Benjamín Vicuña: los proyectos “sanadores”, su vínculo con la muerte y cómo maneja el doble filo de la exposición

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La persona y el personaje, la búsqueda por ser un ilustre desconocido o viceversa, el celo por preservarse de todos y de todo, mientras se erige un camino de éxito. Esta contradicción, tan común en los actores, no parece formar parte de la esencia de Benjamín Vicuña. Al contrario, el actor chileno de nacimiento pero argentino por adopción confiesa que transita los proyectos de acuerdo a cómo se siente, a lo que quiere mostrar y a lo que quiere sanar.

Siendo así, el estreno de la película Papá X dos -dirigida por Hernán Guerschuny, y en la que está acompañado por Celeste Cid y Lucas Akoskin- marca en su vida un momento de paz. Porque esta comedia, en la que un hombre sereno y conservador descubre que su novia está embarazada de un ex, tiene todos los elementos de un film familiar, de esos para relajarse y disfrutar. Algo que el actor busca, aunque no siempre lo consiga.

-Uno te ve como una persona más bien tranquila, reservada. ¿Cuánto te atrae esa popularidad que hace que te persigan con una cámara, que juzguen tu vida privada, que se soslaye el rol de actor?

-Es una consecuencia de algo que elegí cuando tenía 15 años, que fue estudiar licenciatura en arte, actuación teatral, en la Universidad de Chile. Es una vocación muy potente que me cayó como un rayo. En mi familia no había ni un artista, y yo sentí la necesidad de hacerlo. Las consecuencias de esto fueron, más tarde, hacerme muy conocido. Luego vino el tema de la fama o como se llame. Y es algo que, por supuesto, tiene sus bemoles. Tiene cosas súper lindas, como por ejemplo, que alguien en un café se te acerque y te diga: “Tu película me voló la cabeza, me emocionó. Me hizo acordar a mi viejo, que se murió”. Cuando te das cuenta de que removés conciencia, o corazones al menos, vale la pena. Aunque lógicamente esté todo lo otro, que viene implícito, y que te excede. No sé si es que no me gusta, pero por momentos me perturba.

-Un precio a pagar que capaz no siempre tenés ganas de pagar. ¿Te acordás del momento en el que te cayó la ficha, de que tu vida se iba a manejar entre estos dos planos?

-No, lo empecé a vivir al tiempo. Qué sé yo, tendría 26 o 27 años, y ya empecé a darme cuenta de que era algo con lo que había que convivir. Lógicamente me hago cargo, pero tener una guardia periodística, si lo mirás en perspectiva es una locura. Es alguien que te está siguiendo en un auto. O asomarte a la ventana de tu casa, y ver que hay un auto parado ahí. Yo sé que sueno muy dramático, pero no deja de ser invasivo. Y ese tipo de cosas uno las va acomodando. Después el tiempo pasa. Justamente hace poco hablaba de cómo también cambiaron ciertos paradigmas de privacidad. Hoy también están las redes sociales donde uno decide qué mostrar. Y no es que te ponen una pistola en la cabeza, sino que uno lo hace por elección. Y está lejos de lo que era antes, cuando te robaban una foto con un teleobjetivo de, por ejemplo, una situación familiar.

Vicuña junto a sus tres hijos mayores, Beltrán, Bautista y Benicio, en la avant premier de Papá X dos

-¿Qué límites tenés a la hora de mostrar tu intimidad en redes sociales?

-Uso las redes pero no tengo un decálogo de qué subir y qué no. Sí más o menos, tengo una intuición de cuáles van a ser mis límites en cada caso. Por momentos me encantaría ser más espontáneo y libre, que es algo que aparentemente le hace muy bien a muchas personas, pero en mi caso la pienso un poquito más. Entiendo también que hoy las redes son una herramienta de trabajo, muy poquitos actores y actrices se resisten porque sirven para comunicar, convocar. Ojo, también es un lugar donde pasan cosas muy lindas. Se arma una suerte de comunidad que está repleta de momentos buenos. Y, por otro lado, hay situaciones de mucho odio, de mucho resentimiento, y de mucha agresión.

-¿Te has sentido mejor tratado que maltratado o al revés?

-Considero que siempre he sido muy bien tratado, si no, no me dedicaría a esto. Mira, yo soy actor y tengo que lidiar con lo que mencionaste, pero porque el cariño, el abrazo, ese reconocimiento es infinitamente superior a la agresión. Y creo que uno busca eso, desde antes de decidir ser actor uno está buscando ese calor, ese cariño, esa aceptación, esa pertenencia.

-Tenés 46 años, ya pasaron veinte desde que te convertiste en actor y comenzaste a transitar ese camino. ¿A dónde estás parado hoy?

