Cerebro enamorado y falsas memorias: cómo la ciencia explica la pasión, el olvido y por qué nos enamoramos

admin

En un nuevo episodio de La Fórmula Podcast, el biólogo y divulgador científico Fabricio Ballarini explicó cómo las conductas humanas en el cortejo comparten rasgos con las de otras especies y cómo factores biológicos, como el intercambio de saliva durante un beso, pueden transmitir información clave para la selección de pareja. También analizó por qué la monogamia es más un fenómeno cultural que biológico y cómo, a lo largo de la historia, la ciencia interpretó el amor con los sesgos propios de cada época.

Además, profundizó en los procesos cerebrales que se activan durante los primeros meses de enamoramiento, explicó que el amor atraviesa distintas etapas químicas y reflexionó sobre cómo los seres humanos buscamos vínculos que van más allá de lo reproductivo. El episodio completo puede escucharse en Spotify y YouTube.

Fabricio es un biólogo argentino, egresado de la FCEN-UBA, con doctorado y postdoctorado, investigador del CONICET especializado en los mecanismos moleculares de la memoria y su impacto en el aprendizaje, y director del Departamento de Ciencias de la Vida en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA). En la Universidad de Buenos Aires dirige líneas de investigación en neurociencia traslacional y forma parte del Laboratorio de Memoria del Instituto de Biología Celular y Neurociencias “Dr. De Robertis”. Además, Ballarini es divulgador activo: participa en programas de radio, podcasts y notas periodísticas, publica contenidos en redes y realiza conferencias sobre memoria, educación y los desafíos de la tecnología en la cognición humana.

En un nuevo episodio del podcast, un experto expone cómo factores biológicos y culturales influyen en las conductas humanas y en la interpretación del amor a lo largo de la historia (Imagen Ilustrativa Infobae)

— ¿Cómo nace tu nuevo libro No sos vos, soy yo?

— Yo quería hablar de ciencia. Soy biólogo, trabajo con la mente o me interesan esos temas de la mente, pero a veces hablar de ciencia implica temáticas medio complicadas o hablar de temáticas que afectan a una enfermedad, temas bastante negativos o cosas muy abstractas. Entonces, digo hablemos del amor, busquemos un tema que a todos nos atraviesa, ¿sí? A algunos para entender qué le pasa si está enamorado, a otras personas qué le pasa con el desamor. Y la biología se mete con el lenguaje. O sea, el amor atraviesa todo a nivel cultural. Puede explicar por qué, no sé, estamos acá en sociedad, en una ciudad, todos pegados, explica la cultura. Entonces, nos metimos en un tema que fue una apuesta y funcionó bastante bien.

— Me sorprendieron varios aspectos del libro sobre comportamientos que solemos dar por naturales y que, en realidad, tienen bases biológicas y evolutivas. Me gustaría que nos cuentes sobre el cortejo y qué tan parecidos somos a los animales en esas conductas.

— Tal cual. De hecho, es muy loco que hablemos de animales no humanos cuando hablamos del resto de los animales, porque nosotros somos animales, o sea, animales inmersos en una cultura, por lo cual tenemos esa cosa de aspectos muy de animales salvajes en nuestras conductas y tenemos aspectos que solamente los podemos explicar por la cultura, ¿sí? Por ejemplo, no sé, la monogamia. La monogamia, la única explicación que existe es cultural. O sea, tiene que ver con un proceso cultural, porque entendemos a la familia y le damos una vuelta, pero no tiene que ver con una cuestión biológica. A nivel biológico, nuestra capacidad reproductiva no tiene que ser una persona en un momento determinado. Tenemos que dejar más descendencia.

