La prevención existe, el diagnóstico es sencillo y el tratamiento es efectivo si se detecta a tiempo. Entonces, ¿por qué esta enfermedad sigue cobrando vidas? Conocer la respuesta puede salvar la tuya.
Hace algunas décadas, la viruela y la poliomielitis se convirtieron en enfermedades que solo existen en los libros de historia, gracias a la vacunación y a la prevención efectiva. El cáncer de cuello uterino podría estar en ese mismo grupo. Sin embargo, la realidad en nuestro país es muy diferente: en el Perú, cada día se diagnostican 12 nuevos casos y 6 mujeres fallecen por esta enfermedad. Esto no debería estar ocurriendo, y menos en mujeres jóvenes.
El principal enemigo en esta batalla tiene nombre y apellido: Virus del Papiloma Humano (VPH). Se estima que uno de cada cinco peruanos ha estado en contacto con este virus en algún momento de su vida. Sin embargo, tener el virus no es sinónimo inmediato de cáncer. En la mayoría de los casos, el sistema inmunológico elimina la infección. Pero cuando el virus persiste, puede provocar cambios celulares que, con los años, terminan en cáncer.
Entonces, ¿por qué las mujeres jóvenes están siendo diagnosticadas con más frecuencia? Existen varios factores que explican este preocupante fenómeno. El inicio temprano de la vida sexual y la multiplicidad de parejas aumentan las probabilidades de exposición al VPH, especialmente a variantes de alto riesgo como los tipos 16 y 18, responsables de la mayoría de los casos de cáncer cervical.
Otro problema es la falta de control ginecológico. El cáncer de cuello uterino no aparece de un día para otro; su desarrollo es lento y silencioso, pudiendo tardar entre 5 y 15 años en manifestarse. De ahí la importancia del Papanicolaou, un examen sencillo y accesible que permite detectar alteraciones antes de que se desarrollen células cancerosas. Si todas las mujeres se realizaran este examen de forma anual, las cifras serían muy distintas.
La realidad, sin embargo, es preocupante: muchas mujeres no acceden a estos controles. ¿Por qué? Por la falta de acceso a servicios especializados, por el desconocimiento sobre prevención, y por la ausencia de políticas públicas que promuevan estos chequeos de manera obligatoria, tal como ocurre con las vacunas infantiles.
A ello se suma un enemigo silencioso: el estrés crónico, la mala alimentación y la desnutrición, especialmente en zonas rurales o en sectores urbanos vulnerables. Cuando el cuerpo está sometido a niveles elevados de cortisol por estrés, el sistema inmunológico se debilita, permitiendo al virus actuar con mayor libertad. Una dieta pobre en proteínas, vitaminas y minerales también compromete las defensas del organismo.
La buena noticia es que hoy contamos con todas las herramientas para detener esta enfermedad. La vacunación contra el VPH es segura, eficaz y debe aplicarse idealmente antes del inicio de la vida sexual, en niñas y niños entre los 9 y 14 años. Esta vacuna no solo protege a las mujeres del cáncer de cuello uterino, sino también a los hombres de otros tipos de cáncer relacionados con este virus, como el de orofaringe y pene.
Si a esto sumamos controles ginecológicos regulares, el cáncer de cuello uterino debería ser una rareza, no una causa frecuente de muerte. La responsabilidad es compartida: como médicos, como sociedad, como familias y, sobre todo, como Estado. Se necesitan más campañas educativas, más acceso a servicios especializados y, por encima de todo, mayor conciencia de que cuidar la salud no es opcional.
Recordemos siempre que el ser humano es quizás el único ser vivo que no muere por naturaleza, sino por falta de conocimiento. No permitamos que la desinformación siga costando vidas. Prevenir es vivir.