La venganza (Vogter, Dinamarca/2024). Dirección: Gustav Möller. Guion: Gustav Möller, Emil Nygaard Albertsen. Fotografía: Jasper Spanning. Edición: Rasmus Stensgaard Madsen. Elenco: Sidse Babett Knudsen, Sebastian Bull, Dar Slaim, Marina Bouras, Olaf Johannessen, Jacob Lohmann. Duración: 98 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: regular.
La venganza tiene un punto de partida improbable: la historia empieza con el traslado de un convicto al bloque de la prisión en el que trabaja Eva, una guardia penitenciaria cuyo hijo fue asesinado justamente por ese nuevo recluso.
Señalar esta maniobra inicial es importante porque si hay algo que caracteriza a esta película de Gustav Möller (el mismo del buen thriller psicológico La culpa, ópera prima estrenada en Sundance de la que hubo una pronta remake de Antoine Fuqua con Jake Gyllenhaal en el protagónico) es la manipulación.
Son demasiadas las escenas en las que Möller recurre a lugares comunes y subrayados para dar cuenta de aquello que quiere contar, como si no tuviera confianza en un espectador atento y mínimamente sagaz. En La venganza, mientras transcurre una escena, no es difícil predecir qué pasará en la siguiente porque los hilos de quien maneja a los personajes como marionetas se notan todo el tiempo.
Difícil que un sistema penitenciario como el danés, considerado como uno de los más organizados del mundo, tenga un fallo tan grueso y propicie el encuentro de un asesino con la madre de su víctima, por caso. Apartada esa premisa alejada de la lógica, La venganza se propone como una historia que plantea preguntas sobre la justicia, la redención y los límites del perdón a través de la relación que esa mujer naturalmente perturbada por lo que le toca vivir debe tejer con un enemigo que no sospecha nada sobre su identidad hasta que la revelación llega, ya más cerca del epílogo.
Sidse Babett Knudsen (conocida internacionalmente por su gran trabajo en la serie Borgen) es una gran actriz. Aun con un guion tan débil, logra que su trabajo sea muy solvente. Sabe cómo revelarnos la ira contenida del personaje y sus dilemas internos. También es bueno el trabajo de su adversario, Mikkel (Sebastian Bull), que es destinado al sector de máxima seguridad de la prisión por su peligrosidad. Bull consigue construir un perfil complejo. Es un joven hostil y a primera vista inquietante que tiene obvias dificultades para controlar su temperamento. Pero detrás de esa máscara asoma una conducta infantil que Möller resalta con un movimiento esperable: el vínculo conflictivo con Eva empieza a insinuar ciertos acercamientos filiales, aun cuando él sostenga siempre la amenaza extorsiva para digitarlo.
Möller trabaja bien la atmósfera, eso sí: La venganza se desarrolla en un ambiente asfixiante, con la arquitectura carcelaria (se filmó casi íntegramente en la extinta prisión Vridsløselille de Copenhague) y el diseño sonoro como piezas importantes para crear un clima de tensión constante al que también aporta el que termina siendo el gran enigma del film: qué pasa por la cabeza de Eva en cada situación. Porque su aplomo y su empatía (da clases de escritura y yoga en la prisión, tiene una relación cordial con sus compañeros y con la mayoría de los presos) empiezan a tambalear con la llegada de Mikkel. Y sus reacciones a partir de ahí son mucho menos predecibles.
También llama la atención que ninguno de sus exabruptos tenga consecuencias: incluso otorgándole a la película el beneficio de que plantar drogas y escupir la comida de un recluso pueda disimularse en ese entorno hipervigilado, Eva también le propina a Mikkel una paliza brutal que no deriva en ninguna sanción simplemente porque el guion necesita imperiosamente que los dos rivales permanezcan inseparables. La ficción nos exige credulidad y tiene autorizadas las licencias, pero en La venganza lo que se quiebra más de una vez es la propia lógica interna del relato.