Entonces, por la forma de nuestro cuerpo, por nuestros pares, por las especies cercanas, no vamos hacia la monogamia. Entonces, hay una mezcla ahí entre lo cultural y lo biológico. Y en el cortejo tiene un poco que ver con eso. Uno cuando ve una especie, siempre está el ejemplo del pavo real, que el macho le muestra toda la cola como para que vea. No solamente la belleza, el análisis es si estás sano o no estás sano. Y cómo evalúa con ese cerebro el pájaro, con esas neuronas, en un segundo, en un golpe de vista, cómo evalúa. En el fondo es ¿quiero tener hijos, crías, que puedan mezclar esos genes? y qué tasa de prosperidad van a tener esos genes. O sea, dejar descendencia fértil. Hay un análisis mucho más exhaustivo dentro de ese cortejo. Nosotros los humanos lo tenemos y los animales también. Hay muchas muchas cosas bastante parecidas a las conductas humanas que hoy estamos inmersos en la cultura. El hornero hace una casa, labura en hacer un monoambiente de barro para decir: “Che, tengo una propiedad, ¿entendés? Mirá lo que soy” (risas). Eso lo podemos extrapolar un poquito al nosotros cómo somos, el éxito, lo que mostramos, lo que no mostramos, qué ocultamos. Y parte de ese cortejo humano mezclado con la cultura, hay un evento natural que es analizar de forma muy compleja las características que tiene esa persona que en algún momento puede dar una progenie.

Y cuál es el rol, que para mí es una locura evolutiva del varón y de la mujer, porque la carga que ponen es distinta. La mujer va a cargar con el embarazo, con la crianza. Hoy a nivel cultural tenemos que entender que los humanos éramos bastante desiguales en la crianza, pero en la naturaleza hay animales que la hembra o el macho crían y chau, el otro desaparece. Entonces, ¿cuál es el rol nuestro de cómo la mujer busca determinar que sí o que no? Evidentemente, porque pone más el cuerpo, más energía y el costo es mucho más alto. Hay explicaciones que están en el libro que para mí eran una locura, como por ejemplo, el rol que puede jugar la saliva. ¿Cómo en la saliva, en el beso, hay alguna información que le estás dando a la persona? Vos decís: “Es un beso nada más”. No, no es un beso solamente. ¿Por qué necesitamos hablar? ¿Por qué necesitamos información? O Hay algo ahí que nosotros no nos damos cuenta, lo pensamos desde el romanticismo, desde ese cortejo, pero hay un análisis de decir: “Ok, esta persona sí y esta persona no”. Lo cual también es fantástico. Porque, ¿por qué esa persona sí y esta persona no? Tampoco lo podríamos explicar. Cuando uno se enamora de alguien, no es que agarre un formulario y dice: “Bueno, empiezo a tachar”. Es esta persona. Entonces, ahí se juegan cosas muy del cortejo animal, que se meten con la cultura, que para mí en el libro es como una puntita del iceberg que a mí me pareció fascinante.

— ¿Qué peso tienen las explicaciones culturales y biológicas en el enamoramiento?

— La mayoría de las explicaciones que tienen que ver con un proceso de enamoramiento tiene que ver con la primera imagen, ¿sí? Con la cuestión visual. Entonces, hay muchas, muchas, muchas evidencias sobre la simetría que a los humanos nos genera, como una búsqueda de la belleza. O sea, vemos cosas más perfectas o más bellas o nos gustan más cuando son simétricas. Entonces, uno se puede hacer algo muy simple que es sacarse una foto y duplicar sus mitades. Está hecho con personas muy famosas y muy bellas, subjetivamente muy bellas, donde les ves la mitad de las caras y la mitad de las caras son exactamente iguales. Y uno se lo con la cara de cada uno y bueno, no tiene la cara simétrica, lo cual explica muchas cosas (risas). Entonces, de esa determinada manera, hay belleza en la simetría, pero también hay explicaciones que hay que ver si son realmente ciertas o hay hipótesis o teorías… No todo paper está diciendo la verdad absoluta, sino tiene una propuesta y a veces dura dos minutos, a veces dura dos mil años. Pero hay algo muy loco también que es: ¿por qué se parecen los perros a los dueños? Hay muchas búsquedas esas y hay papers sobre eso.

— ¿Pero eso es cierto? Yo siempre pensé que era un mito.

