Celia Cruz: el hit que la hizo triunfar en la Argentina gracias a la insistencia de un productor y el día que vino a grabar con Los Fabulosos Cadillacs

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Este martes 21 de octubre se conmemora el centenario del nacimiento de Celia Cruz. Pero si se buscan los momentos más relevantes de su vida, seguramente no será este mojón sino aquellos que marcaron un antes y un después en su carrera.

Celia Cruz, La reina de la salsa

Efectivamente, La reina de la salsa (y del “Azúcar”, palabra que repitió hasta el cansancio en sus actuaciones) o la Guarachera de Cuba, había nacido en La Habana, el 21 de octubre de 1925 y logró hacer un camino musical que atravesó épocas, generaciones y países. Se lució con una agrupación emblemática de su país, La Sonora Matancera. Un año después de la Revolución Cubana, viajó a México para actuar durante un largo tiempo y decidió no volver a su país. Luego puso rumbo a los Estados Unidos, donde desarrolló su segunda carrera.

Cómo nace la muletilla “azúcar”

Fue una voz clave en el surgimiento de la salsa, ese movimiento artístico de la década del sesenta y del setenta que tuvo a grandes nombres, incluido el suyo, de la música del Caribe. Pudo dormir en su propios laureles pero siguió subiendo a los escenarios casi hasta su último día de vida. De hecho, uno de sus más grandes éxitos, “La vida es un carnaval”, le llegó a finales de la década del noventa, pocos años antes de su partida.

La anécdota del grito “azuuuúcar” tiene la simpleza de aquellas cosas que perduran. Era 1964 y se encontraba cantando en un cabaret de Miami. En sus shows, de más de una hora y media, solía hacer una pausa para que sus músicos descansaran unos pocos minutos. Solía contar alguna anécdota en clima de café concert, antes de que la orquesta volviera a sonar. Una vez contó una muy sencilla, que hablaba de que el café que se consumía en Cuba era muy fuerte y era necesario tomarlo con azúcar. Su charla, con el mozo de un restaurante, se convirtió en su más famosa muletilla. Un día decidió no contar más la anécdota. Simplemente salía del camarín al grito de “Azúcar, azúcar”, y el público, apenas con esa señal, estallaba en aplausos.

El abrupto final

Su muerte, en 2003, a causa de un cáncer fulminante, también tuvo azúcar porque hubo congoja pero también celebración. Falleció a los 78 años, en su casa de Fort Lee, Nueva Jersey. Sus restos fueron trasladados a Miami, donde la gran comunidad cubana allí residente la despidió durante dos días y, luego, las exequias finalizaron en Nueva York.

Pedro Knight (segundo a la izquierda), en la Catedral de San Patricio, durante el último servicio religioso en honor a su esposa, Celia Cruz

En las crónicas de las agencias de noticias que cubrieron la despedida de Miami, se podía leer: “Decenas de miles de personas desfilaron ante el féretro de la cantante cubana Celia Cruz, expuesto en el interior de un edificio histórico del centro de Miami. Al atardecer, los admiradores, en su mayoría originarios de todos los países de América Latina, salieron en procesión fúnebre hacia el templo católico de Gesu, en donde se ofreció una misa de cuerpo presente. Bajo un sol inclemente, la larga fila de admiradores se extendió por hasta 1200 metros (…) El homenaje póstumo a Cruz duró desde las 10 a las 19 y en medios de Miami fue comparado con los funerales de otros grandes artistas latinoamericanos, como Carlos Gardel y Pedro Vargas. En la iglesia Gesu un grupo de artistas, entre ellos Gloria Estefan y Carlos Vives, se habían reunido para interpretar a coro cantos en memoria de la cubana”.

La despedida en Nueva York también tuvo características similares, pero con pompas y una espontaneidad latinoamericana que se cruzó con la solemnidad del oficio religioso. Con el ataúd forrado en una bandera de Cuba, el cortejo, que incluyó una carroza blanca tirada por caballos, hizo una larga procesión hasta la catedral de San Patricio, donde se realizó una misa, antes del último adiós en un cementerio del Bronx. Dentro de la iglesia se escuchó el Ave María, en respetuoso silencio, pero también una versión a capella de “La vida es un carnaval”, interpretada por el cantante norteamericano Victor Manuelle.

Esta canción, escrita por un argentino instalado hace décadas en Miami, fue una especie de bis en la extensa y exitosa carrera de Celia. Además, su ingreso definitivo al mercado argentino, algo nada fácil porque, hasta entonces, la salsa era la música de un público reducido en nuestro país. La primera vez que llegó a la Argentina no fue a caballo de su gran hit sino, una década antes, para su famosa colaboración con Los Fabulosos Cadillacs.

