“Buscan darle sentido a sus vidas”. Qué hay detrás del éxito del retiro para chicos que desde la pandemia no deja de crecer

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Hay dos cosas que es difícil sacarle a los chicos, menciona, desde la puerta del Colegio Carmen Arriola Marín, el director general Andrés Sensini. Una es dinero, dice; la otra es su tiempo. “El hecho de que más de 1600 chicos paguen para pasar Semana Santa acá es muy fuerte”, asevera el directivo durante la tarde del miércoles, con los ojos fijos en una postal que, pese a repetirse cada año, no deja de sorprenderlo: cientos de adolescentes cargados con mochilas pesadas, bolsas de dormir y hasta colchones enrollados -algunos sacados del sillón de sus casas-, saltan de los autos de sus padres y forman una fila que se vuelve cada vez más larga y serpenteante.

Más tarde, tras acomodar sus pertenencias en un aula del colegio, los chicos serán divididos en pequeños grupos con otros adolescentes desconocidos, chicos de otras localidades, quizás con otras realidades de vida. Tan solo 24 horas después, durante la adoración nocturna al Santísimo, algunos de ellos estarán emocionados hasta las lágrimas y abrazarán a los chicos que hasta hace poco eran desconocidos o a sus amigos, en un inmenso galpón a oscuras. Una postal que seguramente el día anterior, mientras hacían la fila para ingresar al retiro, no hubiesen imaginado.

La adoración al Santísimo en la noche del Jueves Santo se hizo a oscuras y con la musicalización del coro, y colmó de emoción a muchos chicos

Estas son imágenes que se repiten año a año, a modo de loop, en Pascua Joven San Isidro, un retiro de cuatro días para adolescentes con más de 3 décadas de historia que, además de ser el evento más convocante de la diócesis, es un llamativo fenómeno religioso y social a nivel nacional. La mayoría de los coordinadores y organizadores no tienen más de 20 años, y, junto con un coro que es de los más famosos dentro de la iglesia católica argentina, congregan multitudes dispuestas a dormir en el piso de un aula o gimnasio durante cuatro noches, hacer largas filas para recibir su ración de comida y pasar las tardes entre actividades, celebraciones y charlas con chicos desconocidos, tomando mate con galletitas surtidas y alfajores Guaymallén.

La convocatoria cayó abruptamente tras la pandemia, pero hace dos años que comenzó a reactivarse y, desde entonces, recibe cada año a más y más chicos. Y no solo de zona norte: pese a que en los últimos años han abierto retiros juveniles similares en distintas diócesis del país, inspirados en la Pascua Joven de San Isidro, la sanisidrense sigue recibiendo cientos de chicos de distintas localidades de la provincia bonaerense, y hasta de provincias como Córdoba y Tucumán.

La celebración y adoración a la cruz del Viernes Santo reunió a los 1600 en el gimnasio del colegio y fue presidida por el obsipo de San Isidro, Guillermo Caride

¿Qué vienen a buscar? La pregunta enmudece por unos segundos a los chicos. Tras la pausa inicial, las respuestas oscilan entre “a Dios” o “una experiencia diferente”, y “porque me lo recomendaron” o simplemente “porque mis amigos venían”.

Frente a la misma pregunta, los organizadores y los adultos a cargo son más frontales: hablan de las inquietudes religiosas de los jóvenes -la mayoría están haciendo el curso de Confirmación en alguna parroquia de la diócesis- y de sus búsquedas existenciales. Pero también nombran la soledad, la angustia y las inseguridades de los chicos, problemáticas propias de la edad que ven exacerbadas por un especie de clima de época que, según diagnostican, tiene entre los principales responsables el exceso de uso de redes sociales.

En la organización del retiro, además de chicos, hay sacerdotes, un diácono y varios matrimonios

“Después de tres años organizando Pascua Joven estoy convencido de que muchos chicos están buscando darle sentido a sus vidas. Los chicos nos dicen un montón ‘me siento vacío’. A veces sienten que su valor depende de cuantos likes tienen o de su vida en las redes sociales. Tienen necesidad de ser comprendidos, amados, no juzgados”, sostiene el presbítero Juan Pablo Pando, más conocido como padre Juampi, vicario de la catedral de San Isidro y organizador general de la Pascua Joven sanisidrense. “Una vez que van ganando confianza en lo que ellos son, se animan a más: aprenden que el dolor no tiene la última palabra, que Dios les regala la esperanza”, dice.

“Acá se viven cosas muy fuertes”, sintetiza uno de los chicos, de 18 años, oriundo de Vicente López, tras salir de la celebración del Jueves Santo. “No es solo lo que vivís por dentro en los momentos de reflexión, también es lo que compartís con tu grupo, chicos que muchas veces están pasando por lo mismo que vos”, explica.

