Es el hombre de las mil máscaras. Ese que con su impronta tiene la difícil tarea de ponerle humor a la realidad argentina. “Es como encontrar la flor en medio del basural. Creo que la risa sirve para curar, para sanar, para hacer catarsis”, dice Ariel Tarico, quien se encarga de demostrar esto diariamente en la radio, la tele y el teatro.
Mientras disfruta de un gran presente laboral en Radio Rivadavia y TN, el humorista está a punto de irse de gira con su obra Sean de termos y Mabeles, espectáculo que comparte con David Rotemberg y que cuenta con la producción de Juan José Campanella. “Estoy disfrutando mucho, viviendo intensamente. Sobre todo, lo del teatro. Me costó mucho después de la pandemia retomar la actividad. El hecho de estar en contacto otra vez con la gente me daba un poco de miedo, cómo iba a ser la reacción del público. Y bueno, se fue dando de a poco. Insistió mucho Campanella para que volvamos con David otra vez a los escenarios”, confiesa el imitador que, paradójicamente, se define como una persona “muy tímida”.
-¿Cómo se dio el vínculo con Campanella?
-Al principio, nos seguíamos solamente por Twitter. Él a veces tuiteaba algunas cosas que yo ponía, algunos videos y me empezó a mandar mensajes. Me contó esta idea que tenía de refundar el Politeama y empezar con distintos tipos de obras. Me dijo: “Me gustaría que lo que hacés tanto en radio como en la tele llevarlo al teatro y traelo a Rotemberg también”. Al principio, no teníamos nada y nos prestó la escenografía de Parque Lezama. Se lo “intrusamos” al teatro [risas]. Gracias a la buena onda de Brandoni y de Eduardo Blanco que nos permitieron usar el parque solo con dos atriles y con los libretos que teníamos de la radio. Después dijo: “Bueno, quiero que se la jueguen un poco más, que hagan algo de ustedes” y ahí David se puso a componer música. Tenemos una relación rara porque para nosotros él es Juan. Muchas veces con David hablamos y decimos: “Pará, estamos hablando con un Oscar, estamos hablando con Campanella” [risas]. El está híper presente y hay veces que cuando tiene que dar alguna observación es muy certero. Dice: “Tienen que hacer esto o ir por acá” y siempre es gol, pero nos deja laburar libremente.
-Vos estás mostrándote mucho más detrás de los personajes. ¿Cómo se dio ese cambio?
-Y sí porque antes eran las máscaras. Me acuerdo que yo estaba haciendo radio y me llama Gerardo Rozín para invitarme a un programa que estaba produciendo en América. Me hicieron una nota y al toque vino Gerardo y me dijo: “Vas a empezar a trabajar. Este va a ser el sueldo a partir de la semana que viene. Queremos que estés con nosotros”. Para mí fue muy fuerte en ese momento. Me acuerdo que en Mitre generó problema porque era otro medio. Y yo como era un pendejo insolente dije: “Mirá, Suar no me llamó para eltrece así que agarré de una porque me servía el sueldo y además me servía la experiencia”. Yo aparecía atrás de una foto. Ponían la foto del personaje que hacía en ese momento y cada vez que me tentaba, me mostraban un poquito. Pero a mí me costaba mucho actuar y mostrarme; es algo que lo fui aprendiendo con el tiempo gracias al teatro y a la terapia.
-¿La terapia ayuda?
-Sí, siempre está bueno que alguien con otra visión te de una mano, sobre todo, en esto que es entrar y salir todo el tiempo de gente, de cabezas, de mentes, de discursos.
-El mundo de la tele no es el mundo que más te gusta a vos, ¿no?
-Ahora me siento cómodo, pero reconozco que soy más un bicho de radio que de tele. Ahora igual con esto del streaming o las redes sociales te tenés que exponer todo el tiempo así que lo estoy viviendo de manera más natural. Con la tele cuando no me siento cómodo me voy. En TN con Nelson (Castro) se dio una onda especial.
-¿Cómo nació esa química especial con Nelson?
-Desde el año 2014 que estoy en TN. Al principio, lo hacíamos en la radio. Después probamos una vez en el teatro que él entrara y me sorprendiera mientras yo lo estaba imitando y bueno, notamos que al público le gustó. Entonces a partir de eso me dijeron que querían traer un poco la onda que teníamos en la radio. La idea era que sea otro Nelson, que sea un Nelson más delirante, que diga lo contrario al Nelson original, que sea como un recreo para él y que también lo incomode. Y bueno, jugábamos mucho.
-¿Cuál es el límite a la hora de imitarlo?
-Él siempre me dijo: “Vos hacé el otro Nelson que yo te sigo”. O sea, no tenemos necesidad de hablar nada antes. Fuera del aire hablamos de otras cosas más cotidianas. Estamos ahí tomando un café y cuando se enciende la luz, él sabe que jugamos de memoria y además con todo el equipo que hace el aguante.
