Este domingo se conmemora el centenario del nacimiento del escritor Haroldo Conti, secuestrado en mayo de 1976, en Villa Crespo, tras el golpe militar. Tenía cincuenta años, era padre de dos hijos, periodista, militante político y autor de cuatro novelas y tres libros de cuentos. Había nacido en la localidad de Chacabuco, donde una calle, un jardín de infantes y la Casa de la Cultura llevan su nombre. En esta última, ubicada en Moreno 178, se exhibe hasta junio la muestra Como un león, organizada por la Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires, que repasa vida y obra del escritor y periodista.
Tres princesas transatlánticas se subieron a la ola revolucionaria ante la tormenta del mundo
Antes de que Jorge Videla reconociera, en 1980, ante la agencia EFE, que Conti estaba muerto, estuvo detenido en Coordinación Federal, la Escuela de Mecánica de la Armada (donde, por decisión del Gobierno, permanece cerrado el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti), Campo de Mayo, El Vesubio y la cárcel de Devoto. Escritores argentinos y extranjeros, como Ernesto Sabato, Jorge Luis Borges, Leonardo Castellani y Gabriel García Márquez reclamaron a los militares por Conti, sin resultados. Su nombre aparece en la lista de desaparecidos.
Esta mañana, en la Casa Museo Haroldo Conti (arroyo Gambado y Leber, delta de Tigre, provincia de Buenos Aires), empezó una vigilia en homenaje al autor de En vida de la que participan escritores, editores y lectores con lecturas, conversaciones y talleres. En esa casa, que Conti había comprado en 1955, escribió su primera novela, Sudeste, y varios de sus cuentos.
“Lo hacemos en el marco de la reapertura de los talleres en la Casa Museo Haroldo Conti por parte del Municipio de Tigre -dice a LA NACION el escritor y sociólogo Sebastián Russo, director de la Casa Conti-. Lo hemos llamado ‘Taller Conti, reparación y construcción de memorias’ y cuenta con una visita al predio y la casa y un taller de crónicas isleñas”. Se puede acceder libremente con aviso previo al mail [email protected].
Para Russo, el legado contiano se vincula con “un tipo de escritura cercana a la vida de las personas comunes, una cercanía no solo en términos temáticos sino también en los modos de habla, tonos y cadencias”. Pescadores, trabajadores rurales, vagabundos, niños, ancianos, amigos y enamorados integran el elenco narrativo de Conti.
“Hoy, su figura se actualiza por una perspectiva colectiva de narración -agrega-. Conti prefiere contar las historias de las personas y borronear su propio nombre, en contra del afán individualista incluso, o sobre todo, en la literatura”.
Russo es autor, entre otros títulos, de La parva muerte o la memoria de los otros (Milena Caserola, 2018), que recrea con palabras e imágenes una historia familiar donde converge la presencia de Conti. “Mis prácticas de escritura se vinculan con él en esta búsqueda de amplificar voces, en mi caso más atravesado por una perspectiva autobiográfica y ensayística, pero con el tono vitalista, en un intento de vincular un modo de vida y un modo de escritura, que forma parte de su legado -dice-. Ese libro da cuenta de una recuperación de una historia no sabida de mi familia, pero que podría ser la de otros, que tiene a la dictadura militar como resonancia espectral. Eso me acercó a Conti, a su crónica ‘Tristezas del vino de la costa’ [publicada en la revista Crisis, en 1975], no solo por la figura y evocación fantasmal que hace de manera elocuente y dramática al comienzo, sino también por el ámbito donde acontece la crónica, la última que escribió antes de su desaparición, la isla Paulino, donde mi abuelo iba a pescar”.
¿Barbie está empoderada? Una revolución en los pies de la muñeca que ya pasó los 65 años
Russo, que vive en una isla de Tigre, publicó en 2021 En la lengua que cortaste o la memoria de nosotros (Milena Caserola), sobre la isla Martín García, parte de una serie sobre islas bonaerenses. Forma parte del club de lectura de Casa Puente, a metros de la Casa Museo Haroldo Conti; de la revista Caudal. Sedimentos Literarios y del grupo Entre Islas.
El domingo, luego de una navegación por las islas organizada por La Bambina y La Sueñera (agrupaciones a cargo de embarcaciones que hacen “travesías contianas” y culturales por el río Paraná), un arroyo de la segunda sección del delta paranaense será bautizado con el nombre de Haroldo Conti.
La catedrática e investigadora Marisa González de Oleaga publicó El silencio. La dictadura en el Delta (Tren en Movimiento, $ 17.000), donde recoge y analiza testimonios sobre la vida en el delta de Tigre y el modo en que se vivió la dictadura y el terror desde la perspectiva de los isleños. “Esa pretensión de entender la lógica isleña desde dentro es lo que nos dejó, entre muchas otras obras, la novela Sudeste”, dice González de Oleaga.
Tres reediciones para releer a Conti
El sello Emecé, del Grupo Planeta, acaba de reeditar dos novelas de Conti: Sudeste (con la que obtuvo el Premio Fabril en 1962 y que fue llevada al cine por Sergio Bellotti en 2002) y Alrededor de la jaula, ganadora en 1966 del Premio Universidad de Veracruz y que Sergio Renán adaptó al cine en Crecer de golpe, de 1977. La primera tiene un texto de contratapa de Juan José Becerra y la segunda, otro de Ana María Shua. Cuestan, respectivamente, $ 31.900 y $ 24.900.
Y con selección y prólogo de Becerra, la Biblioteca Haroldo Conti se completa con 10 cuentos esenciales ($ 34.900), que incluye “Ad Astra”, “La balada del álamo carolina”, “Mi madre andaba en la luz” y “Perfumada noche”, que Santiago Palavecino adaptó para su primer largometraje, Otra vuelta, de 2005.
A lo largo de treinta años, Conti escribió veinticuatro cuentos; el primero, de 1944, se publicó en la revista Palestra en sus años de seminarista. “Que no haya sido un cuentista prolífico lo sitúa afuera del rendimiento por cantidad que suele darles a algunos escritores una valoración fabril -escribe Becerra en el prólogo de la compilación-. Entre sus cuentos hay aire que corre, pausas prolongadas, espera. Son los intermezzos del ‘andar’ para ver y detenerse para contar, momentos de recolección selectiva y acarreo de la literatura de la vida, y de la que su padre -viajante de comercio y cuentero- es la inspiración afectiva”.
En una entrevista de Heber Cardoso y Guillermo Boido para La Opinión, Conti respondió: “Escribo para rescatar hechos, para rescatarme a mí mismo. Podría decirles más: creo que toda mi obra es una obsesiva lucha contra el tiempo, contra el olvido de los seres y las cosas». A cien años de su nacimiento, el rescate de su obra sigue en manos de los lectores.