— Yo también. Pero la explicación te vuela la cabeza. Parece que nosotros tenemos una, una capacidad evolutiva, que heredamos, de elegir cosas, elegir cosas bastante similares a nuestra forma física. O sea, nosotros interpretamos lo que somos y buscamos cosas bastante similares. Dentro de la media, más allá de decir hay parejas que son completamente distintas, pero dentro de la media son bastante similares. La explicación que hacen estos investigadores tiene que ver con conservar los genes que vos tenés, o sea, buscás genes bastantes parecidos a los tuyos para conservar. Pero esa búsqueda, no solamente de personas que más o menos tengan rasgos similares a tu familia o a vos, se extiende a los animales. Entonces, es como que perturbás esa selección y no solamente elegís a tu pareja más o menos por esos rasgos, sino también se elegís a los perros o a las razas por esos rasgos. Ahí se mezclan explicaciones que hay que ver si realmente son ciertas, pero son propuestas de poder entender cómo llegamos hasta acá y por qué elegimos determinadas cosas, por qué las cosas son simétricas, las casas son simétricas. Por qué vemos caras en todos lados. Eso también tiene que ver con un patrón de elección. Hay como una búsqueda de, de encontrar caras, de mirar a personas, que está todo seteado para eso, hallar parejas, hallar amigos, hallar trabajos y encontrar perros (risas).

Un repaso por los mecanismos evolutivos y socioculturales detrás del cortejo, la monogamia y la selección de pareja en los seres humanos y otras especies (Imagen Ilustrativa Infobae)

— Recién me mencionaste que somos una especie monógama, pero que en realidad eso es más cultural que evolutivo. Pero hay algunas especies que son monógamas, ¿no?

— Sí, muy poquitas. Hay unos pingüinos, los caballitos de mar, los hipocampos, hay un par de especies y hay especies monógamas que duran toda la vida, que las parejas, una vez que se enganchan, no se sueltan más. El resto tienen que ver con ciclos de apareamiento, de atracción y cosas que se alejan. Pensá que los genes que pueden explicar el amor surgieron hace miles de años, de casualidad. O sea, fue una mutación de un par de genes y eso nos hizo cambiar y separarnos del resto de los animales. Pero capaz que esa mutación en los animales aparece dentro de mil años y los perros se enamoran igual que nosotros y tienen estos vínculos.

Entonces esas cosas tienen que ver con parte de los procesos que duran, no sé, miles o millones de años y que después, cuando los intentamos explicar ahora, nos cuesta pensar en que estas cosas surgieron de casualidad o que nuestras conductas las arrastramos porque nuestros descendientes tenían ciertas características. Es muy loco, pero vivimos en ciudades hace muy poco. Vivimos muy juntos hace muy poco. En términos de nuestra vida como especie, la faz de la tierra, esta conducta que tenemos de estar muy cerca, de tener estas expresiones, de contarnos cosas, de demostrar desde lo visual, desde lo artístico, tiene un poquito de, de la historia de la humanidad. Y arrastramos un montón de evidencias culturales y naturales que no nos damos cuenta y los tratamos de explicar con este humano moderno, pero en realidad somos los que nos olemos, los que tenemos otras expresiones, los que hacemos búsquedas distintas, porque tenemos el arrastre de años evolutivos fuera de la ciudad.

— ¿Qué cosas te sorprendieron durante la investigación de este libro? ¿Qué cosas no esperabas descubrir al investigar para este libro?

— Lo de los besos me causó mucha gracia y no lo esperaba.

— Que tenemos mucha más información en el beso de la que pensamos.

— Sí, y de la cantidad de saliva que le pasamos a la otra persona. Eso fue como: ¡Wow! El beso es raro. O sea, en algún momento de la vida, el beso, cuando sos chico, es como algo asqueroso. Ves a tus papás que se besan, ves gente besándose y no te decís: “Che, qué bueno, me encantaría besarse”. De hecho, los chicos, cuando tienen seis, siete, ocho, diez años, le das un beso y se limpian. No hay una relación hermosa con el beso. Después, en la adolescencia aparece como algo muy importante la carga de darle un beso a una chica o un chico, vincularse de esa manera. Y después entra en un juego en el cual se va diluyendo, y también las personas adultas, adultas mayores, no tienen una necesidad de estar dándose besos para demostrar amor. Pero cuando te podés analizar de dos bocas que se juntan y, no sé, por intermedio de la lengua se van pasando saliva, si lo analizás frío, es raro. Y entonces la ciencia intenta dar una explicación de por qué se da esa conducta. Hay muchas especies que se besan o que hacen ejercicios bastante parecidos. Entonces tiene que haber una explicación.

