Angie Landaburu. La modelo y empresaria nos recibe en su casa de Barrio Parque junto a su hijo Alessandro, de dos meses

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El mundo de las alfombras rojas en los mejores eventos internacionales, de los fashion weeks en las cuatro capitales del mundo, de los lanzamientos en lugares remotos y los desfiles de alta costura en Buenos Aires está, por estos días, en stand by. Hoy, el mundo entero de Angie Landaburu (30) gira en torno a Alessandro, el bebé que hace dos meses tuvo con su pareja, Augusto Marini, presidente y CEO del holding de inversión CaleGroup. “Estoy viviendo un momento mágico”, repetirá la modelo, influencer –tiene 2,3 millones de seguidores–, diseñadora y empresaria una y otra vez durante la charla con ¡HOLA! Argentina. “Siento que la maternidad llegó justo cuando tenía que llegar. Este bebé es una celebración de nuestra historia de amor con Augusto: después de tres años juntos, los dos empezamos a visualizarnos como una familia”, dice ella, sin dejar de mirar a Alessandro, cuyo nombre fue elegido entre los dos.

–¿Cómo lo eligieron?

–Queríamos que empezara con “A”. Además de mi nombre y el de mi pareja, hay más nombres con “A” en nuestra familia. Al principio, pensamos en Apolo, pero después nos quedamos con Alessandro, que, además, es el nombre de mi diseñador favorito: Alessandro Michele [el ex director creativo de Gucci].

Galardonada en 2023 con el Martín Fierro de la Moda a la mejor influencer, la modelo y comunicadora posa con un outfit de Ménage à Trois. El sillón es una colaboración de Kenzo para Roche Bobois.

–¿Y cómo es Alessandro?

–Todavía es muy chiquito, pero es comunicativo y con personalidad. Nos tiene muertos de amor: es Géminis con ascendente en Géminis, como yo. Según me dijo el astrólogo Waldo Casal, los Géminis tienen un pie en el cielo y otro en la tierra. Son expresivos y soñadores. Según Casal, que madre e hijo compartan el mismo signo y ascendente no es casualidad. Para nosotros, este bebé llegó para sumar, para unir.

–Quienes te conocen bien dicen que sos muy detallista. ¿Sos así como mamá?

 –[Se ríe]. Recién pasaron dos meses, pero sí, admito que me preparé muchísimo. No es que me agarró desprevenida. Me informé sobre el embarazo, el parto, el posparto, la lactancia… La información es poder. Hice el curso preparto, aunque terminé yendo a cesárea [el bebé era muy grande]. Leí mucho, hice terapia. Soy una embajadora de la terapia: creo que es una gran herramienta para hacerles frente a las situaciones de la vida. Quería prepararme desde lo emocional.

En uno de sus lugares favoritos de la casa, que fue decorada por el ambientador Martín Roig, un gran amigo de ella.

–¿Tenías miedos?

–No, pero el mundo va cambiando y, para mí, revisarse es clave. La maternidad es maravillosa, y cada mujer lo vive diferente. Si bien tengo amigas que ya son madres, me gusta tener una mirada 360 de las cosas. Soy la menor entre seis hermanos de una familia tradicional, muy bien construida, con roles marcados y con una relación de gran cercanía entre todos nosotros. Si bien Alessandro recién tiene dos meses, creo que estoy teniendo una maternidad tradicional y ordenada.

–¿Lo del orden fue un descubrimiento?

–Soy muy relajada con el bebé, pero muy organizada. Desde que salí del sanatorio, le organicé una rutina diaria… casi militar: lo baño y lo acuesto a un horario determinado. Si tengo un compromiso, lo organizo con anticipación. No es que sea obsesiva: soy ordenada. Dentro del orden, yo funciono bien.

A dos meses del nacimiento de su primer hijo, Angie recuperó sus medidas de antes. Acá, espléndida, con pantalón de cuero y camisa blanca de la marca The Row.

–¿Cómo ves a Augusto como padre?

