Hace tiempo que en Boca lo que pasa afuera de la cancha pesa más que lo que ocurre adentro. Antes eran las indisciplinas, los roces internos y los conflictos de vestuario los que marcaban agenda. Ahora, el foco está puesto en algo muy distinto: la salud de Miguel Russo. Este domingo, en Florencio Varela, eso volvió a quedar en evidencia. Boca, bajo la lluvia, perdió en la hora ante Defensa y Justicia y no pudo treparse a la punta de la Zona A, pero la noticia principal fue que su técnico no estuvo en el banco. Russo, que pasó casi 72 horas internado durante la semana, por un cuadro de deshidratación, siguió el encuentro desde su casa. Es la primera vez desde que superó el cáncer en 2017 que no acompaña a su equipo, aunque en los últimos partidos había estado con el buzo pero en un rol claramente secundario. El interrogante se impone: cómo seguirá Boca con un entrenador cuya salud hoy le impide trabajar con continuidad al frente del plantel.
A principios de mes, Russo ya había atravesado un episodio similar: una infección urinaria lo obligó a quedar internado, aunque el parate por la fecha FIFA le permitió reaparecer ante Rosario Central, en Arroyito. Esta vez, en cambio, la recomendación médica fue clara. Sumado al mal clima, el DT se quedó en su domicilio aunque su intención era estar con sus jugadores.
Desde el club reina el hermetismo, lo que alimenta aún más la incertidumbre. No hubo partes médicos oficiales y solo trascendió que Juan Román Riquelme le pidió a Russo que priorice su salud y se tome el tiempo necesario. Recién 18 minutos antes del comienzo del partido, Boca publicó en sus redes una placa con la formación del equipo en la que ubicaba a Claudio Úbeda como DT, sin mencionar al ayudante ni mucho menos la situación de salud de Russo. Según pudo saber LA NACION, el técnico no atraviesa un cuadro grave: los estudios son alentadores y no hay rastros de la enfermedad. Pero el tratamiento que sigue para mantener esa situación debilita su sistema inmune y lo expone a infecciones comunes que en su caso requieren cuidados extremos.
En la noche de Florencio Varela hubo además un condimento que hacía tiempo no se veía: Boca llevó público visitante en Buenos Aires por segunda vez desde la prohibición de 2013: la anterior había sido una prueba piloto ante Banfield, en 2017. Sin embargo, ni la derrota ni esa novedad fueron lo más importante. Todo volvió a girar alrededor de Russo y de su ausencia en el banco, mientras su equipo, aun sin él, sigue peleando arriba.
En su lugar, Úbeda se mostró como un técnico más activo al borde del terreno, enérgico en el arranque y con muchas indicaciones para Alan Velasco, que jugaba por su sector. Juvenal Rodríguez, el otro ayudante, estuvo bien cerca aunque sin tanto diálogo como cuando Russo está presente. No hubo teléfonos a la vista en el banco, aunque no se descarta que haya habido contacto con Russo en el entretiempo. Con el correr de los minutos, Úbeda siguió el partido de pie pero dio pocas indicaciones, sorprendió con algunos cambios y terminó sumando un traspié que no le jugó a favor. Tampoco estuvo en la cancha Riquelme, que se ausentó porque era el cumpleaños de su hijo Agustín.
Dentro del campo, Boca no fue el equipo compacto y efectivo que venía de ganar tres partidos seguidos ni tampoco aquel del segundo tiempo con Central Córdoba, cuando perdió la brújula por completo y, sin reacción en la cancha ni en el banco, dejó escapar dos puntos. En una cancha rápida por la lluvia, fue el que mejor se adaptó al terreno pero le costó generar juego y situaciones ante un Defensa en baja -venía de ganar apenas uno de sus últimos cinco partidos- que desde el arranque buscó cortar los circuitos de Boca con mucha pierna fuerte en el medio e intentar lastimar por las bandas, aprovechando la poca ayuda que los volantes brindaban a los laterales. La más clara del primer tiempo para Boca la tuvo Giménez, que definió ancho ante la salida de Bologna. Aguirre no tuvo un buen partido y a Velasco, tan volcado sobre la banda, se le hizo difícil combinar con los delanteros y entrar en juego.
En el segundo tiempo, Defensa arrancó mejor y tuvo tres chances claras: un tiro de Cannavo al travesaño y dos tapadas notables de Marchesin, una arriba y otra abajo. Lo más fuerte, sin embargo, llegó al final, con goles y polémica. El arquero, que venía levantando su nivel, le cometió un penal a Osorio en una salida apurada. Baliño, de muy buen arbitraje, primero lo cobró y después lo ratificó tras la revisión del VAR. Unos minutos antes, Úbeda había mandado a la cancha a Zenón -a quien levantó de la penitencia- y a Herrera, que venía de lesión en lesión y a quien Russo deseaba darle minutos. Y justamente Herrera fue protagonista del empate: le hicieron otro penal y Paredes lo transformó en el 1 a 1. Úbeda también volvió a darle lugar a un jugador que con Russo hacía rato no jugaba: Lucas Janson. Llamó la atención la salida de Merentiel, cuando Giménez no estaba en su noche y la Bestia tenía al menos algo más de conexión con el equipo. Así, Boca pasó de casi ganarlo a perderlo. Una salida en falso de Marchesin en el final terminó con el segundo gol de Osorio, la gran figura de la noche.
Lo mejor del partido
En la conferencia de prensa le preguntaron a Claudio Ubeda por Russo: “Con Miguel hablé hoy, hablé ayer, siguiendo todo lo que nos indica él, aprovecho para mandarle un saludo. Hoy estoy acá porque él no ha podido estar. Se está cuidando y habrá que considerar cuándo puede volver”.
Boca hizo un partido opaco en Varela: un equipo que no estuvo a la altura de las expectativas, un DT improvisado y otro, el verdadero, que sigue sin fecha ni certezas para volver. El equipo dio un paso atrás, y no solo adentro de la cancha.