¿Colapsará la deuda de Estados Unidos?

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La deuda soberana del país del norte, conformada principalmente por bonos del Tesoro de Estados Unidos a distintos plazos (US T bills y US T notes), se ha constituido en el activo financiero de mayor liquidez global. Asimismo, al contar con garantía estatal, históricamente dichos bonos han sido considerados como los de menor riesgo.

Sin embargo, recientemente, se han encendido luces amarillas de peligro respecto a su calidad crediticia. En efecto, en agosto, una de las calificadoras de riesgo crediticio más prestigiosas (Fitch) ha degradado su condición de “Investment Grade AAA” (que constituye el mejor riesgo) a un escalón menor denominado “Investment Grade AA”.

La pérdida de la característica “AAA” de los bonos soberanos se debe básicamente a la existencia en la economía de Estados Unidos de una peligrosa tendencia a un crecimiento continuo de su gasto público y del consiguiente déficit fiscal.

Dado este escenario, el propósito de esta breve nota es analizar la posibilidad de un “reperfilamiento” e, incluso, de un “default parcial” de la deuda. Obviamente, de llegarse a tal extrema situación, las implicancias negativas serían profundas, entre ellas: desequilibrio de los mercados de capital, con pérdidas de valor de los bonos en general y de las notas del Tesoro en particular; aumento de la tasa de interés de la Fed y del resto de los bancos centrales; fuga de capitales; restricción del crédito y una fuerte caída de los niveles de actividad globales.

Para profundizar la cuestión bajo análisis, es útil mencionar cuáles son las dos fuentes básicas de financiamiento del déficit; esto es: colocación de deuda soberana y/o emisión lisa y llana de circulante (incremento de la base monetaria). Claramente –suponiendo presión impositiva constante– a mayor gasto, mayor será el déficit y mayor su necesidad de financiamiento. A los efectos de cuantificar la dimensión del problema, a continuación se analizarán algunas cifras de la evolución del déficit, de la deuda soberana y de la emisión monetaria.

En cuanto al déficit fiscal, actualmente el mismo alcanza, –aproximadamente– a un 7% del PBI lo cual, en términos absolutos, alcanza la friolera de casi 2 billones de dólares (millones de millones): casi cinco veces nuestro PBI. Más grave aún, en el periodo de 20 años transcurridos entre 2005 y 2024, el déficit se incrementó en forma continua casi cuadruplicándose, pasando del 1.8% del PBI al actual 7%.

En lo que hace al stock de deuda soberana, su tendencia creciente se correlaciona con el incremento del déficit y su correspondiente necesidad de financiamiento. En efecto, el total de la deuda pública pasó de US$7,8 billones en 2004 a US$35 billones en 2025. En términos de PBI, la deuda se duplicó, pasando el ratio deuda/PBI del 60% al 120%.

A los efectos comparativos, es útil mencionar que, por el Tratado de Maastrich de 1993, los países de la Comunidad Europea tienen como límite máximo el 60% del ratio/deuda PBI.

Por su parte, en el mismo período bajo análisis, la base monetaria (total del circulante emitido) también ha crecido en forma alarmante, pasando de un ratio del 6% del PBI al actual 20%.

Es claro entonces que, durante el período analizado, el déficit ha crecido en forma peligrosa, al igual que sus fuentes de financiamiento; es decir: la deuda soberana (cuyo stock más que se ha cuadruplicado) y la base monetaria.

Volviendo al tema central de esta nota, la cuestión clave es si este esquema de déficit, deuda y base monetaria creciendo en forma continua es sostenible en el corto plazo. La respuesta es compleja. En efecto, que la fuerte colocación de bonos y expansión de la base monetaria analizada no hayan provocado –al menos hasta ahora– desequilibrios de incumplimiento ha sido posible merced a la fuerte demanda global de la deuda soberana y de la divisa dólar. Resulta, entonces, que son los inversores (tanto públicos como privados) quienes, con su atesoramiento de dólares y bonos del Tesoro están financiando el déficit; claro que –como ya vimos a costa de ir incrementando fuertemente el stock de deuda.

Ahora bien, dada la importancia de esta demanda global, resulta de utilidad analizar cuáles son las principales variables que la determinan. Claramente, los dos principales factores a tener en cuenta son la confianza de los inversores (tanto públicos como privados) y la solidez de la economía. Dicho esto, la posibilidad de que colapse la deuda es que –por pérdida de confianza y/o por la presencia de un ciclo muy negativo de la economía (por ejemplo, una gran recesión con alta inflación)– caiga la demanda global de la divisa y los bonos del tesoro.

Si este fuera el caso, el riesgo soberano iría en aumento, con lo cual en dicho escenario no debiera descartarse un colapso de cumplimiento.

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