Antes de que termine la Feria del Libro porteña, hay que visitar el Nuevo Barrio, un pequeño country de doce editoriales o cooperativas editoriales independientes, nacionales y extranjeras, seleccionadas por la Fundación El Libro (FEL). A cada huésped del sector se le concede, por única vez y en forma gratuita, un stand de nueve metros cuadrados, en el Pabellón Amarillo, con la condición de que nunca antes hayan participado de la Feria (y cuenten con un catálogo de no menos de quince libros). En el octavo aniversario de esta iniciativa de la FEL, se ofrecen propuestas atractivas y con precios accesibles.
Este año, Nuevo Barrio está partido al medio por el opulento stand de Riad, ciudad invitada de honor. Por pedido de los expositores, que organizaron lecturas de poesía y charlas con autores, los riadíes debieron trasladar sus invasivas performances con instrumentos de percusión a otro sector de La Rural.
Del stand 2099 al 2105, se agrupan los catálogos de Ser Seres (editorial independiente de Avellaneda, nacida en 2016), Baldíos en la Lengua (creada en 2009 y con títulos de narrativa y poesía), Ediciones Monada (editorial feminista de Villa Ventana, con tapas inspiradas en la revista Vogue) y Neutrinos, de Entre Ríos, con libros de poesía y narrativa, entre ellos, el primer poemario de Isol, Yo no era nadie y estaba bien.
En en stand 2107, Sello Federal reúne libros de seis editoriales provinciales: Gerania, de San Miguel de Tucumán (donde se pueden encontrar el nuevo libro de cuentos de Diego Puig y el nuevo poemario de Sylvina Bach); Lampalagua, de La Rioja, con títulos de Ricardo Mercado Luna, Teresita Flores y el inigualable Daniel Moyano; Brumana e Iván Rosado, de Rosario; ConTexto, de Chaco (que publicó la obra reunida de la poeta Claudia Masin, La desobediencia), y Cielo Invertido, de la ciudad de Córdoba, cuyo best seller es El velo negro, con textos de la actriz francesa Anny Duperey y fotos de su padre, Lucien Legras.
En el stand 2109, se encuentra el variado catálogo de la editorial madrileña Altamarea, con un perfil “itañol”, al reunir en una de sus colecciones varios títulos de (y sobre) autores italianos como Pier Paolo Pasolini (El fútbol según Pasolini, de Valerio Curcio), Dacia Mariani, Cesare Pavese, Andrea Camilleri y Leonardo Sciascia, entre otros. Hay además colecciones de narrativa, mujeres y pensamiento político (con ensayos de Virginia Woolf, Angela Davis y Judith Butler), novela gráfica y ensayo.
Otro vecino del Nuevo Barrio se halla en el stand 2111, de La Tercera Editora, con sede en la ciudad de Buenos Aires y que se ocupa de reeditar libros “perdidos” o descatalogados en español (como la correspondencia de Francis Scott Fitzgerald con su editor Maxwell Perkins) y de redescubrir a autores injustamente “olvidados” como Denton Welch, René Daumal y Teffi (Nadezhda Aleksándrovna Lojvítskaya, una suerte de Colette rusa, admirada por el zar Nicolás II, Lenin y Tolstoi, entre otros).
El sello rosarino de poesía, ensayo, teatro y narrativa Baltasara tiene locación en el stand 2113. Se pueden adquirir a buen precio libros de Beatriz Vignoli, Natalia Massei, Lautaro Vincon, Daniela Camozzi, Patricia Suárez, Mariana Bolzán y Gabby de Cicco que este domingo a las 14.30 presenta su nuevo poemario, Un alfabeto insurrecto, en la Sala Domingo F. Sarmiento.
Del stand 2115 a 2121 cohabitan sellos extranjeros como El Cuervo, de La Paz, Bolivia (con una recomendable antología de narradores bolivianos contemporáneos), y Lote 42, de San Pablo, Brasil, con los porteños La Gran Nilson (con títulos de poesía, narrativa y literatura infantil) y Salta el Pez, en cuyo stand se encuentran novedades de poesía, narrativa y ensayo, como los del físico, doctor en Filosofía y best seller Gastón Giribet, Gabriel Reches, Julieta Lopérgolo, Juan Carrá, Diego Ontivero, Claudia Sobico y Cristian De Nápoli. El libro más vendido del stand es el ensayo de May Sarton sobre la escritura y la novedad más inquietante, Soy código. Habla una inteligencia artificial.
Las editoriales interesadas en participar en Nuevo Barrio en 2026 deben tener en cuenta que no pueden estar vinculadas a ninguna institución religiosa, académica, deportiva o empresarial, ni tampoco a ningún grupo editorial. Tampoco pueden solicitar un espacio editoriales que se dediquen de manera principal a la edición de autor, en las que los autores pagan por la edición de sus libros (algo que de todos modos ya ocurre en varios sellos en el país, sean independientes o grupos).