Identificar a una persona con patrones de agresividad encubierta es a menudo más desafiante que detectar la hostilidad que se presenta de manera manifiesta. Sin embargo, este comportamiento puede detectarse con éxito en los primeros cinco minutos de interacción, según explicaron expertos en psicología y conducta social.
El enfoque psicológico señala que, aunque estas personas eviten el grito o la pérdida de las formas, sus palabras y gestos emiten una tensión y un malestar palpables. Su objetivo principal no es la confrontación directa, sino generar incomodidad o sentimiento de culpa en su interlocutor, eludiendo cualquier responsabilidad por el impacto de sus acciones.
Los especialistas en comunicación no verbal enfatizan la importancia de la inconsistencia entre el discurso verbal y el lenguaje corporal como el primer indicio de agresividad encubierta. “Suelen mantener un tono aparentemente tranquilo, pero con una tensión perceptible en el gesto o en la mirada”, explicaron los expertos, según consignó La Vanguardia.

Las frases de estas personas pueden sonar amables en apariencia, pero a menudo encierran dobles sentidos, sarcasmos o insinuaciones diseñadas para desestabilizar emocionalmente. A nivel no verbal, la evitación del contacto visual, el cruce de brazos o una sonrisa forzada son gestos recurrentes que denotan resistencia e incomodidad. Un estudio publicado en Frontiers in Psychology en 2022 subrayó que los individuos con tendencias pasivo-agresivas recurren a la comunicación indirecta como método para proyectar hostilidad, manteniendo una imagen socialmente aceptable. Este comportamiento, señalaron los autores, es una fuente de confusión y estrés para quienes lo experimentan.
Entre las herramientas sutiles de manipulación que emplean se encuentran los comentarios ambiguos y el sarcasmo. Durante los minutos iniciales de una conversación, pueden introducir observaciones con doble sentido o halagos que, en realidad, son críticas disfrazadas. El sarcasmo es particularmente efectivo para ellos, ya que les permite lanzar ataques sin asumirlos de manera explícita, justificándose con frases como “solo era un chiste” si su interlocutor se siente ofendido.
La psicóloga clínica Judith P. Andersen, de la Universidad de Toronto, destacó que este tipo de humor, “aparentemente inofensivo”, desencadena en el cerebro respuestas de amenaza similares a las de un ataque directo, ya que genera una sensación de inseguridad y alerta constante y profunda.

Para contrarrestar esta dinámica, los especialistas aconsejan evitar caer en su juego emocional. Mantener la calma, responder con serenidad y establecer límites claros desde el inicio son estrategias cruciales para prevenir que la interacción degenere en manipulación o conflicto. Es fundamental no interpretar sus comentarios de forma personal, ya que a menudo son un reflejo de sus propias frustraciones e inseguridades.
Los psicólogos sugieren priorizar la comunicación asertiva, formulando respuestas claras y sin hostilidad, al tiempo que se demarcan los límites personales. Un estudio del Journal of Social and Personal Relationships (2023) afirmó que quienes adoptan una comunicación asertiva logran reducir hasta en un 40% la recurrencia de conductas pasivo-agresivas en su entorno, ya sea laboral o familiar.
En síntesis, la detección de la agresividad encubierta demanda una escucha activa y una observación atenta de las señales emocionales y conductuales. Pequeños indicadores como una sonrisa forzada, una ironía fuera de lugar o un comentario ambiguo resultan más fiables que cualquier palabra amable.
Como concluyen los psicólogos sociales, la auténtica agresividad “rara vez grita: se disfraza de educación”, y su reconocimiento temprano es vital para la protección de la salud emocional y la calidad de las relaciones personales y profesionales.
