Sofía Sanz no vio ni una sola foto del departamento que su marido eligió mientras ella vivía en el exterior. “Mamá me dijo que confiara, porque tenía potencial”, recuerda. Así fue como, con un voto de fe y mucha intuición, dio el sí a su futuro hogar en Belgrano R, uno de esos barrios que conservan la calma de antaño entre arboledas y veredas anchas. Cuando regresó a Buenos Aires, embarazada de su primer hijo, comenzó una etapa de transformaciones.
Primero llegó la reforma, después la decoración. Paso a paso, fue definiendo un estilo en el que conviven piezas heredadas, arte contemporáneo, textiles intensos y un amor profundo por las plantas.

El departamento, amplio y luminoso, se convirtió con los años en un universo propio. Allí viven Sofía, su marido y sus tres hijos varones —Arturo, Ernesto y Horacio—, entre risas, partidos de penales en el pasillo y tardes de juegos sobre el sillón del living. “Acá no hay espacios prohibidos —aclara—. Todo se usa. Y se disfruta”.
Cocina y comedor diario: un corazón lleno de color
La cocina, originalmente cerrada, fue uno de los primeros sectores en transformarse. Decidieron tirar paredes para ganar fluidez y crear un ambiente conectado con el comedor diario, que hoy es el centro de la vida familiar.

Un divisor en hierro dorado organiza los metros sin perder amplitud, y detrás de él aparece un rincón lleno de energía: empapelado vibrante, un cuadro de la artista Luisa Freixas y detalles que expresan la mirada estética de la dueña de casa.

Las mesas y sillas —de Salazar Casa, una de las marcas que asesora desde su consultora digital Growth Hack Studio— completan un espacio que combina funcionalidad y placer visual.
Muebles con alma y una deco que cuenta historias
Si algo caracteriza este departamento es el modo en que Sofía supo dar nueva vida a los objetos con historia. El mueble dorado que separa los ambientes fue diseñado a medida, y lo decoró con una colección de macetas metálicas rebosantes de verde.

También hay piezas heredadas, como las sillas de bronce de su bisabuela, que retapizó en pana turquesa, o los silloncitos capitoné de su infancia, hoy reciclados en el mismo género.
Living: arte, juego y confort
El living es un espacio vivido y descontracturado. El sillón, con funda de tussor lavable, se transforma a diario en nave espacial o refugio de dinosaurios, mientras las paredes suman obras de Praxis Art —entre ellas, piezas de Mary Bassi y Juan Pablo Lasser— y una alfombra de Elementos Argentinos que inyecta alegría y textura. “Me gusta rodearme de marcas con propósito y con raíces argentinas”, explica.

Un toilette que sorprende
Para el baño de recepción se eligió un empapelado de motivos naturales, con verdes, azules, amarillos y pinceladas de rosa, y se completó con accesorios dorados, velitas y detalles de diseño que equilibran estética y funcionalidad.

El universo de los chicos
El cuarto de los tres hermanos es pura alegría. Todo comenzó cuando Sofi, embarazada, puso un papel mural de selva diseñado por Luisa Freixas. Con el tiempo, Arturo pidió extenderlo a otra pared y juntos eligieron los tonos y las especies del dibujo. Las cortinas y la ropa de cama acompañan la paleta, mientras una mesita con sillas, cajas de juguetes y estanterías con libros completan la escena.

Dormitorio principal y rincón de trabajo
En la habitación principal la apuesta fue a por una atmósfera serena, sin perder el guiño artístico que atraviesa toda la casa. Los textiles de la línea Óxido, de De Levie, aportan textura y movimiento, mientras el arte se expresa en el mapamundi floral de Mapoteca y en El beso de Gustav Klimt, su obra favorita.

Junto a la cama, una mesa baja reúne libros de arte y moda —de Dior, Chanel y Mario Testino— que Sofía colecciona como tesoros de viaje. Y en el escritorio, engamado en tonos rosa, combina su mundo laboral con el placer del diseño: silla vintage, estanterías llenas de títulos de economía y una familia de madera tallada por Woodi, regalo de su cuñada.

Las cortinas de Mercedes Segura y los cuadros que atesora le dan un marco íntimo y femenino al espacio. “Mi casa siempre está en construcción —dice la anfitriona—, pero creo que eso es lo lindo: nunca deja de crecer con nosotros”.
Agradecemos a OHLALA! su colaboración en esta nota.