–Increíble. Siento que los dos estamos disfrutando muchísimo de este momento, tal como disfrutamos de nuestra etapa como novios. Estamos juntos hace tres años: nos fuimos a vivir juntos relativamente rápido; ya nos conocemos mucho. Coincidimos en la educación y la crianza que queremos darles a nuestros hijos. Yo sueño con tener una familia como la mía, numerosa y unida. Todavía no había salido de la sala de parto cuando le dije a mi pareja: “¡Ay! Me encantó. Ya podemos buscar otro”. [Se ríe]. Sin obviar el dolor físico, viví el parto de Alessandro con mucha paz y emoción.

¿Y qué crianza piensan darle?

–De total libertad. Libertad no quiere decir sin educación. Hay muchas cosas de mi educación que no revisaría, que están en mi ADN: me crie en una mesa con los tres cubiertos, algo que me gusta y que sigo replicando hoy. Querría darle herramientas para que crezca y que, a la vez, lo haga en un marco de mucha comunicación y reflexión, como había en mi casa, donde siempre se habló de todo: de arte, economía, política, dinero, de ahorro…

Para diseñar la habitación del bebé, Angie convocó a la ambientadora Marisa Tengerian.

¿Cuándo vas a retomar tu agenda?

–Si bien, ahora estoy en un impasse y me bajé momentáneamente de algunas campañas, nunca dejé de trabajar. Al día siguiente del nacimiento de Alessandro, participé de una call desde el sanatorio…

–¿Te considerás workaholic?

-Disfruto mucho todo lo que hago, pero, por otra parte, soy exigente y no me gusta hacer las cosas a medias. Trabajé hasta el último momento; me organicé de tal manera de tener todo listo antes de que Alessandro naciera e, incluso, hice un viaje a Europa para un evento global de Victoria’s Secret con ocho meses de embarazo. No lo habría hecho si me hubiera sentido mal o si no hubiera tenido ganas. La maternidad me encuentra tranquila y con las prioridades balanceadas. Antes de que Augusto llegara a mi vida, lo laboral ocupaba el 95 por ciento de mi vida y lo personal, 5 por ciento. Hoy me siento en equilibrio.

“La maternidad me encuentra tranquila y con las prioridades balanceadas. Antes de que Augusto llegara a mi vida, lo laboral ocupaba el 95 por ciento de mi vida y lo personal, 5 por ciento. Hoy me siento en equilibrio

¿Dejar de trabajar nunca se te pasó por la cabeza?

–Considero que el trabajo no sólo brinda libertad e independencia económica a la mujer, sino que influye en la autoestima. El trabajo siempre ha estado muy presente en mi familia: mi padre, que es un abogado exitoso, nos transmitió ese valor a mis hermanos y a mí. Admiro a las mujeres independientes que tengo cerca de mí. En mi caso, trabajo desde los 18 años y todo lo que construí lo hice sola. Ser influencer, que en nuestro país es una actividad económica relativamente nueva, no se construye de la nada, como a veces dicen: en mi caso, tiene años de trabajo hacia atrás. Empecé haciendo fila para hacer castings, subiéndome a colectivos para desfilar en el interior y aprender. Después, me mudé a Miami, donde logré hacer un salto económico. Después de diez años trabajando en este rubro, de ser imagen de marcas de primera línea y de diseñar cápsulas para marcas [Kosiuko, Paruolo, Barzón, Odisea y Gianni, entre otras], ya no me considero influencer: estoy en las campañas, en la comunicación, en la parte creativa. E hice todo ese camino sin ningún escándalo: en mis comienzos, había gente que decía: “Si querés ser famosa, tené un escándalo”. No juzgo esa modalidad; simplemente, no va con mis valores. A mí no me interesa ser famosa; me interesa ser exitosa según mis parámetros. Para mi vida, quiero, en primer lugar, paz mental; y, en segundo lugar, poder construir mi vida por fuera de lo mediático. Nunca haría pública mi intimidad: con mi pareja nos amamos, tenemos una relación de admiración y respeto mutuo, pero nunca llevaría toda esa intimidad a lo público. Lo mismo va con mi familia y mis amigas de toda la vida. El modo reality no va conmigo. Quien vea mis redes notará que mis valores son el trabajo, la familia y el esfuerzo.