O sea, por algo nos besamos. Y uno de lo que dicen los investigadores es que le pasamos información a la otra persona. Cuando vos le pasás la información a la otra persona, sale una búsqueda muy interesante de si las mujeres y los varones tendrían una conducta reproductiva, potencialmente reproductiva, o sea, tendrían relaciones sexuales con un beso o sin un beso. Entonces, cuando de pronto eran los varones, los varones dicen: “No, a mí no me importa darle un beso”. Yo tendría relaciones sexuales sin darle un beso a una mujer. Pero en las mujeres es lo contrario. Las mujeres, la condición para dar un segundo paso, ¿sí?, en esa relación y tener una relación sexual, es sí o sí, en una mayoría, dándose un beso. Entonces, tiene que haber algo, tiene que haber una información que evalúan.

Entonces, lo que plantean estas personas es que la saliva podría haber información y hay un intercambio de saliva. Cuando nosotros leímos el volumen de saliva que se intercambiaba, dijimos: “No es nada”. Pero cuando lo llevamos a la comparación, eran nueve mil litros. Dijimos: “Hay que hacer una relación para que la gente se dé cuenta cuánto es nueve mil litros”. Y nueve mil litros son dos cucharitas. Cuando intercambias, le pasás dos cucharitas de saliva a otra persona y te tomás dos cucharitas de saliva. Y la colonia de bacterias que hay adentro de esa saliva es enorme. Entonces, en esa colonia tiene que haber información que sea relevante para que las partes digan: “Sí, esta persona me gusta, no me gusta, estos besos me gustan, esto me alejo, esto me acerca”. Esa es una hipótesis que ni esperaba y que me dio mucho asco.

— A veces es difícil trazar la línea entre lo cultural y lo biológico. Pienso en esto que decís de que el hombre podría tener sexo sin besar y la mujer no tanto. También creo que culturalmente al hombre se lo condicionó a estar siempre dispuesto, y a la mujer, a limitar sus relaciones. ¿Cuánto de eso creés que es evolutivo y cuánto cultural?

— Está buenísimo el que hayas tocado el punto, porque la ciencia que tira estos datos, que lo podemos tomar o dejar o nos puede parecer geniales o horrorosos, lo hacen personas. O sea, los científicos son personas, personas comunes que tienen cierto interés determinado en buscar evidencias. Pero esas personas viven en una sociedad donde en esos momentos reinaron determinadas ideas.

Cuando uno va a buscar paper sobre diferencias entre el cerebro de varones y mujeres, va a encontrar teorías que hoy las leemos y son espantosas, pero realmente espantosas. Había una justificación de que el rol de la mujer tenía que ser un rol secundario, de que eran menos inteligentes. Entonces, había muchos papers que intentaban llegar a esa idea, porque tenían esa idea en la cabeza. De hecho, suponían que las mujeres eran menos inteligentes, el dogma mental que había era: “Tienen que tener el cerebro más chico”. Entonces, le medían el cerebro postmortem a las mujeres y los varones y decían: “Bueno, el de la mujer es mucho más chiquito, más liviano, entonces tiene menos ideas y es menos inteligente”. Pero durante décadas se dijo eso y nunca nadie se puso a pensar, hasta hace muy poquitito, esto es ridículo que haya sido así. Hasta hace muy poquitito, pocas décadas, dijeron: “Hay que hacerlo en relación al peso”.

Obviamente, tiene el cerebro más chico porque tiene el cuerpo más chico. Cuando dividís el peso del cerebro por el peso del cuerpo, te da la misma información, el mismo número que cuando dividís el peso del cerebro de un varón de una mujer. Entonces, digo, estas búsquedas muchas veces hay que tomarlas entre pinzas porque tienen que ver con explicaciones del momento, de esa cultura, de esos investigadores. Vamos a ver que esas investigaciones se van discutiendo y se van cambiando y tienen que ver con el clima de época, no solamente científico y con la tecnología que tenemos, sino también con el clima de época cultural, de qué países son. Uno cuando hace una investigación, aunque quiere mantenerse lo más objetivo posible, o sea, tiene que controlar todo, hay algo que le mete, hay un sesgo, hay una identidad, lo podés leer. Entonces, cuando decimos tomemos a la ciencia como algo valioso, está buenísimo, pero también tener pensamiento crítico.

