Cincuenta años del Rodrigazo: ¿por qué un antes y un después?

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Mañana se cumplirán 50 años del día en que, utilizando el subte A, Celestino Rodrigo se trasladó desde su domicilio para hacerse cargo del Ministerio de Economía de la Nación. ¿Por qué nos acordamos del denominado “Rodrigazo”, si ni la inflación ni la devaluación de la moneda comenzaron a mediados de 1975? Porque lo que cambió fue la dosis. Entre mayo y julio de 1975 los precios al consumidor aumentaron 79%, los mayoristas 90%, el dólar oficial 125% y el negro o paralelo 89%, generando en la población una sensibilidad proporcional al costo de no haber reaccionado a tiempo.

Sobre el referido evento conversé con el polaco Henry Rosovsky (1927 – 2022), quien junto a su familia en 1938 abandonó su país natal vía Bélgica, Francia, España y Portugal, terminando en Estados Unidos. Se enlistó en el Ejército y trabajó en una estación de radio ubicada en Japón, para monitorear las emisiones radiales rusas. Sus primeros libros se ocuparon de la economía de Japón.

–Su relación con Harvard fue múltiple.

–Así es, me doctoré en dicha Harvard, volviendo en 1965, primero como profesor, luego como decano de la facultad de Artes y Ciencias –el primer judío en ocupar ese cargo–, presidente a cargo y miembro de la Corporación de Harvard, entidad integrada por 7 miembros. Con perdón de Donald Trump, según Sam Roberts, a los alumnos Rosovsky les decía; “Ustedes están aquí cuatro años; los profesores estarán aquí mientras vivan; y Harvard estará aquí para siempre”; y según Larry Summers, “bajo Rosovsky el college de Harvard completó su transición, de un alumnado WASP (blanco, anglosajón y protestante), a otro abierto a reunir a los extraordinariamente talentosos futuros líderes”.

–Ayúdeme a entender lo que ocurrió en la Argentina a mediados de 1975.

–El Rodrigazo ocurrió en circunstancias internacionales dramáticas. La cuadruplicación del precio del petróleo, consecuencia de la guerra del Yom Kippur, ocurrida en 1973, estacó el PBI del Grupo de los 7, que había crecido 4,6% anual entre 1968 y 1972; en tanto que la tasa de inflación subió de 4,8% anual, entre 1968 y 1972, a 13%, medida por precios al consumidor, y a 22,3% por precios mayoristas. Y como si esto fuera poco, una vez más los ingleses descubrieron que la carne argentina tenía aftosa, interrumpiendo las compras a su país.

–El contexto político local tampoco ayudaba.

–Así es. Juan Domingo Perón había fallecido el 1° de julio de 1974, siendo sucedido por la vicepresidenta, María Estela Martínez de Perón. Su ministro de Economía, José Ber Gelbard, había renunciado en octubre de 1974, siendo sucedido por Alfredo Gómez Morales, quien defraudó las expectativas porque languideció en el cargo, aumentando enormemente los desequilibrios.

–Nada de esto constituye una disculpa.

–No se trata de disculpar, sino de entender. En el plano interno el dato más importante es que, tanto Rodrigo como su equipo, en particular Ricardo Mansuelo Zinn, el viceministro, elaboraron las medidas en el entendimiento de que las paritarias habían cerrado con aumentos salariales de 38%, luego de un par de años de no operar, como consecuencia del Acuerdo Social.

–¿Qué diagnóstico inspiró las medidas adoptadas?

–La combinación de desequilibrio fiscal y restricción externa. Esto último en un contexto de ausencia de mercado internacional de capitales y escasas reservas de divisas en el Banco Central. Con subas de tipos de cambio y tarifas públicas muy por encima de los aumentos salariales, se tenderá al equilibrio fiscal y disminuirá la absorción interna de productos exportables, que posibilitará mejorar la balanza comercial.

–¿Cuáles fueron las medidas iniciales?

–En números redondos, duplicar el tipo de cambio oficial y las tarifas públicas. Típica terapia de shock. Todo el mudo esperaba que “algo” fuera a ocurrir, pero se subestimó la cuantía de las modificaciones.

–¿Cuál fue la reacción dentro del gobierno?

–Enorme tensión entre los ministerios de Economía y de Trabajo, lo cual, en condiciones de debilidad política a nivel presidencial, generó continuas idas y vueltas, con la consiguiente parálisis de las decisiones del sector privado. Por una parte, el salario mínimo fue aumentado 65%, bien por encima de lo que se creía habían acordado las paritarias. Más importante todavía, con el correr de los días gremios menos oficialistas y dirigentes empresarios comenzaron a pactar aumentos salariales muy superiores al referido 38%, presionando al gobierno con la correspondiente homologación de los acuerdos privados.

–¿Cómo terminó, de hecho, la gestión Rodrigo?

–A comienzos de julio la Cámara de Diputados dispuso la interpelación del ministro durante un par de jornadas. Pero todo se volvió abstracto cuando, en medio de lo que estaba ocurriendo en el Congreso Nacional, la presidenta homologó los convenios. Por eso Rodrigo decía que, en rigor, lo que ocurrió a mediados de 1975 no fue un Rodrigazo, sino un Sindicalisazo.

–Como usted bien dice, la novedad del Rodrigazo fue la dosis.

–En efecto, piense en la redistribución de riqueza y pobreza que produjo el referido aumento de los precios. Conozco familias en las cuales las referidas redistribuciones se produjeron entre los propios integrantes, quienes no se fueron a las manos porque ocurrió con terceros.

–El caso del ahorrista en pesos fue particularmente claro.

–Imagine la situación de aquel que, en un mes, en términos de poder adquisitivo perdió la mitad con respecto a la compra de bienes, y más de la mitad con respecto al dólar. Es lógico que el Rodrigazo haya generado una sensibilidad entre los argentinos que, lejos de desaparecer, se acentuó con las hiperinflaciones de comienzos de 1976 y segundo trimestre de 1989.

–¿Fue un error, a mediados de 1975, aplicar una estrategia de shock?

–Es fácil responder a la luz de los resultados. De repente, en aquellas condiciones, nada era viable; pero es un típico ejercicio de historia contrafáctica, que se lo dejo a los historiadores.

–Rodrigo fue sucedido por Antonio Francisco Cafiero.

–Es lo que piensan quienes no recuerdan que entre uno y el otro, el ministerio estuvo a cargo del insólito Pedro José Bonnani quien, en el medio de la tremenda crisis, planteó una política económica que perseguía 11 objetivos, pero declaró por televisión que él no tenía idea de cómo lograrlos, y por consiguiente invitaba a todos a que le enviaran sugerencias. Duró en el cargo tres semanas. En estas dramáticas condiciones, el tándem Cafiero-Guido José Mario Di Tella y su equipo le aportaron racionalidad técnica (básicamente, evitaron males mayores), pero en las referidas circunstancias internacionales y de debilidad política fue muy poco lo que pudieron hacer.

– Don Henry, muchas gracias.

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