CORRIENTES.– La feria de arte contemporáneo correntina ArteCo cumple con creces en su séptima edición: una sede nueva que parece hecha a medida, más de 250 artistas, una identidad fuerte que se mantiene en el arte, aunque todo el sistema vaya profesionalizándose, un circuito de museos y espacios culturales con buenas muestras y una mayor apertura internacional.
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El desafío era mudar la exposición de las sedes que marcaron ediciones anteriores en el puerto y en la Usina. Esta vez, la ubicación fue en el centro mismo del tejido urbano, casi en la peatonal, en un viejo cine que reabrió sus puertas después de 18 años cerrado. La flamante Galería Colón fue templo del séptimo arte durante sesenta años. Ahora todo reluce con cierto aire de shopping, una circulación más clara y escaleras mecánicas que guían el recorrido por sus cinco pisos, cada uno coronado por una obra calada en papel de Andrés Paredes. En sus 4000 metros cuadrados más espacio para las 27 galerías, 23 proyectos colectivos y 36 artistas individuales provenientes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Lo que hace única a esta feria es que las obras reflejan las costumbres, creencias y esa idiosincrasia local tan particular de Gauchito Gil, carpinchos, el amor al río Paraná, pomberos y vírgenes. La reina del Carnaval se pasea con corona y banda, y se agacha a dejarle una promesa a la Virgen. La gente también se persigna ante otros altares populares artísticos. Los modelos del Festival del Chamamé se sacan fotos en el stand de Sangre Guaraní. La cerámica y los textiles florecen en esta feria. Ocupan su merecido lugar.
Los precios son accesibles (las obras van de los 300 a los 1500 dólares) y por eso en el primer día se lograron vender cincuenta. José Manuel Mazzanti rinde homenaje al poeta y folclorista Padre Julián Zini. Al lado, Gustavo Mendoza ya le puso el punto rojo a la obra de Perón como repartidor de comida por apps, Primer Trabajador. “Es una sátira de la realidad mezclada con íconos de la pintura, para pensar en qué creemos, qué convertimos en sagrado”, dice el artista, y se puede aplicar a gran parte de la feria. Carpinchos, los hay gigantes en madera de los Artesanos del Iberá, para ver con lupa en la Charpinchada del artista Claudio Ojeda, en carbonilla por Carlos Ricci en la galería Cecilia Caballero y muchos otros. La siesta, el chipá y la Taraguí son los motivos de Anísima. Las galerías paraguayas suman pinturas indígenas y la cerámica de la muy reconocida Julia Isidrez.
“Creo que con este ejercicio de siete años continuados, la feria va profesionalizándose. Se va ajustando. Se va entendiendo qué es una feria, cómo presentarnos y cuál es el objetivo, sin perder la propuesta estética, ni lo disruptivo. Hay un gran trabajo por mantener esa identidad, que creo que es lo que hace que la feria de Corrientes sea diferente de todas, con una personalidad propia, que está dada por los proyectos, los artistas, la energía, la ciudad, sus temas y folclores. Si pasás unos días acá en Corrientes, eso pasa en la casa todo el tiempo: todo está atravesado por la cultura. Das la vuelta a la esquina y te encontrás con un Gauchito Gil. Entrás a un kiosco y están escuchando el chamamé. Salís con amigos y te convidan un mate y se habla de los trajes del carnaval. Entonces todo eso está presente constantemente y es lógico que en la obra también aparezca”, analiza Joaquín Rodríguez, curador. Los guardias de seguridad insisten en fracasar con la prohibición de tomar mate en la feria: un absurdo en esta ciudad.
Hay un espacio para editoriales y festivales como ArteSo, dedicado al arte sonoro, y Play Video Arte. Entre las novedades, está la “enchamingada” o encuentro para profesionales. “Como espectador, uno siempre está debatiéndose si ir a la feria o las charlas. Entonces decidimos hacer una jornada el día anterior para compartir experiencias y conocimientos entre estudiantes y profesionales de la ciudad”, cuenta Rodríguez. En el Centro Cultural Universitario de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), participaron Raúl Flores, Victoria Martínez Zurbano y Sergio Baur.
