En el punto justo de su madurez como artista, a sus 44 años, conquistando todo el mundo hispanoparlante con su arte y con un futuro que se proyectaba brillante en su relación con el propio Hollywood, Carlos Gardel encaraba la que lamentablemente sería su última gira a finales de marzo de 1935.
Se trataba de un periplo de casi dos meses por distintos países de América Latina, una agenda agobiante, plena de éxitos, desborde de admiradores por cada lugar que visitó y críticas deslumbrantes. Se encontraba, si duda alguna, en el punto más alto de su maravillosa carrera. Había terminado de filmar sus dos mejores películas para los estudios de la Paramount (El día que me quieras y Tango Bar), estudios que ya preparaban un futuro ingreso del artista en un mercado más internacional. También había terminado de reafirmar su contrato con el prestigioso sello discográfico Victor para sus futuras grabaciones; de hecho, el 25 de marzo de 1935, en los estudios Victor de Nueva York, realiza una grabación donde informa que comenzará una gira que incluirá Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Panamá, Cuba y México.
Un par de días después partió en barco desde Nueva York con rumbo a Puerto Rico donde fue recibido en forma extraordinaria. Según el contrato debía permanecer diez días en la isla, pero terminó quedándose casi un mes debido a la demanda popular y al éxito de sus presentaciones. El 23 de abril partió en otro barco rumbo a Venezuela, donde el 25 a la mañana fue recibido nuevamente por una multitud. El furor por su presencia fue inclusive superior al país boricua, la gente se agolpaba junto a las vías en su viaje en tren a Caracas para saludarlo y al llegar a la capital casi destruyen su auto para lograr un autógrafo. Finalmente Gardel terminó siendo llevado en andas hasta su hotel. En Venezuela realizó veinte actuaciones en un mes con lleno total en cada lugar donde se presentó.
Colombia y final
Gardel y su triunfal comitiva, sus guitarristas, el poeta Alfredo Le Pera y su asistente personal entre otros, llegaron a Barranquilla el 5 de junio. Como en los países anteriores, el suceso fue total. Entrevistas, actuaciones en radio, teatros y hasta plaza de toros acondicionadas: la demanda para ver y escuchar al rey del tango no cesaba. Actuó en Puerto Colombia, Cartagena, Medellín y Bogotá, donde debido al clamor popular tuvo que realizar 18 actuaciones en 16 días.
Para entonces dos empresas aéreas locales se disputaban tener el orgullo de transportar al cantante y su comitiva por toda Colombia. Se trataba de Scadta (Sociedad Colombo Alemana de Transporte Aéreo) y SACO (Sociedad Aérea Colombiana). La noche del 23 de junio, Gardel brindó una audición especial en Bogotá para el programa La Voz de la Victor, auspiciada por la SACO. El último tango que cantó fue “Tomo y obligo”.
La mañana del 24 de junio salieron del aeropuerto de Bogotá, con rumbo a Cali, con escala en Medellín al pequeño aeropuerto (aeródromo en realidad) Enrique Olaya Herrera. Luego de comer algo en el propio aeropuerto, la cansada comitiva subió al trimotor de la SACO a las 14.45 con rumbo a Cali. Y luego la tragedia.
El siniestro ocurrió cerca de las 15 en el momento mismo del despegue. El avión F-31 de la SACO que tripulaba Ernesto Samper Mendoza debía trasladar a Gardel y su comitiva al aeropuerto de la Base Militar de El Guabito (SKGB), llamada luego Base Aérea Marco Fidel Suárez de la ciudad de Cali, distante a 416 de Medellín. El avión se hallaba con sus tanques de 450 litros de combustible lleno, un exceso de peso en su parte posterior donde se encontraba el nutrido equipaje de Gardel y acompañantes, los 12 rollos de las películas que había terminado de filmar en Estados Unidos y un pesado telón que debían transportar a Cali.
