Chile vive una jornada electoral marcada por largas filas, alta participación y un balotaje incierto

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SANTIAGO, Chile.-Las primeras horas del domingo transcurrieron con una inusual calma en Santiago: calles casi vacías, estaciones de metro con movimiento tenue y apenas algunos grupos dispersos rumbo a sus centros de votación. Pero el ambiente cambió rápido. Con el avance de la mañana, los locales comenzaron a llenarse y muchos terminaron registrando largas filas, impulsadas por el aumento del padrón y el voto obligatorio. La jornada definirá el escenario presidencial de cara a una segunda vuelta —ya que no se espera que ningún candidato obtenga la mayoría absoluta— y, además, renovará por completo la Cámara de Diputados y parte del Senado.

El país enfrenta este domingo su primera elección con sufragio obligatorio pleno en más de una década, tras la reforma de 2022 que estableció multas de entre 34.000 y 103.000 pesos chilenos para quienes no concurran a votar sin justificación. La participación masiva es, por tanto, un elemento central de una jornada marcada por una fuerte polarización entre los proyectos de izquierda y derecha.

La mañana comenzó con cierta lentitud operativa: a las 8, el Servicio Electoral (Servel) informaba que apenas el 27,54% de las mesas estaba constituido. Pero el proceso se aceleró rápidamente y, para las 9.30, ya se había instalado el 96,14% de ellas, lo que permitió que la jornada comenzara a fluir sin mayores contratiempos.

El candidato presidencial José Antonio Kast saluda a sus seguidores frente a un centro de votación tras emitir su sufragio durante las elecciones generales en Santiago, Chile, el domingo 16 de noviembre de 2025.

La competencia presidencial tiene ocho aspirantes: Jeannette Jara (Partido Comunista), José Antonio Kast (Partido Republicano), Evelyn Matthei (UDI), Johannes Kaiser (Partido Nacional Libertario), Franco Parisi (Partido de la Gente), Marco Enríquez-Ominami (independiente), Harold Mayne-Nicholls (independiente) y Eduardo Artés (PC Acción Proletaria). Las encuestas oficiales más recientes —como la de Cadem de octubre, previa a la veda— ubicaban a Jara con alrededor del 27%, seguida de Kast (20%) y Kaiser (14%), con Matthei en 13% y Parisi cerca del 11%.

Pero en los últimos días circularon encuestas extraoficiales que sugieren un panorama aún más competitivo: Jara alcanzaría el 29%, Kast el 22% y Kaiser el 18%. Más atrás se ubican Matthei (14%), Parisi (13%), Mayne-Nicholls (2%), Artés (1%) y Enríquez-Ominami (1%). Considerando el margen de error, el límite inferior de Kast (20%) coincide con el límite superior de Kaiser (20%), lo que refuerza la idea de una disputa muy ajustada por el segundo lugar. Pese a ello, un 35% de los consultados cree que Kast será el próximo presidente —un punto menos que en la medición anterior— y solo un 28% proyecta que lo será Jara.

En plena Alameda, Verónica, una enfermera de 64 años, camina con decisión rumbo a su mesa. No tiene dudas: votará por Kast. “Este gobierno del loco maniático de Boric se robó todo y Jara es peor”, dice convencida a LA NACION. La obligatoriedad del sufragio no la inquieta: siempre ha votado, asegura, porque lo considera un deber y un derecho.

Centro de votación en el Liceo 7 de Providencia

A pocos kilómetros de allí, en la estación Baquedano, Teresa (45), cuidadora, toma el metro hacia su local. Ella está convencida de que la próxima presidenta será Jara. “Ella es una mujer bajada a tierra que quiere lo mejor para los trabajadores, los otros son ricos y no quieren que los demás lo seamos”, lanza antes de seguir su camino.

La elección funciona también como una gran primaria de la derecha. Ese sector no hizo un proceso interno para definir a un único abanderado, mientras que la izquierda sí realizó primarias: Jara derrotó allí a Carolina Tohá, exalcaldesa de Santiago y exministra del Interior del gobierno de Gabriel Boric. Esa definición ordenó al oficialismo detrás de la candidata comunista, mientras la derecha llega fragmentada y compitiendo entre sí.

