoce paralelismos, pero también marca diferencias esenciales. “El germen de ‘Rebelión en la granja’ es parecido a este. Como una especie de desánimo con respecto a un mundo político que le rodeaba, que en ese momento le resultaba muy desalentador, muy desesperanzador y muy incomprensible”, señala Barba, refiriéndose a la motivación fundacional de Orwell.
Sin embargo, para Barba, su enfoque se deslinda de la alegoría política directa y cercana al presente inmediato. Mientras Orwell convertía su realidad contemporánea en una fábula política, provocando esa “lectura policial”, donde el lector buscaba identificar a cada personaje con figuras históricas (“¡ah, entonces este es Stalin!…”), Barba prefiere compararse con los relatos animalescos de Kafka. “Kafka utiliza los animales para bucear o de analizar sobre las energías de su tiempo, aunque todavía no estuvieran canalizadas”.
En Auge y caída del conejo Bam, la estructura también responde a una concepción ambiciosa del ciclo histórico, donde Barba busca narrar un proceso completo: “La Gran Madriguera se cuenta como un ciclo histórico hegeliano completo, desde el nacimiento de la conciencia, la creación de las instituciones, la creación de los rituales que perpetúan esas instituciones, el líder que cumple y lleva a todos a un paraíso, cómo se rompe el paraíso, la obsesión con la seguridad, la obsesión con la libertad, la justificación de la guerra… y que acaba precisamente en la enfermedad colectiva, en la pandemia… Decadencia completa y reinicio del ciclo”.
Todo esto acontece a “ritmo hiperacelerado, a ritmo conejil, digámoslo así… que en buena medida se parece bastante al ritmo que lleva nuestra historia de siglo recién estrenado”.
La construcción del líder
En la madriguera literaria de Andrés Barba, los conejos funcionan como espejos de inquietudes humanas profundas, especialmente en torno a la figura del líder y la construcción del conflicto. Barba enfatiza que su novela “es, básicamente, una novela sobre la construcción de un líder político. Cómo se constituye un líder, qué necesita, qué esperamos del líder, cómo el carácter del líder es un carácter inventado también por las personas que lo encumbran, es una ficción”.
El punto de inflexión en la sociedad animal que Barba edifica ocurre justamente cuando el líder cumple con todas las promesas y lleva a los conejos a un aparente paraíso.
Sin embargo, subraya el escritor, “los conejos no son capaces de soportar el estatismo de la felicidad, no son capaces de gestionar su felicidad, lo que les lleva a la guerra… su felicidad les inquieta más que su propia infelicidad”. Es así como, casi inevitablemente, surge un conflicto externo: “Se inventan una guerra contra los topos, que por otra parte no les estaban molestando en absoluto”.
El autor sabe que sus páginas retratan mucho más que una fábula sobre conejos y topos; “describe el conflicto de Gaza, pero también tantos otros”, y nos enfrenta a la universalidad de ciertos mecanismos de proyección y agresión.
Señala la paradoja actual, donde, pese a ser más sibaritas y estar siempre en busca del placer, la verdadera felicidad se revela cada vez más inalcanzable: “Nos hemos vuelto sibaritas del hedonismo, pero el verdadero placer o la verdadera felicidad procedente de esas cosas se nos escapa cada vez más”.
El miedo como nueva ficción social
En la conversación con Andrés Barba, surge de manera inevitable el tema de la tecnología y la aparición de la inteligencia artificial como escenario de futuras angustias colectivas.
“Por supuesto, supone un cambio de paradigma, pero me parece curioso cómo nos estamos planteando esta conversación, cómo la sociedad lo enfrenta, a través del temor, del miedo”.
El autor muestra cómo la imaginación catastrofista predomina, y los escenarios ficticios de destrucción terminan, paradójicamente, modelando la realidad: “Somos incapaces de pensar la inteligencia artificial desde una perspectiva que no sea catastrofista. Y esa incapacidad va a provocar precisamente una inteligencia artificial catastrófica”.
Barba recurre a la metáfora del crecimiento y la formación de la tecnología como si se tratara de un ser vivo: “Ese bebé, que es la inteligencia artificial, que no sabemos en qué se va a convertir, si en una anciana maravillosa o en un adolescente perverso”.
De esta forma, Barba diagnostica que la relación con la tecnología revela mucho más sobre nuestras propias fantasías y ansiedades que sobre la realidad técnica en sí misma. Es un análisis que, con ingenio, enhebra la paradoja de un tiempo acelerado donde la innovación se cruza (de manera inseparable) con la antigua necesidad de imaginar finales sombríos.
El político clown
Al abordar la dimensión política actual, Andrés Barba no escatima en ironía para describir la naturaleza de los líderes en la era reciente. Apunta directamente a la nueva figura dominante: “Estamos en la era del político clown,” afirma con mordacidad.
Barba observa cómo estos personajes han perfeccionado la mezcla entre la pose idealista, el histrionismo y el absurdo, lo que los vuelve inmunes a la crítica convencional y prácticamente imposibles de parodiar.
El escritor aporta ejemplos que trascienden fronteras: “Milei es el genio máximo. En España tenemos a Ayuso, pero también está Trump, Boris Johnson, tantos… no puedes hacer una parodia de algo que ya es una parodia en sí mismo”.
La sátira se disuelve, según Barba, en una realidad desbordada. Esa estrategia, la del político que se traviste de bufón, evidencia la volatilidad y confusión del discurso público: “Son formas de blindar el discurso, básicamente”, sentencia. Al instalarse en ese doble filo (parodia y credo, broma y dogma) estos líderes establecen un nuevo tipo de autoridad. Así, la observación de Barba sobre el líder político resuena inquietante: en un mundo donde el poder ya es parodia, la realidad se vuelve mucho más difícil de subvertir.