Cine italiano: Vermiglio, una película delicada, sensible y sugestiva, que interpela con armas nobles

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Vermiglio (Italia/2024). Dirección y guion: Maura Delpero. Fotografía: Mikhail Krichman. Edición: Luca Mattei. Elenco: Tommaso Ragno, Martina Scrinzi, Giuseppe De Domenico, Roberta Rovelli, Rachele Potrich, Santiago Fondevila. Duración: 119 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: muy buena.

Ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia del año pasado, esta sensible película italiana está ambientada en un remoto pueblo alpino, cerca de la frontera con Alemania, en la época del epílogo de la Segunda Guerra Mundial. No tiene escenas de acción ni de violencia, pero el drama de esos años tan difíciles para Europa se percibe todo el tiempo en el ambiente.

Su directora es Maura Delpero, quien tiene un vínculo estrecho con la Argentina: estudió dramaturgia y guion en el Centro de Formación Profesional de SICA, está casada con un actor local, Santiago Fondevila, y en 2019 estrenó en el país su primer largometraje de ficción, Hogar (2019), una coproducción italo-argentina ambientada en Buenos Aires que recibió una mención especial en la Competencia Argentina del Festival de Cine de Mar del Plata.

Con un estilo narrativo sobrio y contenido, Vermiglio explora las complejas dinámicas de una familia numerosa y los secretos que se ocultan bajo la superficie de una comunidad que vive en aparente armonía y donde Cesare (Tommaso Ragno) es el patriarca indiscutido, el único maestro de la aldea y un autoridad moral cuyo prestigio iguala al del cura, lo que allí no es poco decir.

De carácter severo y gustos atildados (es un amante de la buena música, que lleva su gramófono a clase para que su heterogéneo alumnado pueda escuchar a Vivaldi), el hombre gobierna su casa bajo normas inflexibles, mientras su esposa Adele (Roberta Rovelli) sostiene la rutina doméstica en ese entorno campesino con siete hijos en la casa.

Las tensiones van aflorando a medida que aparecen diferentes intereses: entre las hijas mayores, una sueña con estudiar lejos, otra tiene un tímido despertar sexual y la mayor, Lucia (Martina Scrinzi), encuentra el amor en Pietro (Giuseppe De Domenico), un joven desertor siciliano que llega al pueblo de la mano de su primo Attilio (el papel de Fondevila).

La presencia del forastero provoca recelos: un vecino lo tilda de cobarde por huir del frente, hasta que otro replica con sagacidad que si todos desertaran no habría guerras, en un apunte muy certero de neta sabiduría popular. Pero la comunidad igual lo acoge en secreto y así el romance entre Lucia y Pietro florece lejos de miradas indiscretas.

La puesta en escena de Delpero es austera y privilegia la elipsis. Con inteligencia, la directora consigue intensificar el impacto emocional de los momentos más complicados insinuando, en lugar de apelar al subrayado. El clima sugestivo de Vermiglio es, justamente, una de sus mayores fortalezas. Y su paisaje emocional es tan brumoso como el del entorno donde se desarrolla la historia: con la nieve y la amenaza del conflicto bélico como telones de fondo, lo que prima es el recato y la melancolía.

Pero la delicadeza de la película no le resta solvencia ni energía. En Vermiglio hay madres, hermanas y hijas que forjan su destino como pueden en un contexto opresivo y desfavorable: lidiando con represiones, gestionando sus deseos, generando complicidades y poniendo el cuerpo, con resiliencia y dignidad. Mujeres bellas y fuertes que despiertan una inmediata empatía.

“Me interesaba contar la guerra desde el punto de vista de las mujeres, de quienes no fueron al campo de batalla -ha explicado la directora-. Se la contó mucho desde un punto de vista épico, adrenalínico, de sangre, de batalla. Y muy poco desde la perspectiva de esas mujeres que se quedaron en las cocinas luchando para que no se murieran sus bebés”. Ellas son, efectivamente, las grandes protagonistas de Vermiglio.

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