El volcán Monte Vesubio entró en erupción en el año 79 d.C., luego de sucesivos temblores y pequeños avisos durante las décadas previas. El caudal de lava, ceniza y gases tóxicos obligó a los habitantes de los asentamientos cercanos a huir de la catástrofe, mientras sus casas y espacios cotidianos quedaban sepultados bajo el material ardiente. Siglos más tarde, arqueólogos emprendieron un trabajo exhaustivo para descubrir qué maravillas habían quedado ocultas. Gracias a excavaciones recientes, los expertos hallaron “rarezas” impensadas: desde un cerebro cristalizado hasta los restos de una jirafa descuartizada.
En la actualidad Pompeya y Herculano son las únicas ciudades enteras de la época del Imperio Romano que resistieron como tal al paso de los siglos. Pese a que después de la famosa erupción algunos habitantes retornaron a las periferias, no fue lo mismo que antes, por lo que ese patrimonio mantiene hasta la actualidad intacta la disposición urbana y la ingeniería civil que emplearon los pompeyanos y herculanos hace 2000 años.
Las rarezas enterradas en Pompeya y Herculano
Entre las maravillas que se desenterraron, se hallaron los restos de una jirafa descuartizada, en particular la articulación de una de sus patas. La misma estaba en un desagüe de un mercado pompeyano, con otros residuos de erizos y almejas. Justamente este indicio dio a entender, para los expertos, que la dieta y el comercio de los romanos incluía a animales exóticos fuera del imperio.
Asimismo, los arqueólogos implicados en la restauración y excavaciones de parte del área restringida de Herculano encontraron dos piezas de cráneos de seres humanos con fragmentos de cristal en su interior. Uno de ellos se retiró de los restos de un hombre que murió en su cama de madera tapada por la ceniza (la investigación sobre él se hizo en 2020, mientras que el segundo se halló a principios de este año).
Ambos tienen características similares, son de origen orgánico, son vidriados y tienen un color negro. Los expertos señalaron que serían cerebros fosilizados, causados por la nube de cenizas ardiente que cubrió Herculano en el 79 d.C. Según describieron, para quedar en ese estado tuvieron que ser expuestos a una temperatura de 510 °C antes de enfriarse rápidamente.
Por otro lado, las obras de arte erótico eran populares por ese entonces: en casas, comercios y burdeles podían hallarse diferentes escenas que retrotraían a los placeres sexuales.
Muchas de las piezas, como esculturas y otros artefactos de la época, se expusieron en el Museo Secreto del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, que debido a su catalogación como “pornografía” fueron quitadas de la vista pública en 1849 y recién en el 2000 volvieron a ser una atracción permitida para todos.
Tanto los murales que se descubrieron en los burdeles y casas de Pompeya como las esculturas consideradas “indecentes”, formaban parte de un entendimiento mucho más abierto dentro de la sociedad romana. Asociaban a la sexualidad con la fertilidad y la buena fortuna y abogaban por el placer y el disfrute. Esa concepción se perdió con la llegada de la moral católica.
La educación de los niños era más violenta hace 2000 años, según remarcaron los arqueólogos acerca de los grabados con carbón que se encontraron en ciertos muros pompeyanos. Estos muestran una rutina en la que los más pequeños asistían a pelea de gladiadores o incluso a la ejecución de esclavos con “fines recreativos”.
Pompeya y Herculano son dos museos a cielo abierto, disponibles en gran medida para que los visitantes recorran sus calles y conozcan de cerca cómo era la vida en una ciudad romana del siglo I d.C. En la actualidad se llevan excavaciones en regiones específicas y a diario los arqueólogos continúan con los hallazgos fascinantes.