La historia reciente de Boca venía marcada por una estadística inquietante: doce partidos sin ganar, la peor racha de la historia del club. Un presente que amenazaba con dinamitar el proyecto de Miguel Ángel Russo y, sobre todo, la paciencia de un público acostumbrado a exigir lo máximo. Pero justo en ese instante difícil apareció un protagonista inesperado: Carlos Palacios.
El mediocampista chileno, resistido por su irregularidad y sus problemas de conducta, encontró en los últimos tres partidos una especie de renacimiento. Sus asistencias, su entrega y, sobre todo, su nueva actitud dentro y fuera de la cancha coincidieron con el resurgir colectivo: Boca hilvanó tres triunfos consecutivos (ante Independiente Rivadavia, Banfield y Aldosivi), recuperó aire en el torneo local y volvió a instalarse en la zona de clasificación a la Copa Libertadores 2026.
El momento bisagra se dio en Mar del Plata, el domingo pasado, en la visita a Aldosivi. El encuentro estaba cerrado, incómodo. Hasta que Palacios apareció en una acción que resume su transformación. Primero, cortó con sacrificio un contraataque que podía costar caro. Y esa misma jugada envió un centro desde la derecha que pareció teledirigido a la cabeza de Lautaro Di Lollo para anotar el 1-0 sobre el final del primer tiempo. En un abrir y cerrar de ojos mostró dos facetas: la del obrero que marca, corre y quita, y la del creativo que frota la lámpara y resuelve.
Ese doble aporte –defensivo y ofensivo– no era algo habitual en su repertorio desde que llegó a Boca. Y fue justamente lo que destacó después en diálogo con El Canal de Boca: “Boca te exige ser un jugador más completo, la verdad que me he preparado para eso, me lo han pedido y obviamente que me ayudan un poco en ese tema. Estoy feliz de haber recuperado la pelota y dado la asistencia, me pone muy contento haber ayudado al equipo”.
La redención de Palacios no puede entenderse sin contextualizar su recorrido reciente. Llegó como primer refuerzo de la era Gago, recomendado por Juan Román Riquelme, con la etiqueta de “joya chilena” y tras una buena tarea en la Libertadores 2024 con Colo-Colo, eliminado por River en cuartos de final. Sin embargo, su adaptación fue accidentada.
Un episodio marcó un antes y un después: perdió un vuelo desde Santiago y llegó tarde a un entrenamiento. Gago lo marginó de la convocatoria y, con ello, puso en duda su compromiso. Tiempo después, ya con Miguel Ángel Russo en el banco, el mediocampista fue castigado nuevamente: declaraciones poco felices sobre su vida privada y molestias físicas que el Departamento médico del club no pudo comprobar tras el Mundial de Clubes lo sacaron de escena una vez más. Entre el 18 de julio y el 17 de agosto, Palacios no jugó un solo minuto.
Fueron días pesados. En lo deportivo, Boca no levantaba. Y en lo personal, su nombre circulaba más por cuestiones extrafutbolísticas que por goles o asistencias. “Fueron momentos difíciles, turbulentos. Se dijeron cosas feas e innecesarias”, reconoció ahora, con otra serenidad, en una entrevista con El Canal de Boca.
Lo que evitó que Palacios quedara a la deriva fue el vestuario. Él mismo lo confesó:“Me siento feliz acá adentro, me dan mucho apoyo, tengo unos compañeros que me dieron consejos y me acompañaron en momentos difíciles”.
Ese sostén colectivo se tradujo en el campo. Desde su reaparición en Mendoza, ante Independiente Rivadavia, se lo notó distinto: asistió a Miguel Merentiel, repitió frente a Banfield y volvió a ser determinante contra Aldosivi. Tres partidos, tres contribuciones directas en goles.
Russo también jugó su parte. En un movimiento táctico clave, reconfiguró el mediocampo con Rodrigo Battaglia y le devolvió la titularidad al chileno. La apuesta resultó: Boca ganó y Palacios recuperó confianza.
El renacer del jugador coincide con la levantada general del plantel. “Nos hicimos un grupo muy fuerte. Hablamos lo que teníamos que hablar dentro del vestuario y eso nos ayudó muchísimo en hacernos más fuertes cada día”, aseguró Palacios. No es casual: la mejoría de Boca no parece individual sino colectiva, fruto de un compromiso renovado.
En esa sintonía, el propio futbolista fijó la vara alta: “Lo que nos propusimos fue sacar nueve de nueve en los últimos tres partidos. Necesitábamos esos nueve puntos”. El objetivo se cumplió y el clima cambió.
El nuevo desafío está claro y es tan complejo como lo logrado hasta aquí: sostener el nivel. Palacios ya sabe lo que significa equivocarse en Boca: no hay margen para las distracciones. Por eso, el domingo 14 de septiembre en el Gigante de Arroyito, ante Rosario Central, tendrá una nueva prueba para confirmar que su renacimiento no es una casualidad.