El argonauta es una de las especies más raras y fascinantes del mundo de los pulpos. A diferencia de la mayoría de sus parientes, este cefalópodo vive en mar abierto y ha desarrollado adaptaciones únicas que lo distinguen entre los moluscos.
Estas especies destacan por su marcado dimorfismo sexual, ya que según el Museo de Historia Natural en Londres las hembras pueden llegar a ser hasta 600 veces más pesadas que los machos y son las únicas capaces de fabricar una delicada estructura llamada ooteca, conocidas popularmente como “nautilus de papel”.
Esta formación, compuesta de carbonato de calcio y secretada a partir de sus brazos, no es una concha tradicional, sino un estuche especializado, diseñado para resguardar los huevos y proporcionar flotabilidad, lo que representa una adaptación fundamental para su vida en el océano.
Por su parte, el macho tiene un brazo especializado llamado hectocótilo, que se desprende completamente y es entregado a la hembra durante la reproducción, un mecanismo inusual que llamó la atención de los naturalistas desde el siglo XIX.
Los retos de la vida en el mar abierto
Los argonautas pasan toda su vida en aguas abiertas, en lo que los científicos llaman un entorno epipelágico, y esto los diferencia de la mayoría de los pulpos, que suelen habitar el fondo marino.
Este estilo de vida no es frecuente, aunque existen otras especies, como el pulpo Haliphron de siete brazos o el pulpo Dumbo, que también pueden vivir alejados del sustrato, generalmente en aguas profundas.
Se alimentan principalmente de crustáceos y otros moluscos, valiéndose de su pico y su rádula para perforar y consumir las duras conchas de sus presas.
Las hembras, además, muestran comportamientos sociales poco comunes en el mundo de los pulpos, pues en ocasiones se agrupan formando largas cadenas cerca de la superficie del océano o se aferran juntas a objetos flotantes.
Algunos científicos piensan que estas agrupaciones podrían facilitar el encuentro con los machos para la reproducción, otros sugieren que simplemente buscan puntos de apoyo sólidos. No obstante, estos grupos también pueden llamar la atención de los depredadores, aumentando el riesgo para los argonautas.
A los desafíos naturales de la vida en mar abierto se suma una amenaza de origen humano con la acidificación de los océanos. Este fenómeno afecta especialmente a las cápsulas de huevos producidas por las hembras, ya que, al carecer de una capa protectora externa llamada periostraco, son más susceptibles a disolverse en aguas cada vez más ácidas.
El Museo de Historia Natural de Londres advirtió sobre esta vulnerabilidad que compromete tanto la protección de la descendencia como el éxito reproductivo de la especie; ya que “cuanta más energía necesitan invertir en reparar su hogar, menos tienen para reproducirse y crecer”.
La innovación evolutiva del argonauta
La ooteca de los argonautas ha desconcertado a biólogos y naturalistas durante siglos, pues a primera vista parece una concha como la de otros moluscos.
Sin embargo, investigaciones recientes, citadas por el Museo de Historia Natural de Londres, han confirmado que esta estructura, fabricada únicamente por las hembras, es en realidad un estuche de huevos, el cual se produce a partir de una secreción especial de los brazos y no del manto, como ocurre en verdaderos moluscos con concha.
Además de resguardar los huevos, la ooteca permite que los argonautas se mantengan a flote. La hembra absorbe aire en la superficie y lo almacena dentro del estuche. Esta ingeniosa solución proporciona la flotabilidad necesaria para que el animal permanezca suspendido cerca de la superficie marina y evite hundirse.
Jeanne Villepreux-Power y el misterio del hectocótilo
A lo largo del siglo XIX, el mundo científico no comprendía en su totalidad el proceso de formación de la ooteca ni el papel de los argonautas machos en la reproducción. Jeanne Villepreux-Power, bióloga francesa, realizó meticulosos experimentos recogidos hoy por el Museo de Historia Natural de Londres, donde demostró que las hembras podían producir y reparar sus propias ootecas.
Sus observaciones sentaron las bases del estudio moderno de estos cefalópodos y permitieron refutar teorías previas que atribuían la concha del argonauta a otro tipo de molusco.
Uno de los aspectos más sorprendentes en la biología reproductiva del argonauta fue el descubrimiento del hectocótilo, el brazo especializado que el macho utiliza para transferir esperma a la hembra.
Durante mucho tiempo, los naturalistas pensaban que este “brazo” era un gusano parásito. Gracias a los experimentos de Villepreux-Power y la colaboración con figuras como Richard Owen, fundador del Museo de Historia Natural de Londres, se demostró que era parte intrínseca de la anatomía del macho y esencial para la reproducción.