Medio año de cine argentino ya, y queda medio año. A la fecha, con los datos que proporciona el sitio de Fiscalización de Incaa (fuente de todas las notas realizadas sobre estadísticas del cine nacional), se estrenaron 102 producciones nacionales contra 143 extranjeras, sin contar festivales y muestras especiales. El dato es similar al del año 2024 y al de 2023 a idéntica altura de la temporada.
En 2024, las películas argentinas fueron 225 y 279 nacionales. En lo que va de 2025, el film nacional más visto es Mazel Tov, de Adrián Suar, con 364.708 entradas registradas. Todos estos números parecen indicar que tendremos a fin de año cifras similares a las de los años anteriores. Lo que no implica que no decrezca la producción de aquí en adelante. Las medidas que el Incaa ha dispuesto con la nueva administración comenzarán a sentirse recién en 2026 (o, con mucha más seguridad, 2027) dado que hay una enorme cantidad de títulos terminados con fecha de estreno incierta. Esto sin contar aquellos que no cuentan o no utilizan el sistema de concursos, créditos y subsidios del Instituto.
Carlos Pirovano, presidente del Incaa, señala a LA NACION que “todavía hay cerca de 200 películas enmarcadas en el régimen anterior rodando, en etapa de post producción o con entrega de copia A”, es decir films terminados listos para estreno. Se ha cambiado la manera, además, de medir la producción: “Al prohibirse los anticipos de subsidio [se preclasificaba un proyecto para que el productor cobrase dinero e iniciar un rodaje, norma derogada con la nueva administración] el Instituto dejó de pedir inicio de rodaje. Ahora el trámite de subsidio se inicia, como era originalmente, con la entrega de la copia masterizada. Eso hace que las producciones puedan tener mucha más libertad a la hora de iniciar, suspender y volver a iniciar rodajes. Así que lo que nosotros estamos midiendo son los estrenos y las presentaciones de películas terminadas”.
Adrián Suar, dijimos, tiene hasta ahora el mejor estreno en lo que va del año, Mazel Tov. Consultado por LA NACION sobre cómo está la producción de cine hoy en nuestro país, responde: “Está difícil por los costos. Es necesaria la ayuda del Estado, pero creo que está mal entendido qué es ‘ayuda del Estado’; yo siempre digo que tenemos que parecernos a los países que tienen esto más o menos ordenado, con mecanismos como tax rebates, devolución del IVA, etcétera. Hay ciertas cosas que hacen que al Estado no le generan mucho dinero. Deja de percibir algo, pero genera mucho trabajo la movilización de hacer una película; yo no soy de los que creen que se hacen películas para quedarse con la plata”.
Otras fuentes del ambiente del cine dicen que el gran problema es la escala, que hay que poner en discusión cuántas películas se hacen respecto de las posibilidades de exhibición. Aunque en este punto hay disidencias, desde quienes creen que debe pensarse cuál es la proporción real posible de films para un mercado como el nuestro y quienes creen que el propio mercado es el que dirá cuántas -y cuáles- películas serán viables. Pero hay un punto en el que tanto Pirovano como Suar, de dos lados diferentes del mostrador, coinciden. “El objetivo del Incaa es generar políticas públicas que fortalezcan a la actividad audiovisual, acompañando propuestas de valor que atraigan y reciban el apoyo de las distintas audiencias”, explica Pirovano, que hace hincapié en el apoyo a nuevos realizadores, al “semillero”.
Suar, por su parte, dice que es “muy pero muy importante tener anualmente una cantidad de películas donde los directores nuevos pueden probarse, incluso con las equivocaciones”. “No tenés industria si no fomentás fuerte a los de abajo”. Dicho de otro modo: hay que tener un cine industrial, de consumo masivo (lo que, queda claro, no implica “malo”: ¿cuántas obras maestras tiene el “cine masivo”?) que permita generar vocaciones y nuevos ingresos a esa misma industria. No hay una cosa sin la otra.