Es la primera edición bajo el mando de Beatriz Kunin, la nueva presidenta del Instituto de Cultura, aunque su antecesor Gabriel Romero se quedó bien cerca, como jurado de la feria, junto con la galerista Hermina Lahitte, la directora de Malba Puertos, Eleonora Jaureguiberry y Juan Carlos Aquino, coleccionista de arte. “El año pasado se vendieron 350 obras. Este lugar es privado, pero los dueños nos los prestaron sin cobrarnos alquiler. La idea es generar esta actividad comercial para canalizar el arte y difundirlo. Queremos que se convierta en una fecha regional, no solo nacional”, dice Kunin.
El Senado de la Nación declaró a la feria de interés cultural, reconocimiento entregado antes del tradicional corte de cinta por parte del gobernador, Gustavo Valdés, quien lo hizo también en las seis ediciones anteriores, y la banda sinfónica a toda orquesta. La feria es una política pública del gobierno provincial. “Una apuesta humana que nos conecta con lo sensible. Nos permite interactuar directamente con los artistas, comprender sus obras y, sobre todo, ser cada día más cultos para ser mejores personas”, dijo en la apertura.
La agenda es extensa e incluye el doble de premios que ediciones anteriores: el Premio Adquisición UNNE (Universidad Nacional del Nordeste), que desde 2023 hace crecer del patrimonio del Centro Cultural Universitario (CCU). El Premio In Situ, creado en 2022 por Abel Guaglianone y Rodríguez, curador de la feria, es un premio no adquisición (el artista recibe el dinero y además conserva su obra para vender). El Premio Adquisición Galería Fausto (Tucumán) se suma con USD 300 a un artista menor de 40 años. La obra premiada será donada al Instituto de Cultura de Corrientes para el Ñande MAC, cuya inauguración está prevista próximamente (desde la feria, se ven las grúas moviéndose sobre los nuevos pisos espejados que se están levantando para alojarlo en un edificio histórico). Además, está el Premio Residencia La Ira de Dios, que ofrece un mes en una residencia de Buenos Aires para un artista del NEA.
Hay más actividades “autóctonas”, como la charla de Jorge Panter Alegre, Vivir y crear en el monte (habló del lobizón y la luz mala), y la presentación del libro Hechizo natal, una mirada sobre el arte correntino contemporáneo, de Carlos Lezcano y Fernanda Toccalino. El sábado el artista Richar De Itatí hará una quema alfarera a cielo abierto, al estilo de los guaraníes, en la playa, bajo el Puente Chaco-Corrientes. Mientras, en su stand del tercer piso, los visitantes dejan pedidos a su Virgen de Itatí en una canasta. En su canoa, la Virgen los llevará al Senado, por la jornada Corrientes Brilla, el 30 de este mes.
Todo el quinto piso está dedicado a los niños, con actividades específicas (talleres, videos, jueguitos ochentosos Arcade de carpincho y realidad aumentada). Se disfruta la brisa del río en la terraza.
Diez muestras satélites se recorren a contra turno de la feria, que es de 14 a 21. Entre otras, está la que trajo Fundación Proa a la Casa Ñanderekó: obra del pionero fotógrafo del siglo XIX Christiano Junior con creaciones contemporáneas. También hay muestras de artistas como Desirèe de Ridder y Karina Amadori en el Museo de Artesanías Tradicionales y de Alfredo Muñoz en el Museo Arqueológico y Antropológico. El Museo de Bellas Artes, mezcla de históricos y contemporáneos, con un lugar destacado para la Taragüí, la escultura histórica de H. Amado Puyau que es ícono de la ciudad. En el Instituto de Cultura de Corrientes, Ñande Arte, se centra en algo característico de la ciudad: el muralismo. Hay homenajes a los artistas Lucho Olivera y Luis Llarena en la Legislatura de Corrientes. Espacio Mariño, que presentará la muestra Litoralidad, y en la Sala del Sol la colectiva Ñe’ẽ raity. “Son unos días de mucha emoción. Estuvimos 365 días esperando que llegaran. Esta edición nos deja la vara muy alta”, comenta el galerista Javier Retamozo. Mucho para ver.