La soledad, un tema común entre los adolescentes que participan de la Pascua Joven

Los adultos que organizan y acompañan el retiro destacan que uno de los grandes temas que traen hoy los chicos es la soledad. “Es una soledad que se da a pesar de que hoy están más comunicados que nunca. También sufren por sentirse incomprendidos por sus padres y por la falta de vínculos genuinos”, sostiene Sofía, una de los más de los 80 adultos que, durante toda la Semana Santa, se turnan para escuchar a los adolescentes. La actividad que ella practica hace seis años dentro del retiro, conocida dentro de la Iglesia como Pastoral de la Escucha, consiste en sentarse en medio del patio con una silla vacía al lado, a la espera de que alguno de los adolescentes que así lo desee se siente a hablar con ella.

Suele haber más de una decena de ministros de la escucha a la vez, y, especialmente en los últimos días del retiro, no suelen tener mucho tiempo libre. “Están acercándose muchísimos chicos a hablar con nosotros. Más que a hablar, vienen a ser escuchados, escuchados sin ser juzgados. Para ellos somos unos NN, entonces se animan a contar lo que les pasa. El solo exteriorizar ya sana un montón”, afirma la psicopedagoga, de 45 años, que prefirió resguardar su apellido.

La celebración de Viernes Santo, presidida por el obispo de San Isidro, Guillermo Caride

Dice también, que, además de una mayoría de chicos que participan de actividades en sus parroquias, como los cursos de confirmación, también participan de Pascua Joven muchos adolescentes sin experiencia dentro del catolicismo, quienes “descubren acá un Jesús amoroso, un Dios que los ama tal como son, lejos de los prejuicios que muchas veces tienen sobre la Iglesia”.

Desconexión de celulares

Más allá de si son o no católicos, los chicos vienen en busca de una desconexión -o, mejor dicho, todo lo contrario: una conexión-. Encontrar la tan ansiada paz mental. En Pascua Joven no se prohíbe el uso de celulares, lo único que no se permite es su recarga, por lo que se invita a los chicos a limitar su uso. “Sorprendentemente, los chicos están más conectados con lo que están viviendo acá que conectados con la virtualidad. De hecho, a muchos adultos de Pastoral de la Escucha y matrimonios que acompañan el retiro les sorprendió ver eso”, destaca el padre Juampi.

En medio del pesimismo con el que se suele hablar de los adolescentes, el vicario de la catedral sanisidrense destaca con insistencia el lado más luminoso de esta generación. “Los chicos tienen algo muy lindo, y es que buscan crecer, buscan encontrarle sentido a sus vidas y buscan la plenitud en el servicio a los demás. Son muy sensibles a la realidad del otro. Una vez que entran en espacios de compartir con pares, conectan enseguida”, sostiene.

Coordinadores rezan antes de la apertura de las puertas de Pascua Joven, el miércoles pasado

Hay muchos que vienen a Pascua en búsqueda, con hambre de sentido, suma. “Muchas veces, charlando, te dicen: ‘Yo vine vacío y me voy con la certeza de que Dios me quiere y, por ende, me hace salir distinto. También hay veces que te comentan que sienten que Jesús los invita a vivir de una manera diferente a la que vienen viviendo”.

Las actividades del retiro son coordinadas por otros chicos un par de años mayores. En Pascua Joven también hay más de 100 servidores, jóvenes que hicieron el retiro en años anteriores y deciden volver como voluntarios para cocinar y limpiar -hasta los baños- durante los cuatro días de duración. “Esta es mi cuarta y última vez -dice uno de ellos, mientras camina hacia la cocina que improvisaron en un pabellón del colegio-. La primera vez era todo entusiasmo; hoy lo veo como una forma más profunda de vivir la Pascua a través del servicio”.

Una crisis que comienza a revertirse

Hace 10 años, Pascua Joven San Isidro tenía más de 3000 participantes, casi el doble de lo que congregó este año. Los organizadores destacan dos factores determinantes: una, la apertura de otros retiros juveniles de Semana Santa inspirados en el de San Isidro en otras diócesis de Buenos Aires y el país. Una segunda es el contexto general de crisis de apoyo a instituciones como la Iglesia que se da en la población en general.

Postal de Pascua Joven antes de la pandemia

Pero un factor que sin dudas impactó en Pascua Joven, en particular, y en la vida juvenil de las parroquias, en general, fue la pandemia, periodo en que Pascua Joven se realizó en versión virtual y llegó a su baja histórica de adhesión. Desde entonces, sin embargo, ha comenzado a crecer nuevamente. El año pasado hubo más de 1300 inscriptos, y este año, más de 1600. Un fenómeno similar ha comenzado a advertirse en las parroquias de la zona.

“Hablando, no solamente con curas, sino también con algunos de los matrimonios de Pastoral de Escucha y otros adultos nos comentaron que estaban viendo que en algunas de sus comunidades estaban volviendo muchos jóvenes a las parroquias, sobre todo al grupo misionero y a los grupos de acciones solidarias” destaca el padre Juampi. Y suma: “Los jóvenes que vuelven a las parroquias vuelven con mucha necesidad de servir, de encontrarse con el otro, obviamente partiendo de la experiencia que ellos tuvieron primero de encontrarse con Jesús”.

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