Próximos estrenos
¿Cómo viene ese cine masivo en la Argentina para los meses que faltan del año? Poco, por lo menos por lo anunciado. En la grilla general hay tres títulos de gran público previstos de aquí a terminar la temporada. El primero, a estrenarse el próximo 17 de julio en consonancia con el comienzo de las vacaciones de invierno en la Ciudad, es El novio de mamá, de Leandro Mark y Nicolás Silbert, que apuntaron también con otros films a ese target (son los responsables de Caídos del mapa y La última fiesta). El novio…, protagonizada por José María Listorti y Dani La Chepi, sobre una mujer con hija adolescente, niño asustadizo y perro que termina de vacaciones en la Patagonia con un novio-niñero poco avezado (en todo). Comedia familiar de enredos, pensada para todo público, es el único producto nacional de este tipo para el receso escolar. Dicho sea de paso, en los últimos dos años no hubo producto similar para aprovechar ese período.
El segundo, el próximo 14 de agosto, es, probablemente, el lanzamiento argentino más grande de la temporada, Homo Argentum, de la dupla Mariano Cohn-Gastón Duprat, protagonizado por Guillermo Francella, donde el actor interpreta a 16 personajes. Es un film en episodios a la manera de la commedia all’italiana de los años sesenta y setenta (el lector recordará, por ejemplo, Los Monstruos) sobre la experiencia, los tipos, los mitos y los vicios de esa cosa llamada “ser argentino”. Potencialmente es la película nacional de la temporada: el conjunto Cohn-Duprat-Francella es el responsable de El Encargado, por mucho la serie más exitosa de la televisión argentina (hoy “televisión” implica necesariamente plataformas) de los últimos años, que elevó -si era posible- la popularidad de Francella, uno de los pocos intérpretes nacionales que lleva público a las salas con su solo nombre (de 2023 hacia acá, las dos películas más vistas –La extorsión y Muchachos, la única por encima de un millón de espectadores- cuentan con su participación). Si se tiene en cuenta, además, que el film argentino más visto de la última década y media es otro en episodios (Relatos salvajes), cabe pensar en una apuesta segura y batacazo de la temporada.
El tercero es Papa x 2, otra comedia familiar, dirigida por Hernán Guerschuny (El crítico, Una noche de amor, Nahir) y protagonizada por Benjamín Vicuña, Celeste Cid y el productor y actor argentino radicado en los EE.UU. Lukas Akoskin. Es una coproducción entre ese país, la Argentina y Chile sobre una hombre que recibe la noticia de que su pareja está embarazada de su ex tras un fugaz reencuentro. Dispuesto a formar igual una familia, debe además enfrentar la aparición de ese ex, en todo diferente de él. La película tiene fecha de estreno previsto para el próximo 10 de septiembre y también se beneficia de la ventana en la que suelen aparecer las películas nacionales grandes: la que va del final de la “temporada alta” de Hollywood -nuestro calendario, desde los noventa, sigue el de estrenos del Hemisferio Norte- en agosto, hasta los meses del “pre-Oscar” y fin de año (octubre-diciembre). El elenco es atractivo y Guerschuny, si bien no tiene películas demasiado masivas, tampoco ha tenido fracasos en las salas.
Además, están previstas La mujer en la fila (4/9), de Benjamín Ávila (Infancia Clandestina), con Natalia Oreiro; Miss Carbón (18/09), de Agustina Macri, coproducción con España sobre la primera mujer trans en dedicarse a la minería en Río Turbio; el slasher Masacre en el Delta (2/10), de Facundo Nuble, perteneciente a un género que siempre funciona bien -y tiene gran posibilidad de exportación-; la comedia dramática -otra coproducción- Vieja Loca, primer film dirigido por el guionista Martín Mauregui y protagonizado por Daniel Hendler y Carmen Maura; y La Herida (6/11), drama de Diego Gottheil sobre una joven con trastorno límite de la personalidad. Estas fechas, de todas maneras, pueden cambiar.