El siniestro ocurrió cuando la nave piloteada por Samper Mendoza, después de carretear e intentar infructuosamente levantar vuelo, chocó a las 15.05 con otra aeronave de la empresa rival, Scadta (un F-31 llamado «Manizales» que pilotaban dos alemanes, antiguos pilotos militares: Hans Ulrico Thomas, de 26 años y William Fuerts, de 29, más 5 pasajeros) que se encontraba estacionada a una distancia de 90 metros, aguardando el despegue del vuelo de SACO.
Durante décadas se alimentaron las más disímiles (y disparatadas) teorías sobre la razón y las circunstancias del siniestro: desde una inusual ráfaga de viento que la hizo chocar contra el otro avión, que Samper Mendoza subió alcoholizado, que hubo una pelea a tiros dentro del avión entre Gardel y Le Pera en el momento del despegue, o que fue fruto de un atentado de una suerte de guerra comercial entre las dos empresas rivales dueñas de los dos aviones.
Falla humana
Hace unos siete años, el ingeniero mecánico Guillermo Artana, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y director del Laboratorio de Fluidodinámica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (UBA), aportó una nueva explicación sobre lo sucedido en Medellín. En su trabajo “Algunos cálculos sobre la mecánica del accidente de aviación de Carlos Gardel”, Artana sostuvo que hubo una falla en uno de los motores, y el piloto, en lugar de abortar la maniobra de despegue, decidió seguir adelante. Llegó a esta hipótesis a partir de un modelo de simulación matemática, la minuciosa revisión documental sobre el dictamen realizado en su momento por la justicia colombiana y la reconstrucción, mediante las nuevas tecnologías, del estado de la pista, las condiciones climáticas, el peso y las dimensiones de la aeronave, la fuerza de fricción y su orientación respecto del viento.
Según el trabajo de Artana: “Los peritos colombianos dictaminaron que, al momento del despegue, un viento lateral provocó que la aeronave, pesando 7 toneladas, se desviara 90 metros de sus 300 de recorrido, lo que provocó su impacto contra otro avión que estaba estacionado. Con esta información, hice los cálculos y los comparé con las trayectorias de las huellas del avión hasta el impacto, y no daban”, sostuvo. “Además, había varios indicios de que un viento tal para desviar a semejante aeronave, era imposible. Por ejemplo, en fotos tomadas instantes después de la colisión, en las que se veía gente corriendo con los sombreros puestos, que de otra forma se habrían volado”.
Según las investigaciones de Artana, lo que finalmente provocó el accidente fue un error del piloto que en lugar de abortar la maniobra de despegue, como estaba recomendado según el propio manual de la aeronave, intentó enderezar el avión sin éxito.
Las víctimas del avión de la SACO fueron 17. Junto a Carlos Gardel estaban Guillermo Barbieri, Alfredo Le Pera, José Corpas Moreno, Alfonso Assaf, Angel Domingo Riverol, el piloto Ernesto Samper Mendoza, el radio operador Willis Foster, Celedonio Palacios (empresario chileno) y Henry Swartz (promotor de espectáculos). Alfonso Assaf y el gran guitarrista Angel Domingo Riverol sobrevivieron al siniestro pero lamentablemente fallecieron unos días después. Los únicos sobrevivientes fueron otro de sus guitarristas, José María Aguilar, el catalán José Plaja que era secretario e intérprete de inglés de Gardel, y Grant Flynn, un empleado de la empresa SACO.
El cuerpo totalmente quemado de Gardel fue identificado por su dentadura y por una pulsera de oro que llevaba su muñeca izquierda con la inscripción “Carlos Gardel – Jean Jaures 735”, su domicilio materno en el querido Abasto porteño donde ahora funciona el museo con su nombre.
En el llorado accidente de Medellín murió el hombre y nació el mito eterno. El que, tal vez, proféticamente, se despidió la noche anterior con estas, sus últimas palabras en público: “Me voy con la impresión de quedarme dentro del corazón de los bogotanos. Voy a ver a mi vieja, pronto. No sé si volveré, porque el hombre propone y Dios dispone. Pero es tal el encanto de esta tierra que me recibió y me despide como si fuera su hijo propio, que no puedo decirles adiós, sino hasta siempre”.