Estas investigaciones se hicieron en este momento y por qué se hicieron en ese momento, cuáles son las limitaciones. Pensemos que hasta hace muy poquitito la humanidad buscaba y estaba determinado en los libros de medicina de hace nada, a la vuelta de la esquina de la historia de la medicina, donde se buscaba el gen de la homosexualidad y se creía que había un gen que determinaba una conducta o que se creía que existían cerebros masculinos y cerebros femeninos, o que las mujeres hablaban muchísimo más que los varones, o que los varones tenían ciertas habilidades y las mujeres no. Entonces, con esas ideas se justificaban cosas que hacía la humanidad que son verdaderamente injustas, por suerte, y las podemos analizar desde este momento. Pero esas búsquedas y esos errores tienen que ver con que la ciencia la hacen humanos y sobre todo en las últimas décadas la hacían varones.

Especialistas analizan los procesos cerebrales implicados en el enamoramiento y describen las distintas etapas químicas que atraviesan los vínculos afectivos - (Imagen Ilustrativa Infobae).

— Fabri, metámonos, si querés, en ¿qué le pasa al cerebro humano cuando se enamora?

— Hermoso. Cuando estás enamorado en las primeras semanas, meses, ¿sí? Hasta los primeros seis meses, todo tu comportamiento es raro. Es distinto al resto de tu vida. Vas a entender que el ambiente lo vivís de otra manera, todo te parece más alegre, nada te genera un problema relevante, estás contento de por sí, tenés ganas de ver esa persona todo el tiempo, le querés mandar un mensaje, querés escuchar, querés ver fotos y lo querés contar a todo el mundo. Hay algo de postear, subir cosas, subir canciones, el mundo te está demostrando que es perfecto, que esa persona que elegiste es la mejor persona y decís: “¿Cómo no te vi antes?” Hay una reconfiguración del cerebro y esos momentos tienen una explicación muy simple a nivel neurológico, ¿sí? Lo que se descubrió es que en esas primeras semanas hay determinadas acciones que ocurren solo en ese momento. Después, en el resto de tu vida, eso no sucede. Por eso es único ese momento de enamoramiento y por eso uno recuerda esos procesos porque tu cerebro cambia. Y cambia por dos motivos. Primero, la corteza prefrontal, que es la que tenemos justo acá detrás de la frente, que tiene que ver con el razonamiento, el cuestionamiento, tiene las funciones ejecutivas, la que genera el control inhibitorio, la que se hace preguntas, en esos momentos la apagás por completo, por lo cual te entran todas las balas.

Esa persona es perfecta, el mundo es perfecto, tu laburo es el mejor. O sea, el mundo es alucinante (risas), por lo cual apagás esa parte de adelante. Y después hay dos neurotransmisores. Los neurotransmisores ya la gente lo tiene en la cabeza, pero igual lo explico. Son los mensajes que tienen las neuronas. O sea, como una neurona se conecta con otra, se llama sinapsis. Y esos mensajeros que se pueden mandar tienen que ver con distintas funciones que se activan y se desactivan. En esos períodos hay dos neurotransmisores, sobre todo uno, pero que tiene mucha, mucha implicancia. Uno es la dopamina, estamos muy acostumbrados a tener en la cabeza la dopamina, y otro es la serotonina.

En esos, en esos momentos hay mucha liberación de dopamina, que genera algo bastante similar a un circuito de recompensa que nos da placer, que es el circuito relacionado a el consumo de algo que te gusta, ¿sí? Ese circuito de recompensa gira sin parar y todo el tiempo querés repetirlo, repetirlo, repetirlo. Por eso la querés ver, lo querés ver, lo querés llamar, querés estar cerca, no te querés alejar si te deja de hablar. O sea, hay una sincronicidad. Y hay algo fabuloso, que también lo contamos en el libro, es que cuando esas personas están en contacto, cuando se tocan, simplemente, hay una sincronización de una parte espectacular de nuestro cerebro, ¿sí? O sea, hay una activación igual, casi similar, cuando esas personas están conectadas. Por eso dos personas enamoradas, cuando dicen parece que siente lo mismo o piensan lo mismo, tiene que ver con algo realmente lógico y que sucede, es que en esos momentos esa conexión hace que configuremos nuestro cerebro de la misma manera. Entonces, eso sucede los primeros seis meses, ¿sí? Después, eso se apaga. Es un periodo corto.

