Lo que se vivió entre el domingo y el lunes aumentó la incertidumbre sobre Miguel Ángel Russo, su salud y la actualidad de Boca. Más allá de lo que marcan los resultados (tres victorias y dos empates en los últimos cinco partidos) y las tablas (cuarto puesto en la zona A del torneo Clausura y segundo en la anual), el contexto referido al estado general del entrenador comienza a condicionar el día a día del plantel.
El domingo, en el imprevisto 2 a 2 contra Central Córdoba en la Bombonera, se vio a un Russo menos participativo que de costumbre, que delegó funciones y apareció escaso de energía. De hecho, la decisión del cuerpo técnico de hacer apenas una modificación (Alan Velasco por Brian Aguirre, a los 29 minutos del segundo período) fue motivo de consulta en la conferencia de prensa posterior. Y Miguel se molestó por ese planteo. “Es una decisión mía y me hago cargo de todo”, respondió en seco.
Un dato llama la atención: fue la primera vez en este ciclo que el cuerpo técnico de Boca hizo solo un cambio. El mínimo, hasta el domingo, había sido de tres.
La discusión dejó al desnudo una contraposición: lo que el público veía en la tribuna y por televisión no coincidía con lo que interpretaba el cuerpo técnico.
Pero lo que es de público conocimiento choca de frente con el hermetismo que hay del lado del club. Mientras se supo que el DT pasó gran parte del lunes internado en la clínica Fleni (donde lo estabilizaron luego de ingresar con un cuadro de deshidratación y fueron sus médicos quienes le dieron el OK para decir presente en la práctica de ayer por la tarde en Ezeiza), LA NACION pudo averiguar que hay decisiones que ya están tomadas.
En cualquier contexto, en todo momento donde Russo no pueda estar presente, será Claudio Úbeda quien quede al frente de la conducción del equipo en los entrenamientos y en los partidos. Esto será así al menos hasta que concluya la actividad de Boca en el Clausura.
Hasta acá, el papel de Russo había sido evaluado en términos futbolísticos. Sus decisiones eran más o menos discutidas según lo que transmitió el equipo y el resultado final de cada partido. La aventura en el Mundial de Clubes, con el insólito empate contra Auckland City incluido, el flojo arranque del semestre y la posterior levantada alimentaban el debate clásico del fútbol. Todo parecía transitar dentro de lo previsible, pero eso cambió entre el domingo y el lunes.
La manera en que se le escaparon dos puntos a Boca en su estadio –después de jugar uno de los mejores primeros tiempos del ciclo, dominar el desarrollo a su antojo y estar 2-0 arriba– abrió otra discusión. Una que no gira solo en torno a tácticas o nombres propios, sino a si Russo tiene o no la fortaleza suficiente para conducir a Boca como el equipo lo necesita.
Detrás de la decisión de no hacer más variantes el domingo pasado hay dos interpretaciones posibles. La primera: que el cuerpo técnico realmente no percibió el riesgo. La segunda: que Miguel no confía en las alternativas que tiene a mano. Los dos escenarios son preocupantes.
Ese banco contaba con nombres de peso en lo nominal, pero con poco rodaje en la práctica: Figal, Pellegrino, Fabra, Advíncula, Alarcón, Belmonte, Braida, Janson, Martegani y Zenón.
Muchos de ellos cargan con ciclos desgastados. Fabra, Janson y Martegani casi no suman minutos desde hace más de un año. Zenón, quien podría haber sido una opción para refrescar la mitad de la cancha, sigue marginado por su intención de emigrar a Europa. Braida, pedido expresamente por Russo, lleva cuatro partidos sin ingresar.
Al margen de esos condicionantes, había alternativas defensivas y de mediocampo que podían haber equilibrado el trámite. Pero Russo y sus asistentes eligieron no utilizarlas. Para ellos, se trataba de una “visión irreal”.
Pero el análisis deportivo no puede separarse de lo que ocurre fuera de la cancha. Russo volvió a ser internado por un cuadro de deshidratación. Recibió el alta en el día y hasta la misma mañana del martes su presencia en el entrenamiento de la jornada fue una incógnita, pero su semblante en los últimos partidos alimentan la preocupación.
La pregunta que sobrevuela es incómoda pero inevitable: ¿está en condiciones de asumir todas las responsabilidades que demanda dirigir a Boca? Porque si bien el propio Miguel insiste en adjudicárselas –“me hago cargo de todo”–, el domingo se lo vio lejos de poder hacerlo con la intensidad que la situación requería.
Por primera vez en forma visible, la salud del entrenador parece incidir en lo futbolístico. Y ese es un escenario nuevo, difícil y hasta doloroso para Boca. Porque Miguel es querido, respetado y valorado. Es, nada menos, que el último DT que condujo al club a ganar la ansiada Copa Libertadores. Pero también sucede que el equipo necesita una conducción clara en un momento donde los resultados marcan la agenda.
Qué hacer con la situación de Russo es algo que el club, su dirigencia y el propio cuerpo técnico deberán decidir cómo manejar. Sobre todo en un club como Boca, donde absolutamente todo se magnifica.