Películas, en espera
Ahora bien, esto no implica que sean las únicas películas argentinas. Como se dijo, hay por lo menos unas 200 terminadas bajo el régimen anterior de Incaa, y a esto se suman las que se hicieron por fuera del Instituto. El presupuesto estimado para el ítem Promoción este año es de 24.863.225.563 pesos, algo así como 23 millones de dólares. El presupuesto total del Instituto, estimado para este año, es de poco menos de 50 millones de dólares. El dinero de “promoción” se reparte en subsidios, concursos y créditos. En realidad, la “parálisis” de la industria, que se menciona muchas veces, no es tal, o no lo es de la misma magnitud de lo que se acusa.
Fernando Sokolowicz, productor con larga trayectoria en el cine argentino, en especial en el independiente, dice: “El Incaa tuvo hasta ahora dos momentos desde 2024; primero un congelamiento, hasta más o menos octubre de 2024, y a partir de allí una nueva gestión que, esté o no de acuerdo, es la política que se lleva a cabo, que consiste en premiar con un dinero importante -aunque no suficiente- el cine más industrial; y la demás producción irá por concursos. Creo que el cine más autoral no va a tener muchas novedades hasta 2026. Es decir, el Instituto no se cerró ni se vació, sino que está tratando de cambiar políticas”. Consultado respecto de si se resintió la producción, Sokolowicz indica: “No, cambiaron los ritmos pero han mantenido, con sus criterios, la política anterior. Es decir, respetaron lo que había interpretándolo de acuerdo con cómo debe ser la producción nacional”.
Como Suar, coincide en la necesidad de esa política. “Hay que entender -explica- que la ayuda del Estado puede o no ser imprescindible de acuerdo con cada país, pero lo que sí es imprescindible es una política de Estado para la producción cinematográfica porque todos los países la tienen. Durante el gobierno de Alberto Fernández se deterioraron las ayudas y, lo más importante, no aplicaron políticas hacia las plataformas. Algo que sí existe en Europa: aquí se llevan todo lo que pagan los abonados (digamos, por ejemplo, mil millones de dólares, las cifras deben de ser más o menos cercanas a eso) y dejan mucho menos, un diez por ciento, digamos. Lo que implica un déficit comercial de novecientos millones de dólares, si tomamos esa recaudación. Las autoridades de Cultura de Fernández miraron para el costado, solo les interesaba sacarse la foto con los presidentes de las plataformas, pero no tener una política al respecto. No sé qué hará esta administración, porque todavía no han dicho nada al respecto”.
Hay otro problema: lo difícil que es para las películas independientes (el sector que más requiere una política al respecto) para conseguir salas. Es cierto que el Incaa dispone de un presupuesto de 600 millones de pesos para subsidios a la exhibición, y los costos de comercialización se incorporaron como reconocibles para aplicar a subsidio. Pero las salas no se interesan en las producciones nacionales excepto que sean de gran público. Lo que hace que muchas de esas películas se exhiban en salas como el Gaumont (que sigue abierto y cuyo presupuesto anual es de casi 420 millones de pesos) o en muestras especiales en la Sala Lugones, el Cultural San Martín, el Recoleta, el Malba o Bellas Artes. Salas chicas con público fiel, pero que no tienen la envergadura para que se recupere una inversión grande como es la de hacer películas. Y cuyos lanzamientos, por la misma razón, se solapan y saturan la cartelera en los meses de “temporada baja” (de allí es que podamos llegar tranquilamente a 200 estrenos nacionales en 2025). Lo que viene es, entonces, el oasis de agosto-septiembre con cine de gran público que, si funciona, podría maquillar la muy mínima participación del cine nacional en la recaudación anual, que en 2024 fue del 2,19%. El cambio de políticas que intenta la actual gestión del Incaa comenzará a mostrar resultados, como se dijo, en 2026, pero la situación ya era mala: ese 2,19% fue un 60% menor que la participación del cine argentino en la torta total en 2023, pero porque ese año tuvo Muchachos, la única película nacional desde entonces que superó el millón de espectadores. La parálisis no es tal, pero las dificultades siguen siendo enormes.