— ¿Por qué se termina esa etapa y qué sucede después?

—La hipótesis que manejan los investigadores que trabajan en estos temas tiene que ver con que el gasto de energía es muy alto y es muy peligroso que vos estés enamorado tanto tiempo, porque como tenés la corteza prefrontal apagada sos un filtro que te pasan un montón de cosas. Y después hay un gasto de energía muy grande puesto en un foco solo, ¿sí? En esa parte de esa emoción de cumplir ese loop de placer vinculado a lo romántico. Y después, esas relaciones, si no se modifican, se estudió que se deja de liberar tanta dopamina y empiezan a aparecer otras neurotransmisores, otras hormonas vinculadas más con el apego, ¿sí? Por lo cual, podríamos decir que el amor o lo que a nosotros nos significa amor, en dos momentos de la pareja condiciona dos cosas distintas.

O sea, en algún momento el amor que lo que vos decís te amo, estoy enamorado, yo qué sé, tiene que ver con esa intensidad, con querer verse, con que te pasen cosas fisiológicas muy raras y después seguís llamando amor a otra cosa que tiene que ver con otro ciclo, con que la relación se vuelva mucho más flexible, más tranquila, que no tengas tanta ansiedad por ver a esa persona, tantos nerviosismos, pero que sí, que esa relación dure. Y eso tiene que ver con un proceso químico que es completamente inconsciente, que no manejamos y que tiene que ver con un tiempo que no sabemos por qué sucede. ¿Por qué son seis meses y no pueden ser diez años? Entonces, está bueno aprender eso para saber en qué momento y por qué tomamos determinadas decisiones en un momento o el otro, o por qué cuando uno tiene una relación de cinco, diez, veinte años, bueno, no vas a sentir lo mismo que los primeros seis meses. Es ridículo pensar que uno va a estar enamorado, porque básicamente eso sucede en pocos momentos en la vida, o sucede en determinados momentos de tu vida que el gasto de energía es muy importante.

El diálogo entre biología y cultura revela cómo las explicaciones científicas varían según los contextos históricos y los sesgos propios de cada época (Imagen Ilustrativa Infobae)

—La semana pasada entrevisté a un científico, Emilio Bruner, autor de La maldición del hombre mono. Él sostiene que los humanos sufren porque su misión biológica era reproducirse, y al no gastar hoy la energía que antes se destinaba a eso, caemos en pensamientos negativos. Pensaba en lo que decías: si todo gira en torno a reproducirse, ¿por qué algunas personas siguen en pareja después de esa etapa?

Tenemos una etapa de reproducción muy corta que no dura toda la vida porque somos fértiles en un determinado momento, las mujeres en un periodo muchísimo más acotada y ¿por qué nos enamoramos más adelante? No lo sé y es una excente pregunta. ¿Por qué ese proceso de enamoramiento, que no tiene que ver con lo reproductivo, sucede más adelante? A mí lo que se me ocurre es que una de las explicaciones de por qué existe el amor romántico, o sea, cuál es la explicación científica que le podemos dar… La primera es eso, es lo reproductivo, es la idea más a mano que tenemos y más lógica. Entonces, pensamos que, por ejemplo, en nuestra especie, una cría o nuestros hijos, o nosotros como hijos, tardamos mucho tiempo en destetarnos realmente de nuestra familia.

Entonces tiene que haber un sostenimiento, que haber gente que se banque ese proceso, no un año o meses, sino muchos años o décadas. Y si no hay amor en esa familia, ¿por qué harían eso? Amor entre los que son parte de la familia y amor hacia los hijos. Esa explicación duró mucho tiempo, siglos, hasta que se dieron cuenta hay otro tipo de amor que no tiene que ver con, con lo reproductivo, que son las relaciones homosexuales. Las parejas homosexuales también se enamoran y no tiene un valor reproductivo. O sea, la evolución no incidió en la reproducción. Y cuando vieron eso, se dieron cuenta que había quinientas especies que tienen que ver con esta conducta homosexual, que no tiene que ver con la reproducción.