La presencia de varios postulantes en la derecha introduce un matiz particular en la contienda. Aunque compiten entre sí y dividen parte del electorado, la suma de las preferencias de Kast, Matthei, Kaiser y también Parisi —quien corre fuera de los partidos tradicionales pero atrae mayoritariamente voto del mismo sector— continúa situando al bloque por encima de la izquierda. Ese cuadro ayuda a explicar por qué distintos analistas creen que el candidato de derecha que pase a la segunda vuelta llegará con ventaja relativa, un escenario en el que Kast aparece hoy como el nombre con mayor impulso.

La candidata presidencial chilena Evelyn Matthei, del partido Unión Demócrata Independiente, vota durante las elecciones generales en Santiago el 16 de noviembre de 2025.

De hecho, las simulaciones de segunda vuelta que circulan en estos días también dibujan un panorama complejo para la candidata oficialista. Según estas estimaciones extraoficiales, Jara caería por 11 puntos frente a Kast (35% vs. 46%) y por 12 ante Matthei (34% vs. 46%). Frente a Kaiser la brecha se acorta, aunque igualmente desfavorable (36% vs. 42%), mientras que contra Parisi el escenario aparece casi empatado, con apenas un punto de diferencia (34% vs. 35%).

En Providencia, Santiago, un comerciante de 55 años llega a votar con su perro al Liceo 7. “No puede ganar el comunismo”, dice tajante a LA NACION.

Seguridad y economía

Los chilenos llegan a las urnas en un clima dominado por la preocupación por la seguridad y la economía. Según datos de Ipsos de octubre, el 63% menciona el crimen y la violencia entre sus principales temores. En el plano económico, un 45% de los hogares declara que “no llega a fin de mes” y un 72% mantiene algún tipo de deuda. La inquietud por el desempleo alcanza el 45%, reflejando el deterioro de las expectativas laborales.

Desde Punta Arenas, el presidente Gabriel Boric acudió a votar acompañado por su hija Violeta. Allí llamó a la ciudadanía a ejercer su derecho: “No solo porque es obligatorio, sino porque es un deber cívico con nuestra democracia, con nuestro país”. Y añadió: “No importa dónde haya nacido, no importa cuánto dinero tenga en la billetera, no importa sus ideas políticas, todos valemos lo mismo”.

Pero el desencanto con su gobierno también pesa. Ana, una diseñadora de 27 años que antes votó por Boric, ahora optará por Matthei, “que de la derecha es la más moderada”. “Después del estallido pensábamos que las cosas iban a cambiar, iban a ser más justas, pero la verdad es que no se hizo nada”, lamenta.

Para Cristóbal Bellolio, académico de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI), la herencia del estallido social de 2019 es un lastre decisivo. “El que defienda al estallido social no tiene ninguna posibilidad de ganar. Porque hubo cansancio con el proceso y esos temas evidentemente tampoco están resueltos”. Y agrega: “Hubo una lectura errónea de la izquierda de que el estallido fue un momento anticapitalista o contra el modelo neoliberal. Pero el tiempo demostró que también había demandas que no eran ideológicas, sino una rebelión plebeya contra las élites políticas y económicas, sin importar su signo”.

Trabajadores electorales se preparan mientras abren las urnas para las elecciones generales, en el Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos en Santiago, el 16 de noviembre de 2025.

Rodrigo Arellano, vicedecano de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo (UDD), apunta a otro factor: la incorporación de 5,5 millones de nuevos votantes con la obligatoriedad. “Son votantes de carácter bastante apolítico… que no responden a lógicas de derecha o izquierda, sino a una lógica más de bienestar individual”, explica. Y advierte: “Con las cifras de desempleo y la inseguridad, ese votante vota muy del termómetro político, y el termómetro marca que hoy un gobierno no ha cumplido”. Por eso, concluye, “el voto obligatorio beneficia a la derecha en este caso, y más aún el discurso de mano dura”.

Mientras avanza la jornada, Chile vota dividido, inquieto y expectante. Ningún candidato tiene asegurada la presidencia, pero la magnitud del cambio dependerá de quién logre conectar mejor con un electorado frustrado y sobre todo preocupado por la seguridad.

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