Auge, decadencia y renacimiento del polo gastronómico con vista a río

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Cuando Buenos Aires era la ciudad que no dormía, Costanera norte era, al mismo tiempo, la previa y el after de todo. Con sus parrillas encendidas hasta las 6 de la mañana, los “carritos” eran el punto de encuentro de público de todo tipo. Las familias que cenaban temprano dejaban la mesa a quienes salían del teatro y más tarde, a su vez, se sentaban quienes venían de un recital o de bailar. Era posible, además, cruzarse en los salones de Los Años Locos, Los Platitos 57 o A Los Amigos a celebridades tan distintas como Freddie Mercury o Maradona, Moria Casán o los Ramones.

Esa Buenos Aires bohemia ya no existe y fue en parte su desaparición –sumada a las consecutivas crisis económicas argentinas– la que condenó a este paseo costero a años de lenta caída, de la que solo un par de locales, como Gardiner y Happening, sobrevivieron con dignidad. Sin embargo, estamos en condiciones de afirmar que hoy Costanera Norte tiene revancha. La concreción del proyecto urbanístico Distrito Joven que llevó adelante el gobierno porteño –y que generó un nuevo espacio público que incluye un paseo lineal costero de 7,6 kilómetros, combinando áreas públicas con emprendimientos privados– le cambió la cara a la zona. Además, hay una ola de nuevos locales gastronómicos que atraen cada vez más visitantes.

Barra que domina uno de los salones de Costa 7070

“La costanera norte supo ser en su momento un gran foco gastronómico. Hoy en día ese espacio se está construyendo bajo las mismas premisas, pero con propuestas más sofisticadas emplazadas en este lugar, que es único en la ciudad”, comenta Máximo Pellegrino, gerente general del Grupo Fabric, que semanas atrás inauguró allí un complejo de dos restaurantes –Dragón Blanco y Tigre Morado–, que en su planta superior albergará a futuro la discoteca Caramelo.

Esta apertura se suma a la de Costa 7070 el año pasado, boliche cuyo corazón son las barras y la cocina comandada por la dupla Inés de los Santos (bartender)-Pedro Bargero (chef). Junto con el pionero Enero –abierto en 2019 y primero tras la creación del Distrito Joven–, los restaurantes Ribs al Río, Moby Dick y Garibaldi, más los sobrevivientes de lujo Happening y Gardiner, dan forma al resurgimiento de Costanera Norte como polo gastronómico, que incluye, además, la inauguración de imponentes salones de fiestas de cara al río.

El flamante salón de fiestas Origami

“Con los nuevos restaurantes y las propuestas que incluyen entretenimiento se está empezando a formar un polo en el que hoy hay incluso movimiento de día, que era lo que le estaba faltando a la zona – agrega por su parte Iván “Toto” Lafiandra, socio y director de marketing de Enero–. En los últimos años, más allá del horario corporativo de 12 a 15, era una zona con más vida nocturna”.

Pero aún cuando Costanera Norte comience a mostrar una cara más luminosa y transitada –incluso con varios desembarcos en camino–, su noche, todavía, dista mucho de lo que fue “la” noche de los 60 y los 70.

Los años locos

Costanera Norte durante la construcción de su paseo ribereño, que comenzó en 1926

A la velada de reinaguración de Happening en 1977 –el primer local abierto en 1965 estaba frente a Costa Salguero–, Moria Casán acudió con un cachorro de Tigre. De Los Años Locos Julio Iglesias era habitué, y cuando se encontraba de gira por Brasil mandaba un avión privado a Buenos Aires para que le llevaran los clásicos bifes de chorizo del restaurante. Eso eran los carritos, esa era la Costanera de antes.

“En una misma noche, un sábado, vino Bon Jovi con sus amigos; estaban Joe Cocker y Liza Minnelli. Un domingo vino Roxette. Estuvieron los Ramones. No vino Michael Jackson porque no podía salir a la calle, pero sí todo su equipo. Venía Diego [Maradona] con Coppola, este era su lugar”, recordaba el encargado de Happening Norberto Laporta, cuando el año pasado el local celebró sus 60 años de vida. “Los paparazzi montaban guardia, pero no los dejábamos pasar”, agregaba.