Entonces, la búsqueda por fuera de los últimos 500 o 600 años, que tiene que ver con esta constitución de lo que somos como humanidad, esta coyuntura cercana de, por lo menos de esta parte del mundo, el catolicismo, la constitución de la familia, tiene que ver con una cuestión más heterosexual o heteronormativa. Pero cuando nos extendemos de esos márgenes y vemos a los griegos, a los romanos, a Alejandro Magno, o sea, el resto de las civilizaciones tienen a la homosexualidad como una cuestión de generar un vínculo, un vínculo fraternal, por lo cual ese amor que se daba, que no era reproductivo, tenía que ver con cierta alianza o vinculación. Así que yo me imagino que, no sé si es exactamente lo mismo, pero este amor que uno genera por fuera de estos ciclos reproductivos tiene que ver con eso.

Con una satisfacción que no tenga que ver con generar hijos, pero que nos haga formar un clan en el cual nos sentimos más cómodos y podemos transitar la vida de otra manera. Hay mucha bibliografía, bibliografía, que tiene que ver con que el bienestar, sobre todo en adultos mayores, tiene que ver con la compañía. La compañía que puede ser una pareja o un grupo de amigos o no estar solos. Ese clan ayuda a ser como un colchón o un buffer, como se dice en inglés, que nos sostiene, que cuida las emociones, que podemos liberar tensiones, que podemos charlar. Entonces, ahí hay algo de la ausencia de la soledad en ese vínculo romántico que no solamente tiene que ver con una pareja. Uno tiene amor hacia los amigos, los trabajos o las ocupaciones. Así que puede ser eso. Tiene que ver con ese clan o con ese grupo de personas que te van a acompañar. Y se ve que en las personas que están solas, la vida es mucho más corta, más difícil, se enferman muchísimo más. Las personas que tienen pareja, se está estudiando más en parejas heterosexuales, por una cuestión de limitaciones científicas, pero en parejas las personas viven bien mejor, así que tiene que ver con eso.

El papel de la neurociencia en la interpretación de los comportamientos amorosos y la influencia de los neurotransmisores en los primeros meses de las relaciones (Imagen Ilustrativa Infobae)

— ¿Y qué pasa con la memoria cuando uno se distancia? Porque uno tiende a recordar lo bueno y, con el tiempo, nos convencemos de esa idea. Pasa lo mismo con, por ejemplo, las vacaciones, salidas…

— Está buenísimo lo que decís, porque nuestra memoria no es real. Lo que nosotros recordamos de nosotros mismos es un recorte que hacemos como queremos o como puede el cerebro. En el libro anterior cuento un poco la historia de la falsa memoria de una pareja que creo que en esos momentos yo recordaba una relación que había tenido, donde dos personas se van de vacaciones a un mismo lugar solas, en una playa que no pasa nada, están veinticuatro por siete juntas, vuelven de las vacaciones y para una persona, un miembro de la pareja, fueron las mejores vacaciones de su vida y para la otra persona fue un infierno. Y vivimos lo mismo. Entonces esas categorías o esos recortes que hacemos de nuestra memoria tienen que ver con que de los hechos que nosotros vivimos, nos quedamos con un puñado muy chiquitito y la carga emocional que le metemos a esos hechos condimenta ese recuerdo. Si vos estás superenamorado, todas esas ocasiones: la arena, la playa, se mezclan con tus emociones y lo vas a guardar en esa categoría, con esa etiqueta de “estuvo espectacular”. Pero si esas vacaciones vos no estabas enamorado de esa persona y estabas ahí, estabas pensando cómo termina este vínculo, me quiero ir.