Su grabación con Los Fabulosos Cadillacs

Todo comenzó en una situación de sobremesa en la que participaron Jerry Masucci, uno de los fundadores del mítico sello discográfico salsero Fania Records, Vicentico y el productor Bernardo Bergeret. Medio en broma, el cantante de los Cadillacs le dijo a Masucci que trajera a Celia a cantar a la Argentina. El hombre se lo tomó en serio. Tanto que, al poco tiempo, la diva aterrizaba en Ezeiza con su inseparable marido Pedro Knight, para grabar con los Cadillacs en un estudio porteño. “Jerry vio una oportunidad para que Celia entrara en la Argentina -recuerda en diálogo con LA NACION el tecladista de los Cadillacs, Mario Siperman-. Llegó al estudio con ‘Peter’, escucharon ‘Vasos vacíos’ y como tenía un profesionalismo tan grande, a los diez minutos tiró una toma que fue increíble. Peter estaba en silencio, en el estudio del viejo Panda; y Celia lo miraba pidiendo aprobación. El aprobaba con la mirada. Cuando lo hacía, Celia se quedaba contenta. Se grabó muy rápido, en dos o tres tomas. Y como se hizo rápido, le dijimos si no quería cantar otra y le mostramos ‘Más solo que en la noche anterior’, donde también cantó un poquito».

“Vasos vacíos” se publicó en el disco El ritmo mundial, de 1988, pero debieron pasar varios años hasta que se convirtiera en un hit, gracias a que volvió a aparecer en un compilado que llevó, como título, el nombre de esta canción. “En ese compilado, donde también está ‘Matador’, verdaderamente se convirtió en un hit. Creo que hoy es el primero o el segundo tema de Cadillacs más escuchado en plataformas. Muchas veces pasa esto con algunas canciones. Muchos años después, por algún motivo, trascienden”.

Después de la grabación de Celia apareció Andrés Calamaro [productor del álbum El ritmo mundial], que puso un steel guitar. “Andrés sí tenía muy claro quién era Celia Cruz. En la compañía discográfica no tanto. Ese fue uno de los motivos por el que no terminó siendo el tema de difusión de aquél disco”.

“La vida es un carnaval”, el gran hit tardío

Algo similar pasó con la llegada de Celia a los escenarios argentinos. También hay una buena anécdota detrás. O dos. Lo primero que hay que decir es que “La vida es un carnaval”, pieza escrita por el argentino Víctor Daniel, está relacionada con un hecho trágico. Era julio de 1994 y el compositor se encontraba en Caracas. Encendió el televisor y vio las imágenes que llegaban desde Buenos Aires. Era el atentado a la AMIA y fue el testimonio de una mujer lo que lo motivó para componer la canción: “Sus palabras y su llanto me conmovieron. De alguna u otra manera yo le decía a través de la pantalla: ‘señora, nadie está solo en el mundo, siempre hay alguien detrás de usted’. Entonces, ahí me senté al piano y comencé a componer la canción”.

Todo aquel que piense que la vida es desigual / tiene que saber que no es así / Que la vida es una hermosura, hay que vivirla. (…) Ay, no hay que llorar / Que la vida es un carnaval / Y es más bello vivir cantando.

“La vida es un carnaval” es un himno al optimismo. Y eso, con la voz de Celia Cruz, se amalgamó perfectamente, a pesar de que su ritmo no estaba dentro de los cánones que solía interpretar la cantante. De todos modos, si ya había grabado con Los Fabulosos Cadillacs, bien podría meterse en el ritmo pachanguero de esta composición, aunque no tuviera los acentos tumbados a los que la diva de la salsa estaba habituada.

El disco de Cruz, Mi vida es cantar, se publicó en 1998. El mendocino Alberto Moles -que terminó convertido en uno de los fundadores y director de la discográfica PopArt Discos- para finales de los noventa llevaba menos de una década trabajando en Buenos Aires para la industria musical. Moles era de los que pensaba que la vida era “desigual” (como dice la canción), porque había perdido su trabajo en una compañía discográfica multinacional. Pero la canción también dice que es un carnaval, que hay momentos malos y luego todo pasa.

Un día, tras revisar los catálogos del sello local Sum Records, le dijo a sus jefes que Juan Alberto Mateyko le había pedido una copia de aquella canción de Celia Cruz. En su entorno, que era el mundillo de la difusión en medios de los lanzamientos discográficos, no apostaron fichas a la canción porque las producciones de Celia Cruz nunca pasaban de las 5000 copias vendidas. Pero esta vez se torció el destino. “Lo escuché varias veces, para la quinta, en la oficina estábamos todos bailándolo y cantándolo. ‘Esto es un hitazo’, pensé. Le di el disco a Mateyko. Después conseguí un convenio de difusión con otra radio pero finalmente la discográfica no lo firmó. Igualmente se convirtió en un hit, más de un año después de la salida del disco. A finales de los noventa, principios de 2000, estaba todo muy mal. Creo que la gente necesitaba una canción que le diera esperanza y este tema tenía todo para eso”.

Entre septiembre y diciembre de aquel año, ese techo de 5000 discos que tenía la música de Celia fue multiplicado varias veces. Se vendieron 105.000 copias del CD. «Hice una apuesta, dije que venderíamos más de cien mil y la gané“, cuenta Moles.

El triunfo llegó a oídos de Celia Cruz, quien, y a pocos meses de ese sacudón de ventas, llegó a Buenos Aires para cantar. Se enteró quién había sido el responsable de la difusión y quiso conocerlo. Lo llamó para que fuera al hotel donde se encontraba alojada. “‘Ya me contaron todo lo que hiciste’, me dijo. Y me hizo la señal de la cruz en la frente. Fue una época linda y eso me ayudó mucho porque saqué mucha fuerza personal. Cuando uno tiene una gran canción y a un gran artista, no importa que esté trabajando para una empresa independiente o una multinacional. Si uno le pone esfuerzo termina teniendo un gran hit “. Y así fue.

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