-Fue cambiando. He ido viviendo episodios o incluso paradigmas comunicacionales, como la relación a la privacidad, al manejo de crisis. Somos todos testigos de algo sociológico. Hoy hay mucho debate, mucha grieta a propósito de todo. Todo se transforma en un sí o un no, como dicen acá: en un Boca-River, en un tema político. Es buscar una excusa para agredirse. Y eso no es nuevo, porque es parte de la condición humana. Lo que es nuevo es que esté tan amplificado por las redes. Y claro, yo a mis 46 años puedo decir: “Bueno, boludo, poné el teléfono en Modo Avión y a la mierda”. Pero, como embajador de UNICEF, he hecho campañas contra el ciberbullying, y hay chicos que se suicidan por acoso o por hostigamiento en redes sociales; o sea, no es joda. A nuestra edad, uno tiene que tratar de dimensionar y entender. Igualmente estoy levantando una bandera como si yo fuera un tipo perseguido por esto, pero en realidad, como te dije antes, en las redes he encontrado mucho más cariño y afecto que otra cosa.

-Está claro, tanto como que de las críticas en redes nadie está exento.

-El otro día le decía a un amigo, que estaba preocupado con una situación que estaba viviendo: “Hacé el ejercicio de meterte a una nota de un crack, un verdadero crack, tipo Lionel Messi o Rodrigo de Paul, campeones del mundo, personajes populares, queridos, igualmente vas a encontrar comentarios agresivos hacia su persona, hacia su físico, hacia su pareja”. Si le pasa esto a estos mega referentes, ¿qué me va a quedar a mí?

-Vos también has estado en el ojo de la tormenta, ¿siempre tuviste esta templanza o aprendiste a los golpes?

-Siempre a los golpes. Si vos me preguntás a mí, lo ideal es que se hablara de mi trabajo. Que, como te comentaba antes, alguien se me acercara y me dijera: “Tu película me hizo pensar sobre la vida, la muerte, la existencia”. Esa es la pretensión, luego la realidad es esto otro con lo que hay que aprender a convivir. El otro día vino mi familia de Chile y fuimos a comer. Varias personas se acercaron a pedirme una foto, o a decirme algo cariñoso, y alguien me preguntó “¿cómo podés vivir así?”, y para mí está todo bien. Fueron demostraciones de afecto hermosas. No lo padezco, lo disfruto.

-¿Hoy cómo elegís un proyecto?

-Las películas me eligen a mí, eso ya es un honor y un privilegio. Cuando me cae un proyecto, básicamente, lo primero que analizo es el guion, para ver si está relacionado con lo que quiero contar en ese momento. Me he metido en temas que son muy dolorosos o escabrosos, como pueden ser la enfermedad, la muerte, la eutanasia. Después la vida, el universo o los productores se encargan de que te aparezcan otras propuestas. En ese sentido soy un afortunado de poder transitar diferentes géneros. Después de haber hecho una película tan dura como El silencio de Marcos Tremmer, que es sobre una persona que tiene una enfermedad terminal, poder estrenar una comedia tan linda como Papá X dos es un privilegio.

Vicuña, en una escena de Papá x dos

-En ese sentido, ¿qué es lo que más destacás de Papá x dos?

-Que es una película luminosa, que puedo compartir con mis hijos. Pero que a la vez no deja de interpelar al público, con un mensaje que te puede incomodar, que son las nuevas formas de amar, o las nuevas formas de componer una familia.

-Un tema del que hoy en la Argentina se habla mucho. ¿En Chile pasa lo mismo?

-La sociedad chilena es más como mi personaje, Santiago. Hay unos mandatos muy potentes, una planificación, preconceptos. Son más conservadores, hay una iglesia muy potente, instalada desde el Congreso, hasta la calle, hasta los colegios. Obviamente, con sectores más progresistas, pero creo que al lado de la Argentina, estamos un pasito atrás en términos de los hitos que han conseguido ustedes.

-Tu personaje es más bien introvertido, apocado… ¿Te divierte romper con esa imagen que en algún momento se instaló de galán, seductor, fachero?

-Decís que me estoy boicoteando (risas). La verdad es que no tengo un backup muy amplio de galán. Con mucho respeto, hay actores que son emblemáticos de las novelas argentinas de los años 90 o 2000, pero capaz luego han tenido que luchar con estereotipos, que se ganaron por haber laburado veinte años de esa manera. Lo curioso en mi caso es que yo no hice muchas tiras. Lo que vos decís quizás es una etiqueta que me han puesto, pero en general, desde mi trabajo siempre he tratado de buscar a un buen villano, a cierta caracterización, o un proyecto jugado que me comprometa políticamente, algo para moverme un poquito de eso. Esas sí han sido decisiones conscientes. ¿Qué es lo que busco? No sé. Seguramente aceptación. También hay una correlación entre los trabajos que uno hace y la vida. No es casual que me haya muerto en una gran cantidad de películas, o que haya indagado en la enfermedad. A veces mi familia me dice: “Che Benja, ¿otra vez te vas a morir?”. Y sí.