En una de las salidas con Alessandro. “Soy muy relajada con él, pero muy organizada. Desde que salí del sanatorio, le armé una rutina diaria que respeto”, cuenta ella.

–¿Y cuál es tu definición de éxito?

–Alcanzar mis objetivos: tener crecimiento económico, pero, por sobre todo, lograr crecimiento personal. Dos ejemplos. Más de una vez, la agencia internacional que me contrató y que puso fichas en mí me ha dicho que no había sido elegida para representar determinada marca porque nuestro país no tiene un segmento de lujo tan desarrollado. A mí, eso me desafió a trabajar más, a generar el doble de contenido. El otro ejemplo está en mi podcast. A mí no sólo me enorgullece que a Ángeles y demonios le haya ido bien; además, siento que es un espacio para desarrollar diferentes temas con entrevistados potentes. Con Luciana Salazar, por ejemplo, conversamos sobre operaciones estéticas. Fue enriquecedor porque yo no comulgo con los retoques ni nada de eso. No digo que esté bien ni que esté mal: no lo promuevo. Fui a un colegio tradicional [San Andrés], soy conservadora, más old school: no tomo alcohol, no estoy de acuerdo con las drogas ni con la naturalización de las operaciones estéticas. El podcast, de alguna manera, continúa el espíritu de mis redes. Siento que, como comunicadora, mi granito de arena es generar esa conciencia. El éxito, para mí, ha sido mantenerme fiel a esos valores.

–Además del lanzamiento de la segunda temporada de Ángeles y Demonios, en septiembre, ¿tenés otros proyectos?

–En este momento, volver a trabajar no me quita el sueño. ¡Alessandro tiene dos meses! Ahora sólo me ocupo de él. Mientras duerme, aprovecho a dedicarle full time a la edición de la segunda temporada de mi podcast. Según cómo el bebé evolucione, volveré más adelante a la moda. Tengo varias cosas dando vuelta sin perder nunca de vista el paso del tiempo: no es lo mismo ser modelo a los 21 años que los 30. No sólo tu cuerpo cambia, sino también tus intereses.

–¿En qué sentido?

–Al vivir y trabajar afuera, entendí que, para que una carrera vinculada a la imagen siga creciendo, tiene que evolucionar. El arte puede ser mi próximo paso. Vengo de una familia donde siempre se habló de arte: de artistas, de inversiones en arte. Yo ya estoy metida en ese mundo. Con mi primer sueldo, compré una obra y la vendí al doble dos años después. Hoy tengo una pequeña colección. Uno de mis sueños es tener una galería: si bien hay más promoción del arte que antes, para los artistas emergentes, sigue siendo muy difícil. Creo que el arte es un mercado que todavía no arrancó. Por un lado, sigue asociado a algo clasista y lejano: los jóvenes no suelen comprar arte. Y, por otro lado, el arte argentino tiene un valor de mercado menor que los niveles mundiales.

Para una chica old school, el casamiento suele estar en los planes. ¿Está en los tuyos?

–Con Augusto somos muy tradicionales: nos encanta lo formal. Y, aunque los dos coincidimos en que el casamiento es la celebración del amor, hoy no lo vemos como prioridad. Tener este hijo es resultado de un amor maduro, de un proyecto que quisimos ir armando juntos. Ninguno quiere poner ansiedad al tema. Pero casarnos es algo que va a pasar. Y, cuando tomemos la decisión, será a la vieja usanza, bien planificado, aunque sin ansiedad: los dos queremos disfrutar cada instante, tal como nos está pasando ahora con Alessandro.

Con un look de Ménage à Trois y bucaneras de Stuart Weitzman, Angie posa para ¡HOLA! Argentina. La mayoría de las obras de arte que hay en su casa –algunas adquiridas por ella y otras, regaladas por su papá, Jorge– son un mix entre artistas consagrados y de las nuevas generaciones. La obra que adorna la pared la de un viaje que hizo a Marruecos.

Agradecemos a Belén Frías (maquillaje) y a Nacho López Fagalde (peinado)

La tapa de revista ¡Hola! de esta semana

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