Un insólito hallazgo en las profundidades del océano Pacífico ha permitido a un grupo de investigadores identificar una nueva especie de pez caracol (snailfish) con características anatómicas singulares, según detallaron científicos del Instituto de Investigación del Acuario de Monterey (MBARI). El descubrimiento, efectuado frente a la costa de California en 2019, suma un avance en el conocimiento de los ecosistemas abisales, considerados el hábitat más extenso del planeta y uno de los menos explorados por la ciencia.
Durante una expedición en aguas profundas, el equipo del MBARI recolectó tres ejemplares de lapíridos que presentaban rasgos distintivos. Tras analizar los especímenes mediante técnicas de microscopía, tomografía computarizada y secuenciación de ADN, los científicos confirmaron que se trataba de organismos nunca antes documentados. Así, la especie Careproctus colliculi, bautizada como ‘bumpy snailfish’ debido a su piel grumosa, ingresaba en los registros científicos como un nuevo integrante de la familia de los peces caracol.
Las características del nuevo pez caracol
La bióloga marina Mackenzie Gerringer, especialista en fisiología y ecología abisal de la Universidad Estatal de Nueva York en Genessee, participó en la investigación y describió al animal como “una criatura adorable”. El trabajo de Gerringer y colegas de las universidades de Montana y Hawái en Mānoa permitió caracterizar estos ejemplares a partir de una combinación de pruebas morfológicas y genéticas.
El análisis comparativo expuso diferencias claras entre los nuevos peces y los lapíridos conocidos. Los resultados de los datos recopilados apuntan a una distribución en diferentes regiones del Atlántico y el Pacífico; aunque también han sido hallados desde el Ártico hasta la Antártida.
Su familia, la de los lapíridos, está formada por alrededor de 450 especies, y exhibe dos particularidades anatómicas: no poseen escamas y presentan un cuerpo de textura gelatinosa. El estudio citado por National Geographic España remarca que muchas de estas especies sobreviven en zonas abisales, dentro del 80% del lecho marino, sometidas a condiciones extremas de presión, temperatura y oscuridad permanente.
En cuanto a esas adaptaciones fisiológicas, Gerringer ha explicado que: “Estos animales han evolucionado para ser capaces de vivir en las profundidades marinas, incluida la zona hadal, a más de 6.000 metros de profundidad (no en vano, se han documentado especímenes hallados en la fosa de las Marianas, a unos 8.000 metros de profundidad). Se adaptan de múltiples maneras: entre ellas, han desarrollado unas estructuras especiales situadas en las membranas celulares que les permiten mantenerse en movimiento en este entorno especialmente difícil. Además, cuentan con unas proteínas extremadamente especializadas que se activan en entornos de baja presión”, describía en el estudio publicado en la revista Ictiology and Herpetology.
Estas estructuras moleculares y proteicas constituyen recursos esenciales para tolerar presiones aplastantes y temperaturas inferiores a los 4 °C (39 °F). Pero, además de sus singularidades microscópicas, los lapíridos de aguas profundas exhiben un elemento anatómico llamativo: una segunda mandíbula ubicada en la parte posterior de la garganta, cuya acción les facilita triturar presas después de succionar alimentos con la boca.
“Los límites entre las especies son poco claros”
Entre las especies que habitan aguas menos profundas, muchas han desarrollado un disco de succión en el vientre para adherirse a rocas y sortear corrientes marinas vigorosas. Algunas variantes han adaptado este apéndice hasta utilizarlo para fijarse a otros animales, como los cangrejos, en cuyas branquias depositan huevos. No obstante, “todavía no sabemos si esta nueva especie recién descubierta se vale de este disco”, puntualizaba la investigadora.
La diversidad en los ecosistemas marinos abisales resulta aún enigmática para la ciencia. Incluso, de acuerdo al estudio, “los límites entre los géneros son poco claros”, un enigma incrementado por el hallazgo de dos especies nuevas, con nichos ecológicos diferenciados, en el mismo entorno. Esta variedad se interpreta como un indicio de adaptaciones específicas a las demandas ambientales de la profundidad.
Para Gerringer, el hallazgo aporta evidencia tangible sobre la compleja biología de los océanos: “El hecho de haber descubierto dos peces caracol tan diferentes y completamente nuevos para la ciencia es una prueba de que aún nos queda mucho por aprender sobre los hábitats de las profundidades marinas”, destacó la investigadora.
La investigadora remarcó la importancia de profundizar la exploración y conservación marina: “Aunque para nosotros los entornos marinos profundos parecen hostiles debido a las altas presiones, las bajas temperaturas y la falta de luz solar, para estos peces y para muchas otras especies, este entorno es su hogar”, apuntaba. Asimismo, ha agregado que “tenemos que seguir haciendo preguntas sobre nuestro planeta y apreciar y proteger la vida en las profundidades del océano, el hábitat más grande de la Tierra”, concluía.