Ciudadanos a la defensiva en un horizonte borroso

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El humor social está mutando. La esperanza sigue existiendo, pero pierde fuerza. Queda acotada a los convencidos, que la defienden a ultranza. Entre los demás, ocupan el territorio perdido sentimientos crecientes como una profunda incertidumbre, el regreso del temor, la latencia de la angustia y el peligro concreto de una incipiente decepción. “De nuevo”, es la frase que resume el quiebre en el sentir colectivo.

La dimensión ciudadana y la consumidora se retroalimentan. El factor común que traza un puente entre ellas es la alerta. Preocupados y asustados por un contexto que mayoritariamente perciben empeorando, los argentinos se han puesto a la defensiva. Sienten que lo que hace tres meses ya venía “lento” ahora se está haciendo “eterno”.

Para algunos, la paciencia comienza a resquebrajarse; para otros, vive asediada por las dudas; en ciertos casos ya es un recuerdo del pasado. Dicen: “Una cosa son algunos meses, pero ya van dos años”. El esfuerzo pesa, sobre todo, si el horizonte se vuelve borroso.

Cuando comenzaban a acostumbrarse al discreto encanto de la normalidad, registran que, una vez más, “de nuevo”, se diluyen la tranquilidad y la previsibilidad que les permitían creer. Consecuentemente, hay que volver a subir la guardia como casi siempre. En un entorno que gana volatilidad, la calma pierde el centro de la escena y lo recupera la amenaza.

 

Cuesta interpretar y procesar la alteración repentina de tantas variables en simultáneo. El grado de aceleración generalizado imprime tal velocidad a los acontecimientos que, en el vértigo, se dificulta la comprensión.

Es lógico entonces que se amontonen las incógnitas, la emocionalidad prime sobre la racionalidad y se activen los mecanismos de protección. Las sensaciones no son buenas, mucho menos, prometedoras.

Naturalmente este giro en el clima de época tiene impactos múltiples. Funciona como un patrón unificador subterráneo y oculto, que se deja ver en la superficie a través de diferentes conductas. Esas acciones se transforman así en evidencias visibles y tangibles de que, “de nuevo”, algo cambió en la sociedad argentina.

Los campos donde se manifiestan estos hechos son variados y disímiles. Van desde la agenda de las redes sociales y los medios de comunicación hasta los hábitos de consumo o las opiniones políticas, pasando por las conversaciones familiares y el aire que se respira en el ambiente de los negocios, por citar apenas algunos cambios notorios.

Datos y señales de la economía

El jueves 18 de septiembre, el Indec publicó el informe de empleo correspondiente al segundo trimestre de 2025. Pasó bastante inadvertido por dos motivos. El primero, porque la atención estaba concentrada en la dinámica financiera y cambiaria.

El segundo, porque el dato, en apariencia, no traía mayores novedades. El nivel de desempleo es del 7,6% en el promedio del país. Exactamente el mismo indicador que el del segundo trimestre de 2024, con el que corresponde compararlo. Ni mejor ni peor. Para las expectativas que había, no fue un mal resultado.

En el Gran Buenos Aires, el índice de desempleo llega a casi dos dígitos, según el último informe del Indec

Sin embargo, cuando se presta un poco más de atención emergen dos aspectos relevantes a considerar. El primero, más lineal: en el Gran Buenos Aires el desempleo ya casi llega a los dos dígitos: 9,8%. El segundo, más analítico: en el mismo lapso de la comparación señalada, la economía creció 6,3%.

La conclusión es bastante obvia: si con semejante empuje, poco habitual y no tan fácil de replicar hacia adelante, esa economía pujante no logró reducir la tasa de desempleo, es de esperar que a futuro, si la configuración continúa siendo la misma, le resulte más complicado hacerlo.

El del empleo es sin dudas uno de los temas centrales de la agenda actual y, especialmente, de la poselectoral. Ya lo marcan las encuestas de opinión. Es la principal preocupación de la población.

Si revisamos lo que viene ocurriendo en el sector privado registrado -el añorado trabajo en blanco en una empresa–, desde enero de 2023 hasta junio de 2025 se perdieron 140.000 puestos de trabajo, según los datos oficiales del SIPA. Por la información que provee el mercado, es difícil que esos valores mejoren en julio, agosto y septiembre.

Recordemos que del total de personas que tienen un empleo en el país, acorde con los relevamientos oficiales, el 42% es informal. Son 9 millones de trabajadores que tienen menos visibilidad sobre sus ingresos mensuales y cuyo día a día se vincula mucho con la actividad que haya “en la calle”. La clásica dicotomía entre “se vende” versus “no se vende”.

Lo que emerge con fuerza en la última medición que realizamos es un latiguillo preocupante: “No hay trabajo, no se vende y no se cobra”. Para la percepción de buena parte de la población, “la calle está fría”.

Las ventas en los shoppings cayeron un 9,5% interanual

No es casual entonces que los indicadores de consumo de los meses de julio y agosto hayan sido otra señal de que las cosas ya no están como estaban. Aún los sectores del consumo que crecían fuerte comenzaron a mostrar variaciones negativas. Por ejemplo, las ventas de autos cayeron 13% intermensual o las de shopping centers, 9,5% interanual.

Los que venían tratando de recuperar parte de lo perdido el año pasado dieron un paso hacia atrás, como los insumos para la construcción: -8,6% intermensual. De todos modos, los tres continúan con crecimientos interanuales acumulados positivos.

