Elegir si subir al caballo o sentarse en un auto, dar una vuelta tras otra y no marearse, intentar tomar la sortija para ganar otra vuelta, la calesita es un clásico de la infancia de los adultos y puede también serlo en los niños. En la época de la diversión de pantallas, las calesitas siguen vigente en las plazas porteñas y dan batalla. Pero antes de ser un juego, fue práctica militar: un aro, una lanza y un caballo en carrera marcaban el ritmo de las justas europeas.
La “calesita” —nombre rioplatense del carrusel— nació de ejercicios ecuestres medievales y fue mutando hasta convertirse en un juego de feria. El término “carousel/carrousel” deriva del francés (a su vez del italiano y del español “carosello/carosella”, ‘pequeña batalla’), usado para torneos caballerescos. Luis XIV celebró uno célebre en 1662 en el área hoy llamada Place du Carrousel, en París. La práctica de ensartar anillos en esas competiciones militares de caballeros explica tanto el nombre como parte de su iconografía posterior.
Hacia fines del siglo XVII aparecieron artefactos de entrenamiento: caballitos de madera colgados de una rueda que giraba alrededor de un eje; a comienzos del XVIII ya eran atracciones populares en ferias europeas. El gran salto técnico llegó en el siglo XIX con la “platform carousel” (caballos y carros fijados a un piso circular) y, poco después, con los modelos a vapor desarrollados en Inglaterra, base del carrusel moderno. La “sortija”, un aro de hierro canjeable por una vuelta gratis, se masificó entre fines del siglo XIX y comienzos del XX.
En la Argentina la primera llegó de Europa, algunos dicen desde Francia y otros de Alemania, pero lo que sí se sabe es que fue aproximadamente en 1870 y que giraba con el impulso de un caballo: el animal caminaba en círculos para que los niños pudieran divertirse en la Plaza Lavalle. Varios años después llegó el motor naftero y otros avances técnicos.
Debido al éxito de la calesita, en 1891 se fabricó la primera en nuestro país de la mano del francés Cirilo Bourrel y financiada por el español Francisco Meric y de la Huerta, de este modo planeaban dar trabajo a los inmigrantes españoles.
De generación en generación
Las llamadas “calesitas del sur” son cuatro, y todas pertenecen a la familia Vignatti, una familia de calesiteros.
Todo comenzó en 1967 con la calesita de Don Raúl en Villa Lugano, allí los hermanos Héctor y Miguel Ángel iban con frecuencia y fue este último quien forjó una relación con Raúl.
Miguel Ángel tuvo diferentes trabajos pero la afición por las calesitas estaba dentro de su corazón, y así fue como en 1983 dentro de su propia gomería fabricó su primera calesita a la que llamó “El Capricho”.
Pero su verdadero sueño era tener su propio carrusel (así se llama a los que tienen figuras que suben y bajan, generalmente caballos) de la mano de Don Raúl construyeron “Mi sueño” que reemplazó la calesita anterior que fue a restauración.
Miguel Ángel decidió que su pasión por el juego infantil no quedara solo en él y con mucho esfuerzo y trabajó comenzó una hermosa tradición familiar: en 1999 cuando su hijo Martín cumplió 18 años le regaló “El Capricho”. Luego nació Nicolás, entonces su padre compró una calesita vieja y en mal estado, la restauró, la instaló, le puso el nombre de “Stella Maris” y se la regaló a su segundo hijo cuando cumplió 18 años.
Con la llegada de su tercera hija, a la que llamó Stella Maris, se enteró de que en Tapiales había una calesita desarmada, le llevó tres años poder restaurarla para entregársela a su hija en el 2015 el día de su cumpleaños bajo el nombre de “Valentino”
Las cuatro calesitas hoy continúan en funcionamiento y sus nombres de fantasía esconden detrás una historia de legado familiar.
¿Dónde? Av. J. B. Alberdi 6310, CABA; Pilar 949, CABA; Estación Lugano, CABA; Av. Cruz 6550, CABA.
La calesita más antigua de Buenos Aires
Tus hijos tienen la oportunidad de subir a la calesita en funcionamiento más antigua de Buenos Aires. Data de 1938 cuando se prendió por primera vez en el barrio de Devoto y nunca dejó de girar, por eso forma parte de las calesitas que están protegidas por la Ley de Patrimonio.
Si bien la calesita más antigua de Buenos Aires llegó desde Alemania en 1870 cuando se instaló en Plaza Lavalle, la calesita de Devoto es la más antigua en funcionamiento.
Desde 1978 que la cuidan Adelino Luis “Tito” Da Costa y su esposa que se la compraron a un tío que se fue a vivir a España. Tito es conocido por todos los vecinos del barrio, es el encargado de continuar con la magia de la calesita haciendo que funcione a la perfección, saludando a todos los chicos, musicalizando con la melodía clásica de las calesitas y la sortija que te regala una vuelta gratis.
Caballitos de madera, autos y barquitos que giran desde hace 87 años y que nuestros hijos pueden ser parte de su historia.
¿Dónde? Nueva York 4051, Plaza Arenales, Villa Devoto.
El carrusel más grande del mundo
Hay que subir al auto para llegar a 30 kilómetros de Rosario y vivir la experiencia, grandes y chicos, de subir al carrusel más grande del mundo.
El Carrusel se llama “Titán”, su creador es la empresa Felimana Luna Park de Federico Amado quien va por su segunda generación de dueños, hace 60 años fabrican calesitas y juegos de modo artesanal.
Ubicado en la provincia de Santa Fe, tiene tres pisos con escalera y ascensor para personas con movilidad reducida, tiene 14,5 metros de altura y una capacidad para 175 pasajeros. Los caballos que suben y bajan son 104, además de 9 carrozas y 6 góndolas tapizadas con capacidad para cuatro pasajeros. Una experiencia que vale la pena vivir.
¿Dónde? Puerto de las Infancias, Córdoba 6000, en Puerto General San Martín, provincia de Santa Fe.