Arnaldo Antunes, cronista de un tiempo distópico: “Parece que estamos caminando hacia un suicidio colectivo”

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Arnaldo Antunes es una figura central de la música popular de Brasil -línea rock combativo- desde que Titãs irrumpió a comienzos de los años 80. La banda, que tuvo en 2023 un triunfal regreso con la mayoría de sus integrantes vivos (un poco más viejos pero casi todos vivos), sigue siendo una referencia del rock brasileño que casi en paralelo a la corriente argentina del género, ambienta con sus canciones de cuatro décadas de plenas libertades individuales para varias generaciones ya.

Desde ese momento, Antunes ejerce como una especie de sumo sacerdote punk y distinguido exponente de la escena cultura de San Pablo, la ciudad de los miles de edificios que se pierden en el horizonte, hecha de cemento y hormigón. Poeta y músico, dejó su huella en varias de las más inspiradas canciones que haya grabado Titãs, compuso para Gilberto Gil, Marisa Monte, Rita Lee y Ney Matogrosso, y claro, integró el supergrupo Tribalistas -junto a Marisa Monte y Carlinhos Brown– que fue el gran nombre de la música popular brasileña en los primeros años de este siglo. Como pocos en su país, combina popularidad y vanguardia, sus canciones son coreadas por multitudes en estadios y a la vez, sus poemas integran relevantes antologías literarias.

A propósito de Tribalistas y en el final de la conversación con Infobae Cultura, dice que no sabe si se volverán a juntar porque “no hay nada programado”. Pero adelanta que “seguimos encontrándonos para hacer música, para componer y ya hay una cosecha de cosas nuevas”. Así que pude pensarse que sí, que habrá un nuevo disco de Tribalistas. “Me encantaría que eso sucediera, pero no depende solo de mí”, aclara con una sonrisa.

Antunes está por llegar a Buenos Aires, donde se presentará el jueves 2 de octubre en Deseo Club de Villa Ortuzar para mostrar las canciones de su nuevo disco Novo Mundo y por supuesto, incluir en el show canciones de todas sus etapas (de Titãs y Tribalistas, también). “Quisimos, de cierta forma, re-arreglar las canciones antiguas para acercarlas más a la sonoridad del disco nuevo, entonces, sí, hay una sorpresa en lo que verán”, anticipa por videollamada desde un cuarto de su casa lleno de libros y discos.

-La canción que abre Novo Mundo enumera una serie de males modernos que revelan tu visión de esta realidad…

—Sí, es curioso porque se puede pensar que quien vea ese título del álbum imagine algo positivo, algo de un nuevo mundo, como el mito de la Nueva Era en los años sesenta, ¿no? Solo que cuando la escucha, es una canción distópica. Una crónica del mundo hostil en el que estamos viviendo. Son cosas que yo venía anotando, muy impactado y sorprendido con el ascenso de un neofascismo en el mundo, con las guerras ocurriendo, con la falta de una toma de conciencia sobre el calentamiento global. Con el crecimiento de la intolerancia y de la violencia en las redes sociales. Con todo eso fui haciendo esta crónica de este tiempo.

No es una canción positiva, entonces imagino que hay una sorpresa para quien empieza a escuchar el disco y tenía una expectativa diferente por el título.

Arnaldo Antunes presenta su nuevo disco en Buenos Aires, el jueves 4 de octubre en Deseo

—Ahí decís “el futuro se volvió una amenaza” porque hasta hace poco tiempo, la noción de “futuro” siempre era positiva, parte de una evolución humana.

—Las cosas se dieron vuelta. Realmente veíamos el futuro como algo prometedor. Ahora parece que estamos caminando hacia un suicidio colectivo y sin ser conscientes de ello. No sé si las redes sociales, la tecnología, internet, empeoraron las relaciones entre las personas, deterioraron la relación entre las personas o solo revelaron algo que no sabíamos y sacaron a la luz una realidad muy hostil y cruel del ser humano. Claro que soy un optimista incorregible. E intento, en fin, creer que vamos a superar esas dificultades, y que vamos a valorar la cultura, la educación, la ciencia, la convivencia con la naturaleza, la amabilidad, la solidaridad. Quiero creer en eso, porque lo que estamos viendo es de un mundo muy intolerante y violento. Con fenómenos imprevisibles, como este ascenso mundial, de un tipo de nazismo universal que viene con muchos retrocesos. Es una situación muy extraña. Pero, como dije, soy un optimista incorregible. Entonces creo que es necesaria una toma de conciencia de lo que estamos presenciando para que pensemos, incluso, en maneras de sobrevivir. Creo que el disco, en cierta forma, responde un poco a esa cuestión en las canciones que vienen después, principalmente en las más amorosas… Como “Primeiro de Janeiro”, que habla de renovación, como “Viu, mãe”, que habla del afecto, “Pra não falar mal”, que habla de la necesidad de amabilidad y comprensión en las relaciones. Creo que a pesar del “diagnóstico” inicial es un disco que también muestra un poco de esperanza.

