MAR DEL PLATA.- “Huele a que fue a propósito”, dice una veinteañera que se asoma hasta la angosta puerta y ve, casi 12 horas después del incendio, un último y pequeño foco sobre el fondo de la propiedad. “Seguro”, responde otro que llegó en moto, y mira por sobre el muro de piedra a nivel de vereda y lamenta que el fuego se haya llevado otro pedazo del patrimonio histórico y arquitectónico de la ciudad con la reducción a cenizas de la “Casilla Blaquier”, una construcción de madera y chapa que tenía más de un siglo en pie y estaba incluida en el listado de bienes inmuebles protegidos por el municipio.
A medianoche ingresó el llamado telefónico al cuartel de bomberos para pedir ayuda porque ardía esa construcción que da frente a la calle Alvear, a 100 metros de la costa, y que sobrevivía en una manzana dominada en todos sus frentes por enormes torres.
El inmueble estaba publicado por la inmobiliaria Robles Casas & Campos –según se pudo conocer, cotizada en una suma cercana al millón de dólares- y se aclaraba que estaba sujeto a analizar “propuestas de inversión y desarrollo”. Justo enfrente también está a la venta el histórico e imponente chalet de la misma familia Blaquier, lindero con la Villa Ortiz Basualdo, donde funciona el Museo Castagnino.
Esa casilla era una de las seis que a principios del siglo pasado construyó John Wright, un inglés llegado desde Liverpool y radicado en Buenos Aires que encontró en la costa una oportunidad para desarrollar esta alternativa de vivienda básica. “Son una garantía del trabajo esmerado que hacemos”, se leía en el aviso que publicaba. Su mano estuvo también detrás de las casillas en estaciones de ferrocarriles y aquí en otras muy pequeñas, sobre la playa, que en aquellos tiempos de Belle époque se usaban como cambiadores para quienes iban camino al mar.
Intervención judicial
La Justicia tomó intervención en este caso de incendio con la participación de la fiscal de turno, Florencia Salas, que ordenó algunas medidas. Entre ellas, los peritajes de rigor que deberán determinar –entre otros datos- si se trató de un hecho accidental o si hubo alguna intencionalidad. A tal efecto también se solicitaron registros de las cámaras de seguridad y de testimonios en procura de sumar más elementos que permitan reconstruir los momentos previos e inmediatamente posteriores al inicio del fuego.
“Me quedé pasmada, sorprendida cuando vi los videos en redes”, asegura Vicky Gazzanega, guía de turismo, que junto a Andrea García, comparte el proyecto @caminatasguiadasmdp que contempla circuitos de inmuebles de valor histórico y patrimonial. “La demolición te da tiempo a asumirlo, pero el fuego es peor, es un shock”, dijo a LA NACION y recordó que este mismo martes por la tarde realizaron la última recorrida por el exterior con un grupo de turistas y tenían previsto para este miércoles otra con una viajera de Buenos Aires.
La historia
La “Casilla Blaquier”, como se la conocía, se mantenía en condiciones de fragilidad. Los vecinos confirman que estaban habitadas mayormente por gatos y no advirtieron, al menos quienes fueron consultados por LA NACION, de situaciones de intrusión.
La historia que acompaña ese circuito de la calle Alvear, entre Colón y Bolívar, da cuenta de la construcción de este inmueble en 1903. Fue encargado por Benjamín Anchorena, dueño de otras seis similares en esa misma manzana de buena altura y pendiente natural hacia el paseo costanero. Tenía una vista plena al mar por aquellas épocas, libre todavía de la propiedad horizontal.
Esta casilla en particular la compró la familia Blaquier para ser usada en principio como obrador del chalet que estaban construyendo justo enfrente, en la Loma de Stella Maris. Una vez concluida la hoy denominada “Villa Blaquier”, la casilla se despejó de baldes, palas y bolsas de cemento y se convirtió en la vivienda del personal de servicio de sus dueños. Como ocurrió durante la primera mitad del siglo XX, esas casas de veraneo tenían uso solo desde las fiestas de fin de año hasta fines de marzo.
“A quienes participaban de estas recorridas les sorprendía siempre ver mansiones como la Villa Ortiz Basualdo o Villa Blaquier, con grandiosidad y pintoresquismo inglés, y ahí nomás una casillita casi prefabricada, en una gran ubicación y convertida en un complemento real de la historia de los orígenes de la ciudad”, detalla Gazzanega.
El fuego
Las llamas avanzaron muy pronto sobre la casilla, según relatan los vecinos y confirman los bomberos, que intervinieron con tres dotaciones del Cuartel de Centro y del Destacamento Puerto. Una referencia de la dimensión del incendio es que estallaron cristales del segundo y hasta del tercer piso de uno de los edificios vecinos, por el efecto del calor.
A mediodía todavía había mucho humo y algo de fuego. Se veían los tirantes carbonizados y unos pocos todavía estaban en pie, correspondientes a los sostenes verticales de lo que era una pared lateral. Las viejas chapas estaban desparramadas por el piso, lo mismo que parte del portón del acceso principal y también la reja de buen porte que oficiaba como cierre a nivel de la vereda, derribada por los bomberos que debieron cortar cadenas y candados.
La “Casilla Blaquier”, de Alvear 2149, estaba incluida en el listado de edificios declarados “de interés municipal” por la comuna de General Pueyrredon a partir de la sanción de la ordenanza N°10.075, promulgada en agosto de 1995.