Eso lo guardás en un cajón oscurísimo. Entonces, no solamente tienen que ver con los hechos, las etiquetas que les ponemos tienen que ver con las emociones. Y esas emociones van a marcar el grado de fuerza que vas a abordar ese recuerdo y lo difícil que va a ser poder borrarlo. Por eso de nuestra vida podemos recordar muy pocas cosas y la mayoría de las cosas que recordamos están vinculados a emociones, a emociones muy positivas o a emociones muy negativas. Por eso, en esa búsqueda mental, a veces caemos en asociar a las personas en estos dos cajones: esta relación está buenísima y la metés en el cajón de las cosas positivas, porque a mí esto ya me pasó. En realidad, vos tuviste muchos más eventos que no recordás, pero lo metés en esas dos configuraciones o en las cajitas que vos tenés porque tenés pocos recuerdos.

Uno guarda una información que pasó hace, no sé, cinco, diez o quince años. Cuando vos la evocás, la traés a la conciencia, si la trajiste a dos minutos después, sos la misma persona. Pero no es lo mismo traer ese recuerdo diez años más tarde o veinte años más tarde. Vos sos otro. Cuando vos ese recuerdo, se expresa en un momento donde tu configuración mental y emocional es otra persona. Entonces, le das otra reinterpretación a ese recuerdo. Por eso lo lindo de contar historias o de ir a buscar esos recuerdos, porque también le da otro significado a tu vida, porque no lo estás evocando con tu yo de los quince años. Lo estás evocando a veces con los de los veinte o con los de los cuarenta y la explicación que le podés dar es otra. Por eso digo contar historias, contar lo que nos pasó, a mucha gente le sirve escribir su propia, su propia historia o contárselo, tiene que ver con una reinterpretación de que esos recuerdos no son los mismos, porque tu interpretación de esos recuerdos está en una configuración mental distinta a la que se vivieron.

El intercambio de experiencias y relatos personales aparece como una herramienta clave para resignificar el pasado y fortalecer los lazos humanos - (Imagen Ilustrativa Infobae)

— Te voy a hacer la última pregunta que le hago a todos los invitados y es que nos dejes algo para compartir que en el último tiempo te sorprendió, te conmovió, te dejó pensando. Puede ser una recomendación que viste o leíste, una frase, lo que sea que sientas que es valioso para compartir.

— Una de las cosas que estábamos hablando que para mí es un ejercicio super lindo y tiene que ver con el libro: escribir. Es ponerse a leer y escribir y hacer resúmenes y contar cosas. Yo creo que el valor de la palabra o de juntarse a charlar sobre la historia de cada uno y tener tiempo de contarle a un familiar o escuchar historias, a mí es algo que me tranquiliza y no sé si la palabra es sanar, pero me cuida mucho. Me establece como un bastión de tranquilidad. Me gusta escuchar a las otras personas, me gusta contar historias. Creo que cada vez que nos metemos, por lo menos en mi caso, en la tecnología y empiezo a consumir cosas y estoy todo el día en redes sociales y me pongo muy activo, no me doy cuenta, pero cada vez me aíslo más y no comparto esas cosas.

Y me llega mucha información que no la puedo procesar y que a veces no me sirve para nada. Cuando me conecto con gente y me pongo a charlar, ahí siento que bajo un montonazo y que mi universo se expande y piensa en cosas: las historias que me contaba mi abuela o que me conta mi papá, en problemas que tiene el vecino que yo no me imaginé y me lo crucé en la panadería dos minutos. Esas habilidades mentales creo que son las más importantes, las que nos hacen más humanos y que nos hacen conformar esa comunidad que nos tranquiliza de pares, de amigos. El valor de leer, de escribir, pero sobre todo del diálogo, de volver a ese diálogo que nos hace humanos y nos hace entender que por algo vivimos en sociedad, que este clan, no de amor romántico, pero de amor, de comunidad, nos ayuda, nos equilibra y nos hace subsistir.

Deja un comentario

Next Post

Fingió su propia muerte para saber quiénes acudirían a su funeral

Mohan Lal, un exoficial de la Fuerza Aérea India de 74 años, fingió su muerte en la aldea de Konchi, en el distrito de Gaya, con el propósito de comprobar cuántas personas acudirían a despedirlo. Según relató, se trató de un “experimento social” cuidadosamente planeado. Su cuerpo fue colocado en […]
Fingió su propia muerte para saber quiénes acudirían a su funeral

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!