Copenhague ha sido elegida como la ciudad más feliz del mundo. El conocido índice de Ciudad Feliz #2025 considera 82 indicadores divididos en 6 categorías: ciudadanía, salud, gobernanza, ambiente, economía y movilidad. La capital de Dinamarca se ubicó primera del ranking con 1039 puntos, seguida por Zurich (993) y Singapur(979). Buenos Aires ocupa el lugar 74 con 756 puntos.
Educación innovadora, políticas sostenibles y una ciudadanía muy participativa en las decisiones del gobierno son algunas de las características que distinguen al copenhagués, capaz también de disfrutar de pequeños placeres como una buena cena, un libro, un atardecer. Tan convencidos están de los méritos de su propia ciudad que en 2024 llegaron incluso a lanzar un seguro de calidad de vida: si alguien se mudaba a Copenhague y no era más feliz, se le pagaba el pasaje de regreso.
El informe Mundial sobre Felicidad que publica anualmente la Universidad de Oxford asociada con Gallup desde 2012 plantea una simple pregunta a los encuestados en 140 países: en una escalera de 10 peldaños en la que el superior representa la mejor vida posible y el inferior la peor, ¿en qué escalón diría usted que se encuentra en este momento? Las primeras posiciones de la última edición las ocupan Finlandia (primero por octavo año consecutivo), Dinamarca, Islandia, Suecia y los Países Bajos con la Argentina en el puesto 42.
Está claro que sumergirse en el terreno de algo tan volátil como la felicidad humana es complicado y difícil de objetivar y que muchos ridiculizarán cualquier intento de medición como los anteriormente mencionados. Por fuera de la mirada filosófica o espiritual, no hay tampoco actualmente mucho acuerdo entre investigadores científicos sobre cómo medirla.
Alejandro Cencerrado, analista del Instituto de la Felicidad de Copenhague, uno de los centros dedicados a este tema, destaca que la idea de felicidad cambió con el tiempo y con ella las formas de medirla. En torno al llamado movimiento científico del bienestar, hay coincidencia respecto de que cuantos más encuestados, más fiables serán los resultados aun cuando resta mucho por estudiar.
Lo cierto es que cualquier discusión sobre las políticas públicas debería contemplar este ingrediente tan poco asible. Mientras tanto, ¿quién no se ve tentado de leer sobre estas cuestiones en busca de mágicas recetas?