El monitoreo de los signos vitales constituye una herramienta esencial para identificar de manera temprana alteraciones fisiológicas que pueden indicar fiebre, posibles infecciones, trastornos cardíacos, pulmonares, circulatorios, deshidratación o episodios de estrés.
Esta práctica, fundamental tanto en entornos hospitalarios como en el autocuidado domiciliario, se basa en la evaluación sistemática de cuatro parámetros principales: temperatura corporal, frecuencia cardíaca, frecuencia respiratoria y presión arterial.
La temperatura corporal refleja el nivel de calor interno y está regulada por el hipotálamo. En adultos, los valores normales se sitúan entre 36.5 ℃ y 37.5 ℃. Para su medición, existen varios métodos. La vía oral consiste en colocar un termómetro bajo la lengua durante tres minutos si es tradicional, o hasta que el dispositivo digital emita una señal.
La medición axilar, que implica ubicar el termómetro en la axila con el brazo cerrado, suele arrojar un resultado 0.5 ℃ menor que la oral. El método rectal, reservado principalmente para bebés y entornos hospitalarios, ofrece la mayor precisión, aunque se requiere de un termómetro especial para ello. Por último, la temperatura timpánica se obtiene mediante termómetros infrarrojos diseñados para el oído.
En cuanto a la frecuencia cardíaca, este parámetro indica el número de latidos por minuto y, en adultos sanos, oscila entre 60 y 100 latidos por minuto (lpm), según la AHA (Asociación Americana del Corazón, por sus siglas en inglés). Valores fuera de este rango pueden señalar taquicardia (si son demasiado rápidos) o bradicardia (si las pulsaciones son lentas), condiciones que podrían indicar alguna alteración.
Para medir el pulso, se recomienda colocar el índice y el dedo medio sobre una arteria superficial, como la radial en la muñeca o la carótida en el cuello, aunque lo más recomendable es verificar el pulso más central que, en este caso, es la arteria carótida. El recuento de pulsaciones durante un minuto permite determinar la frecuencia.
La frecuencia respiratoria corresponde al número de respiraciones por minuto, con un rango normal en adultos en reposo de 12 a 20. La observación del movimiento torácico o abdominal, sin que la persona sea consciente de la medición para evitar alteraciones en el ritmo, facilita el conteo. Se contabilizan las respiraciones durante un minuto.
Por último, la presión arterial o tensión arterial mide la fuerza ejercida por la sangre sobre las paredes arteriales y se expresa mediante dos cifras: la sistólica (cifra máxima que representa la fuerza que reciben las paredes de las arterias por cada latido) y la diastólica (cifra mínima que determina la presión en las arterias cen reposo), siendo 120/80 mmHg el valor de referencia.
Para su evaluación, se emplea un esfigmomanómetro o también llamado baumanómetro, manual o digital, y en el caso del manual, también un estetoscopio. El brazalete se coloca en el brazo a la altura del corazón, se infla para interrumpir temporalmente el flujo sanguíneo mientras se ausculta con el estetoscopio la arteria braquial (del brazo) y, al liberar la presión, se registran los valores mediante la auscultación de los latidos o la lectura digital. Es importante destacar que, para la medición de la presión arterial la persona debe permanecer en silencio, sentada y con el brazo apoyado sobre una superficie.
La medición regular de estos parámetros permite a profesionales y pacientes identificar de manera oportuna cualquier desviación del estado fisiológico normal, lo que resulta fundamental para la prevención y el tratamiento precoz de diversas patologías.