Es la cuarta vez que Carlos Zanón visita la Argentina pero esta, dice, la nota distinta. En el ambiente se respira otro aroma. La última vez —piensa— fue hace unos ocho o nueve años. “Sí, distinta. De todos modos es el día a día lo que tienes que evaluar. Se ve que la gente habla menos de política, por ejemplo. Eso es algo que me ha sorprendido. Hace diez años, cuando entrabas a un taxi o en un bar, todo el mundo hablaba de política. Ahora parece que la gente está bastante escaldada de hablar de política. Entonces hablamos de otras cosas, de la eliminación de River, y ya está”.
Este escritor nacido en Barcelona en 1966, autor de una veintena de libros —varios poemarios, también libros sobre música y un incipiente énfasis en la novela en los últimos años—, es uno de los grandes invitados del festival Semana Negra BA 2025. Hoy a las siete de la tarde va a estar junto a Claudia Piñeiro en una charla titulada “Charco noir: el género a un lado y otro del Atlántico”. Será en la Casa de la Cultura con la moderación de Hinde Pomeraniec. Y mañana, viernes, a la seis y media de la tarde conversará con Gabriela Saidon en el Centro Cultural de España en Buenos Aires.
“A la Argentina me unen los libros. Desde chaval ya leía autores argentinos”, dice del otro lado del teléfono, y recuerda a uno con mucho cariño: «Julio Cortázar para mí fue una fascinación». “He seguido leyendo las cosas que se hacían aquí. Tengo muchos amigos. Selva Almada, Claudia Piñeiro, Gaby Cabezón. La verdad es que tengo muchas referencias de lo que está pasando aquí“, dice quien hoy se ha vuelto una referencia en la novela negra. Su último libro, Love song (Salamandra, 2022), cuyos personajes viven con la máxima que “todo en la vida pasa una vez y media”, es una buena muestra.
El ingreso de Zanón al género negro fue “muy casual”: “No era consciente, porque en España el género negro es muy flexible, no es sólo el policial y las categorías no son tan marcadas como en otros países. A mí, como autor, el género puro y duro no me interesa. Me interesa más la tradición, que quizás viene de Patricia Highsmith, de una novela psicológica, una novela existencialista también. Me interesa más el por qué que el quién mató a quién: por qué suceden las cosas, qué harías tú en una situación determinada, qué pasa en las ciudades, de qué manera gestionamos las familias».
“Me interesa más explorar ambientes y personajes, también todo aquello que se mezcla con el fantástico, con lo histórico o simplemente con la novela costumbrista de toda la vida. Me interesa, sobre todo, una mirada negra”, dice Zanón y se pone su propio traje, el que más cómodo le queda, porque es el suyo, el que tiene “un cierto pesimismo, un cierto determinismo quizás”. “Mi mirada como escritor, mi visión de la sociedad, es más pesimista y determinista en el sentido de que el destino es el carácter. Lo que te va a pasar es como eres y de ahí no puedes escapar por mucho que lo intentes. Me interesa ese tipo de mirada en donde no hay salida. Es lo que yo llamo mirada negra”.
Antes de Love song y Taxi, antes de resucitar al emblemático detective de Manuel Vázquez Montalbán con Carvalho: problemas de identidad, incluso antes de Yo fui Johnny Thunders y de Tarde, mal y nunca, lo que había en Zanón era un poeta. “La poesía es la manera en que gestiono la literatura: trabajar las palabras y el contexto. Toda literatura, si es literatura, es música, y si es música, es poesía. Nos gusta cómo nos explican las cosas, más que lo que nos explican: las palabras que eligen, el tiempo, la musicalidad. La diferencia entre redactar y escribir es la música”.
En los sesenta y setenta, en la casa familiar de los Zanón no había libros desperdigados por las habitaciones ni una pila de títulos sosteniendo una maceta con un potus. Mucho menos una colorida biblioteca. Sus padres no eran grandes lectores, sin embargo le insistían con los beneficios de la lectura. A su padre le gustaba un libro, tal vez el único, Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas, y se lo inoculó. “A mí tampoco, cuando era crío, me gustaba leer, pero sí me gustaba mucho Los tres mosqueteros. Lo leí muchísimas veces. Ese fue mi primer contacto con la literatura», agrega.
En el fondo del recuerdo aparece un tío, docente de primaria que murió en un accidente de tránsito. Cuando Carlos Zanón se fue a vivir con sus abuelos se encontró con su biblioteca. “Leer esos libros fue una manera de estar en contacto con él. Era una biblioteca absolutamente heterogénea, desde Cómo aprender kárate en treinta lecciones a una colección sobre las cien mejores obras de la historia. Recuerdo Lord Byron, Bécquer, Julio Verne, Emilio Salgari, los cuentos de Cortázar. Leía Madame Bovary a una edad que no entendía nada. Todo era como un misterio, un código secreto».
“Somos historias”, dice Zanón. “Nos explicamos todo como historias y creo que eso tiene que ver mucho con la ficción y con la función literaria. El hecho de abrir un libro, que es hecho individual, me parece que es algo imparable, algo siempre muy subversivo”. Ni las pantallas podrán, opina Zanón, porque “el libro es un enfermo con una salud de hierro”. “Leer no nos hace mejores, pero sí nos abre la cabeza y nos permite vivir otras vidas, porque con la que tenemos no nos es suficiente. Eso creo que es lo que dan los libros. A diferencia de otras plataformas, exige un esfuerzo, y es recompensado”, concluye.