—Mencionaste palabras fuertes -fascismo, nazismo- que justamente están en debate hoy en día, sobre si cabe usarlas para explicar esto que pasa o si es demasiado tremendista.

—Hay una canción que justamente es para esas personas que no pueden quedarse paradas ahí en la puerta. Es decir, no puedes no ver los elementos explícitamente neofascistas de Bolsonaro, Milei, de Trump y Orbán. Bueno, Bolsonaro fue condenado esta semana ¿no? Hay racismo, homofobia, intolerancia en varios niveles. Eso es aterrador. No hay cómo no dar un nombre preciso a esas cosas. Existe, vemos, mucho descrédito en el propio lenguaje. Ves, por ejemplo, a Bolsonaro hablando en nombre de la defensa de la libertad de expresión o la democracia. Vemos personas que mienten explícitamente, pero hablan en nombre de la verdad, o son violentas pero se declaran cristianas. Eso enturbia el propio lenguaje, imposibilitando la posibilidad de cualquier forma de diálogo. Y creo que eso es una de las cosas que las manifestaciones artísticas deben valorar: la aplicación precisa de la palabra a aquello que va a significar. Porque si no, perdemos hasta la posibilidad de usar las palabras. Entonces, de cierta forma, la manifestación artística vela por la higiene del propio instrumento que utiliza, el lenguaje para aplicar precisamente nombre a las cosas.

El músico brasileño presenta su disco

—¿Cómo viviste el regreso de Titãs después de tanto tiempo?

—Primero fue una emoción enorme estar de nuevo con Os Titãs, con la misma formación de la época en que estuve en la banda. Excepto por la pérdida de Marcelo (Fromer). Pero con Liminha, nuestro productor, haciendo sus guitarras. Fue una alegría. Pareció que nuestro diálogo, nuestras bromas y la convivencia estaban intactas. Nos quitamos la nostalgia entre nosotros, pero también quitamos la nostalgia del público, que nos acompañó en aquella época y los que querían ver esa formación junta de nuevo, como el público que nunca había visto. Era un público que tenía gente de muchas edades, había familias con el abuelo, el padre, el nieto, el hijo. Desde niños hasta personas mayores. Además, fue impresionante ver cómo las canciones siguen siendo actuales. Eso incluso de una manera aterradora, digamos así (risas), porque todo lo que hablamos en esta primera parte de la entrevista, muchas canciones de los 80 siguen teniendo mucho significado hoy en día.

Íbamos a empezar haciendo solo diez shows, después se convirtieron en veinte. Terminamos haciendo una segunda etapa de la gira y terminaron siendo cincuenta shows. Yo venía de un show solo con voz y piano, Lágrimas no mar, con Vitor Araújo. Era todo más intimista. Entonces, para mí, caer en el show de los Titãs, volver con esa postura más performática, más extrovertida, más gritona también fue bueno. Me desahogué. Incluso me entusiasmó para volver ahora con un disco, con show nuevamente con banda, con una actitud y un sonido más pesado, una actitud más bailable en el escenario.

Con películas como

—Por último, apelo a tu mirada de cronista cultural y te quiero preguntar por este fenómeno del cine brasileño que, con el Oscar a Aún estoy aquí, y el triunfo en Cannes de El agente secreto, parece haber vuelto la mirada sobre el tiempo de la dictadura militar de los 70 en Brasil.

—Creo que el cine no dejó nunca de abordar la dictadura. Pero de cierta forma, también hubo un trabajo constante de redimir la historia aquí en Brasil -que tuvo una amnistía amplia, general e irrestricta en la época del regreso a un estado democrático. No se culpó a torturadores y a todos los integrantes del ejército que causaron una violencia absurda. Eso se fue haciendo muy lentamente. Creo que aún hay mucho trabajo por hacer para esclarecer todo lo que pasó y concientizar a las personas para que no vuelva a suceder.

Entonces todo lo que rechazamos actualmente es esa tendencia a querer amnistiar a Bolsonaro y a los involucrados en el intento de golpe de Estado. Ustedes en Argentina, por ejemplo, hicieron un proceso de juicio y castigo a los crímenes de la dictadura mucho más eficaz de lo que se hizo en Brasil. Aquí se enmascaró ese período. En algún momento tenía que salir a la luz porque es algo que estaba reprimido. Y todo lo que fue reprimido vuelve después con más violencia. Entonces, creo que estas películas contribuyeron a ese desvelamiento. Es necesario que Brasil haga esa limpieza de alma de todo lo que estaba escondido, oculto, debajo de la alfombra. Contar la historia es una forma de concientizar a las personas. De lo que pasó para evitar que vuelva a suceder. Creo que la cultura tiene un papel fundamental ahí.

[Fotos: Leo Aversa; Douglas Mosh / gentileza screamyell.com.br]

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