Benjamín Vicuña:

-¿En qué sentido no es casual?

-En el sentido de que tengo un vínculo con la muerte. Tengo una búsqueda, una tensión y a la vez una autoridad, como tenemos todos, para poder hablar de eso. Pero eso no quiere decir que pueda dar un volantazo, y estar haciendo algo familiar. Esa es la gracia de ser actor.

-Pero detrás está la persona que tiene que vivir con eso.

-Es que volvemos al tema de que las películas te eligen. Yo no es que salí a buscar o escribí un guion para hablar de esto, pero por algo se acercaron. Así como estrené hace poco Corazón delator, que era un drama, ahora llega Papá x dos, que tiene que ver con un cambio de espíritu, decir: “Me quiero cuidar un poquito, quiero hacer una comedia, me quiero divertir”. Esa libertad es fundamental.

-¿Qué sentís en esta etapa de tu carrera al poder hacer una comedia como Papá x dos que, como decías antes, podes disfrutar con tu familia?

-Sentís que es volver a empezar, con grandes inseguridades, con miedo como si fuera la primera vez.

-¿Inseguridades? ¿Después de tantos años?

-Es un vértigo muy lindo, que también te hace humilde, sino entrás en una zona de confort falsa y empezás a hacer lo mismo siempre. Hay que tratar de sentir ese grado de incomodidad, de fragilidad, y desde ahí construir. A diferencia de los productores o directores, que a lo mejor están tres o cuatro años con un proyecto, uno como actor puede itinerar, ser un nómade. En un año puedo hacer tres películas y una serie. La búsqueda de hacer algo como Papá x dos era una necesidad, necesitaba hacer una comedia. La decisión que estoy tomando es mía, pero también siento que le puede hacer bien a mi gente, al público, a mis amigos, a mi familia, a mis hijos. Creo que una película así hoy es necesaria, como también son necesarias otras películas de autor, que indaguen en los dolores más extremos, en la ausencia o en el duelo. Quería aferrarme a algo luminoso, que me dé paz. Miro la película, y tengo la sensación de que tiene todos estos valores. Papá x dos es dulce, amorosa, tierna. La ternura es tan necesaria para los seres humanos, tiene que ver con el respeto, con registrar al otro. Esta es una película que tiene esos elementos.

-Además es una película sin villanos.

-Eso es muy interesante. Porque si bien es un tridente especial, no hay villanos pero hay transformaciones, que eso para mí también en el cine es fundamental. Mi personaje comienza siendo obsesivo, neurótico, egoísta, planificado, y termina libre, con el corazón abierto. Es hermoso este viaje.

-¿Tiene todavía tu carrera caminos inexplorados?

-Muchos, nuestra carrera es infinita. Lo lindo es que se va adaptando a nuestras edades. Entonces, no sé si conté todo lo que podía contar entre los veinte y los treinta, aunque hice bastante. Después me vinieron los 30-40, siendo papá por primera vez. Después empecé a contar las historias de los 40, las separaciones, las crisis, los quilombos. Ahora me acerco a los 50 y empieza otro folio, otros conflictos. En el teatro me dan ganas de hacer muchas cosas, me siento más dueño de mi tiempo y de mis decisiones. Tal vez en un futuro dirigir.

-Recuerdo que también escribís.

-Sí, además del libro de mi hija Blanca, escribo poesía, algo de prosa, también algunos textos puntuales en Instagram por alguna ocasión especial. Y en eso encontré una voz que comulga muy bien con la gente, tiene mucho feedback, se arma una comunidad muy linda. Cuando expreso cosas puntuales recibo empatía, uno termina de comprobar que a todos nos sucede lo mismo, que tenemos los mismos deseos, los mismos miedos. Y en un mundo tan individualista, cuando escuchás un eco, es muy hermoso.

-Pero volviendo al inicio, ¿no es también mostrarse demasiado vulnerable?

-Quizás (piensa). Sí, es verdad. Sin intención de armar otra grieta, se dice que hay dos tipos de actores: los que se ponen una máscara y los que se la sacan. A mí me gusta el camino de ir indagando, trabajando con mi propia biografía. Es interesante y sanador, también riesgoso. Mi oficio me ha regalado cosas increíbles, pero no le pido nada. Entre menos le pido más me da, es una buena manera de vivir. Así que vamos a seguir con la cábala, porque estaría funcionando.

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