“Lo llamaron Happening porque mi mamá era muy amiga del ‘Gordo’ Bergara Leumann y de todos los de la revolución artística e intelectual de la época –recuerda por su parte Fernando Brucco, integrante de la familia creadora de Happening–. Muchos iban a comer invitados, no tenían un mango, pero eran los de vanguardia y lo pusieron de moda, detrás de ellos venían todos. Fue un refugio bohemio”.

Antigua postal de Happening

En esos años, Happening podía hacer unos 1000 cubiertos diarios. En Los Años Locos, recuerda Jorge Mattei, hijo del fundador del mítico restaurante de Costanera, “llegábamos a hacer 1500 cubiertos por turno. En la Argentina, en los 70 y hasta parte de los 80, todo el mundo salía a comer afuera. Había clase media y mucho consumo. Por otro lado, existía ‘la noche porteña’: nosotros cerrábamos a las seis de la mañana porque había gente que venía a comer a las dos o a las cuatro, cuando salía de la función trasnoche de los teatros. Encima, se quedaban haciendo sobremesa”.

En Los Años Locos, agrega Mattei, “la parrilla se encendía para el almuerzo y no se apagaba hasta que se iba el último comensal”. Tal era el éxito de la Costanera Norte como polo gastronómico, que en 1981 los Mattei abrieron un segundo restaurante allí: Look!, con una propuesta de cocina internacional y pizzería. “Pizza y champán”, acota.

Los clásicos “carritos” de Costanera Norte habían comenzado a llegar en la década de 1950. Eran pequeños puestos móviles, que surgieron primero en Costanera Sur, pero luego se desplazaron al norte. En los 60 tomaron la forma de restaurantes convencionales, como el caso de Happening en 1965 o Los Años Locos en 1974. La Avenida Costanera Rafael Obligado llegó a albergar a más de 50 “carritos”, generando un polo que comenzó su lento declive a fines de los 80. “Entonces comenzó a perderse la noche. Fue un tobogán lento pero continuo, en el que se fue deteriorando el consumo”, acota Mattei.

El clásico Los Platitos 57, cerrado en la pandemia

La crisis de Costanera Norte se profundizó cuando, en 1997, el entonces gobierno porteño ordenó la clausura y demolición de varios de sus carritos alegando incumplimientos en las concesiones.

Pocos locales llegaron al nuevo milenio y la pandemia dio la estocada final a los pocos clásicos que persistían –como Los Platitos 57–, que cerraron cuando ya la llegada del Distrito Joven comenzaba a prometer un cambio. Una postal de los últimos carritos es la celebración de Mauricio Macri al ganar las elecciones de 2017: una cena familiar en Los Platitos 57, en busca de sus sándwiches de cuadril.

A fines de los 90 fueron demolidos muchos de los carritos por problemas con las concesiones

Espacio de encuentro

El desarrollo del Distrito Joven en Costanera Norte ofreció distintos estímulos a los privados (financiamiento del Banco Nación a baja tasa y años de gracia en los alquileres de los predios), con el objetivo de que nazcan nuevos emprendimientos. El primero en llegar fue el restaurante Enero, en 2019: “Buscamos posicionar a la Costanera como punto de encuentro –cuenta Toto Lafiandra–. Los nuevos proyectos tienen en común una alta inversión en diseño, con un nivel de sofisticación muy importante, y propuestas que en la mayoría de los casos combinan gastronomía con entretenimiento”.

Enero, la primera apertura (en 2019), en el marco del Distrito Joven

Esa combinación se encuentra, por ejemplo, en Costa 7070 (distinguido este año por la revista Time como uno de los 100 destinos excepcionales para visitar en el mundo). “Creo que Buenos Aires necesitaba revalorizar la mirada al Río de la Plata y nos hemos sumado a esto con una propuesta integral que combina la gastronomía cuidada, la coctelería de producto seleccionado y las noches de buenos contenidos musicales”, comenta Inés de los Santos.

Costa 7070 combina gastronomía, coctelería y música

“El entorno junto al río construye una puesta en escena única a la que se le suma la facilidad en el acceso y mucho espacio para estacionar –agrega Pellegrino, de Fabric–. La zona está situada a una distancia justa del alto tráfico de la ciudad, generando un acceso rápido y ofreciendo tranquilidad y disfrute”.

Salón de Dragón Blanco

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