-Hoy la política está muy presente en tus imitaciones. ¿Cómo es componer esos personajes, sobre todo, en época de elecciones?
-Todo el tiempo aparecen personajes nuevos. A veces aparece un candidato que te sorprende y que se te pega el tono de voz o el discurso y empezás a copiarlo. Creo que la Argentina en ese sentido es una fuente permanente.
-¿Y cómo es ese trabajo que hacés?
-En la radio siempre estamos con David y con el productor, Matías Muñoz, porque también tenemos un programa especial por mes entonces todo el tiempo estamos viendo qué invitados podemos traer y cómo hacer un sketch juntos. En la tele, está Sebastián Meléndez y Ezequiel Meza, que es el guionista, y siempre que planteamos una noticia pensamos con qué personaje la podemos abordar. Yo por ahí tiro un mensaje de voz con los primeros tonos o el cantito del personaje y a partir de ahí se va construyendo. Después es la magia del aire que es algo increíble. Podés tener un gran libreto, pero después al aire por ahí la conversación se va por otro lado. Hay una improvisación y de golpe el personaje vuela.
-¿Y para encontrar los tonos de esos personajes hacés algo en tu casa? ¿Te tomás un ratito todos los días para probar?
-Soy más caricaturista. Apelo más a la exageración o al grotesco, a tomar dos o tres gestos, dos o tres tonos y después tratar de elaborar un personaje aparte que sea más gracioso y más querible que el real.
-¿Te pasó de recibir mensajes de algún político?
-Sí, reclamos. Por ahí vienen al programa y me dicen como me dijo Luis Juez: “Pero no me hagas tan grosero, maestro. No soy de putear tanto” [lo imita]. Te tiran así como frases, pero igual trato de no estar muy en contacto.
-¿Nunca se te enojó ninguno?
-Se enojan más los fanáticos de los políticos que los políticos reales. El humor siempre es una piedra en el zapato del fanático porque desestructura y entonces, generalmente las puteadas o el enojo son más bien de los seguidores de determinada figura política.
-¿Y te enganchás o sabés dejarlo de lado y no contestar?
-Mira, me enganchaba antes, pero después aprendí a aceptar que el laburo de un actor o de un artista o de un periodista no puede tener el 100% de aceptación. Antes mi vieja miraba Tiempo nuevo e insultaba la tele, ahora es mucho más horizontal la comunicación. Entonces me parece que hay que saber adaptarse a eso y saber tomarlo como que es parte. Hay gente que te quiere y gente que no, que te detesta (risas). No me engancho, me divierte. Incluso con el teatro hacemos ese juego de ver como es la respuesta del público cuando aparece tal o cual personaje. Uno de los que siempre venía a verme era Hermes Binner y se bancaba todos los chistes. Después pasaba a saludar y decía que le encantaba. Creo que fue un gesto bastante democrático y tolerante de él.
-¿Te gusta que vayan políticos?
-Es un poco incómodo, sobre todo, para el público. Yo trato de vivirlo tranquilo. No es una presión ni estoy pendiente de ellos. Y si mandan mensaje, nunca les doy bola.
-¿De los conductores de la tele con qué otros tenés buenos recuerdos?
-Además de Nelson, Beto Casella siempre fue muy generoso. Las veces que hemos compartido el aire fue un tipo que siempre estaba alentando. Chiche (Gelblung) me enseñó mucho porque también me hizo parir [risas]. Fue duro pero aprendí a disfrutar de un tipo único que genera su propia agenda. Algo que no vi nunca. Una vez estábamos haciendo el programa y nos quejábamos porque no hablábamos los columnistas; siempre le hacíamos reclamos al aire. Y él dijo: “Bueno, ahora le voy a hacer un reportaje a cada uno y cada uno va a contar su historia”. Y entrevistó desde la producción hasta el operador. Fue un programa espectacular que yo lo recuerdo siempre porque cada uno contó cosas que no hubiese contado en otro lado. En ese sentido, es un tipo que tiene una curiosidad tremenda y que es un animal. Pero me hizo sufrir.
-Cuando recordás el camino de Santa Fe hasta acá, ¿en qué momento dijiste: “llegué”?
-Me pasó desde que entré a trabajar en Santa Fe. O sea, para mí era un sueño trabajar en los medios de allá, estar en LT Diez, que era la radio que se escuchaba en mi casa, hacer algo en Canal 13 de Santa Fe, estar en las FM de allá; eso para mí ya fue como decir: “Bueno, llegué. Era lo que yo quería”. Cuando noté que ya me iba a estancar o que ya había dado todo, ahí empecé a buscar otras alternativas y se abrió la posibilidad de estar en Buenos Aires.