Econviews acaba de publicar, sobre la base de los datos del Banco Central, que el crédito al sector privado dejó de crecer. Un motor del consumo que tracciona con menos fuerza. Aspecto, entre otras cosas, vinculado a la suba de la mora: 5% en tarjetas de crédito y 7% en créditos personales en julio. El sistema financiero señala que agosto y septiembre podrían ser peores.

En otro rubros, como las ventas en supermercados o mayoristas, la situación es peor: suman al 14% de caída de 2024 una contracción adicional del 5,5% en los primeros 8 meses de este año. Indumentaria agrega al -15% del año anterior otro -5% este año. Y los cines siguen en caída. El año pasado, -19%; en 2025, otro -7,5%. Medicamentos resistió mejor: cayó solo 4,5% en 2024. Ahora agrega otro -1%. Los datos son de Scentia y Ultracine.

En síntesis, en el consumo cotidiano “sobre llovido, mojado”.

Al consumo masivo total, que este año crece 1% cuando el año pasado se desplomó 14%, lo están salvando las ventas en los almacenes de barrio, que se incrementan 10% anual. Típico comportamiento de momentos de escasez. Se compra de a poco, para un par de días y lo que alcanza con lo que hay.

Repasando esta información se entiende mejor el viraje de “lento” a “eterno”. La percepción es siempre subjetiva. En este caso tiene muchos elementos objetivos sobre los cuales apoyarse. La gran mayoría, experimentados a nivel personal. No es lo que se dice, se postea o se publica. Es lo que se vive.

Homogeneidad y fragmentación

Al profundizar el análisis, lo más sorprendente del humor social actual es el modo en que se han acercado los registros entre clases sociales que tienen realidades muy diferentes. Hay una conciencia más nítida y homogénea de lo que está sucediendo.

Las ventas en supermercados tuvieron una fuerte caída

Aun en los sectores encumbrados de la pirámide social ya no todo es como era. Para empezar, en la cima de la clase alta disminuyó la euforia. Saben que ellos están mucho mejor que todos los demás. Lo reconocen, lo valoran y lo aprecian. Pero ahora no pueden soslayar lo que les sucede a los demás.

En el resto de esa clase alta nunca hubo euforia, aunque sí disfrute, placer y hedonismo. Se preservan, pero acotados y con un exhaustivo seguimiento del flujo de ingresos y gastos. La incertidumbre agudiza el control. Para continuar viviendo una vida acorde con sus logros y su posición, hay que ser cuidadosos y precisos. El ocio, los servicios y los microgastos pasan todos los meses por un riguroso examen donde indefectiblemente hay que elegir qué recortar, postergar o espaciar.

Entre los dos grupos constituyen el 5% de las familias que manejan el 21% de los ingresos totales. Incluso allí hay inquietud.

De ahí para abajo comiencen los ajustes, la selectividad, las contradicciones y, en numerosos casos, el fastidio.

En la clase media alta, cuyo estándar de vida es muy exigente en relación con los ingresos mensuales que generan, se manifiestan “mentalmente agotados, quemados”. Viven haciendo malabares para mantener su posición y se ven a sí mismos como “economistas” o “ajedrecistas”.

Sienten que su estilo de vida “se está agujereando”. Cada mes es un Tetris donde hay que hacer encajar gastos de todo tipo con ingresos que deben estirarse como una banda elástica. Para expandirlos, crece el pluriempleo. Hay que completar con lo que sea: Uber, ventas por redes sociales, servicios extras, etcétera. En el supermercado “se esquivan las marcas” y comprar “es un estrés”.

Aquí hablamos del 17% de la población que maneja el 31% de los ingresos del país. Quiere decir que aún en el 22% de las familias que se ubican en el tope de la pirámide social –clase alta más media alta– ya poco es como era.

Algunos sectores de la población viven en una

Siendo así, es comprensible que en las clases media baja y baja no pobre la situación se esté tornando muy compleja. Allí hay mucho menos resto.

Esos estratos que entre ambos representan el 55% del consumo masivo total, dicen que si “antes el mes terminaba el 20, ahora termina el 12”. Se pagan los gastos fijos y las cuotas y “ya no queda casi nada”. Viven en estrés permanente y se perciben en una dinámica sacrificial. Para llegar a fin de mes hay que privarse de muchas cosas y pasarla mal, Aquí los trabajos múltiples son casi una obligación.

Hasta que estos sectores no se recuperen es muy poco probable que lo haga el consumo cotidiano. Ellos son los que mueven el gran volumen de ventas e inclinan para un lado u otro la temperatura de la calle. Para que eso suceda, en lo coyuntural deberían ganar dinámica sectores de la economía que son mano de obra intensivos: la construcción, el comercio, la industria, el turismo interno y otros servicios profesionales.

En lo estructural, debería crecer significativamente el empleo privado registrado. Algo que no sucede desde 2011, cuando eran 6,2 millones de personas. Aún con los vaivenes que hubo en todos estos años, terminamos en el mismo lugar: hoy son 6,2 millones de trabajadores en blanco en empresas.

En los ciudadanos que viven bajo la línea de la pobreza –meritorio logro haberla reducido al 31,6% de la población– está la ayuda del Estado. Junto con la baja de la inflación, permiten que se mantengan estables dentro de una situación de extrema fragilidad. Lo dicen con ironía: “Estamos peor, como siempre”.

Este es el cuadro de situación de una sociedad donde crecen la restricción, el malestar, la angustia y, sobre todo, la incertidumbre.

Ahora, “de nuevo”, todas son dudas.

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