-¿Y cómo fue esa llegada?
-Primero, vía telefónica. Eran los comienzos de Internet, principio del siglo 21, entonces era todo por demo. Me acuerdo que Julio Leiva, que era productor de Lalo Mir, una vez llamó a LT Diez pidiendo imitadores de Reutemann. Y a mí en ese momento no me salía entonces le mandé un casete desesperado con todos los personajes que hacía. Esa vez no se dio, pero después trabajamos juntos en Radio Mitre con Lalo. Entonces ahí dije: “valió la pena el esfuerzo. Valió la pena a veces fallar”. Vale la pena a veces no acertar o que te digan que no. Eso es algo que aprendió mucho mi generación, a aceptar el rechazo y a sobreponerse ante el rechazo o ante un comentario que por ahí podía ser demoledor.
-¿En qué momento sentiste que eras conocido?
-En la calle cuando ya me empezaban a pedir fotos. Al principio, yo era medio ortiva. Me decían: “¿vos sos el imitador?” y yo decía que no. Trataba de poner cara de póker porque me sentía como invadido. Yo soy muy tímido. Después aprendí que es hermoso que la gente te diga: “Me acompañás todas las mañanas” o “Mi tía te sigue hace tiempo, por favor mándale un saludo”. Me pasó ahora que estuvimos en Valentín Alsina haciendo función y vino un matrimonio y me dice: “Por favor, mi mamá vive acá enfrente, ¿podés cruzar a saludarla? No pudo venir a verte”. Entonces crucé a la casa, pasé a la habitación (la señora estaba ahí viendo la tele) y nos sacaron una foto. Se generó como algo muy tierno, muy lindo. En general, la gente es hermosa. Siempre tiene un gesto de buena onda o siempre el pedido es respetuoso.
-Este verano estuviste muy acompañado por tu hijo, ¿le gusta el mundo del teatro?
-Sí, le gusta. A veces está atrás y ve cómo se arma todo. Otras, sale a saludar a escena, pero trato de no exponerlo demasiado. Él tiene que ser chico y disfrutar de las cosas de niños y a veces cada tanto viene a ver lo que es este laburo. Un laburo diferente al resto porque se juega mucho el ego y es un ambiente bastante tóxico. Entonces, trato de que entienda que esto no es la vida en general.
-¿Cómo vivís la paternidad? ¿En qué te ha modificado?
-Empezás a sentirte vulnerable cuando sos padre. Desde el momento en que salen de la panza, que es un momento mágico, como que creés en Dios. A partir de ahí, me he vuelto mucho más sensible en algunas cosas, me emociono más. Uno no puede evitar que choquen, que sufran o que pasen cosas. Uno quisiera estar todo el tiempo ahí poniendo algodones mientras van creciendo.
-¿Pasaba con vos en tu casa cuando empezaste esta carrera?
-Sí, porque mi vieja quedó sola. Mi viejo murió cuando yo era muy chico. Entonces era bastante sobre protectora. Después cuando yo me fui independizando, ella me alentaba, pero también cada tanto ponía reparos o me decía: “cuidado con eso”. Y a mí me servía para desafiarla, para demostrarle que yo podía. Incluso cuando agarré la valija y le dije: “Me voy a vivir a Buenos Aires”, me dijo: “Que Dios te ayude” [risas]. Y bueno, después se volvió fan. Le encantaba todo. Disfruta y participa. Manda los videos de las notas, comparte todo.
-¿Sigue en Santa Fe?
-No, ella está viviendo acá. Se mudó para estar cerca de los nietos. Lo está disfrutando y también estamos como iniciando una nueva etapa en nuestra relación. Hay veces que voy a comer al mediodía y me dice: “Traje una cerveza, ¿tomamos?” y bueno, tomo una birra con mi vieja [risas].
-Recién nombrabas a tu viejo y había un tema en vos en esto de llegar a los 40…
-Sí, porque mi papá murió a los 39 entonces era como la edad límite para mí; pensaba cómo la iba a transitar. Así que me fui preparando. Lo de él fue un aneurisma y fue todo muy rápido de un día para el otro en una época donde no estaba tan difundido el tema del estrés. Tenía muy presente esto del exceso de laburo y empecé a tomarme más momentos de descanso. Ahora me pasa que estoy en una etapa sin filtro, como cagándome más de risa de todo, emocionándome cuando me tengo que emocionar, viviendo a full con mis amigos. No sé cuánto duraré, pero si mañana me voy lo que hice hasta ahora fue satisfactorio.
-¿Qué te diría tu viejo si te viera hoy?
-No sé, porque para mí mi viejo es un misterio. Se fue como un héroe. No llegué a conocer su lado B, sus miserias, su otro costado. No llegué a enfrentarlo.