Los altos costos de la vivienda son una de las grandes problemáticas de Estados Unidos. En ese contexto, las personas que no pueden comprar o alquilar una propiedad, suelen elegir las casas rodantes para vivir. Sin embargo, quienes lo intentaron advierten las grandes dificultades que implica este estilo de vida.
Cómo es vivir en una casa rodante: los desafíos que enfrentan quienes viven en ellas
Si bien este tipo de propiedades pueden ser una opción económica para quienes no cuentan con los ingresos necesarios para alquilar una vivienda, vivir en estos hogares representan una serie de desafíos: desde el poco espacio de almacenamiento, preocupaciones por las condiciones climáticas extremas y hasta la necesidad de conseguir un lugar para estacionarla.
De acuerdo a un informe de la Asociación de la Industria de Casas rodantes, alrededor de 486 mil personas viven tiempo completo en una caravana en Estados Unidos. Las cifras indican que se trataría del doble de personas que en 2021.
La madre soltera Andrea Stitt tuvo que mudarse a una autocaravana junto a sus dos hijos, de seis y 12 años, a comienzos de este año, luego de perder la guardería que dirigía y con ella la posibilidad de pagar el alquiler.
Ahora la familia vive en una casa rodante de 6,7 metros, con poco espacio de almacenamiento, un lugar reducido para comer y dormir, y dificultades para bañarse. “Este estilo de vida no permite cosas como sentarse a la mesa”, explicó Stitt en un reportaje de NBC Chicago.
Al pasar a un espacio mucho más pequeño, para mudarse tuvieron que quedarse solo con los artículos esenciales para el hogar y algunos juguetes. Vendieron la mayoría de sus pertenencias y regalaron el resto. Aun así, el espacio quedó saturado de objetos apilados.
Los niños conservan partes de sus cosas en pequeños contenedores. Dante, el hijo mayor, duerme en una cama individual acordonada con cortinas para tener privacidad.
La dificultad para encontrar dónde estacionar la casa rodante
Andrea Stitt señaló que uno de los mayores desafíos es encontrar a dónde estacionar la casa rodante. Cuando no pueden pagar un camping, que suele costar entre US$25 y US$45 por noche, la familia se queda en los terrenos federales remotos, que están disponibles de manera gratuita durante dos semanas.
El gran problema de los campamentos públicos es que no tienen agua, ni electricidad y la señal de celular es inestable. Los Stitt contaron que se han bañado y lavado su ropa en un río y han ido al baño en el bosque para ahorrar agua del tanque.
“Me he adaptado a este estilo de vida porque tenemos que adaptarnos”, manifestó Dante. El niño contó que ahora pasa la mayor parte de su tiempo al aire libre. Con el inicio de las clases, comenzó un programa escolar en línea.
La madre soltera consideró que será difícil abandonar la casa rodante y comenzar a alquilar una propiedad. Según contó a NBC News, empezó a trabajar 25 horas semanales en una guardería en Grants Pass, Oregón, pero no gana lo suficiente para pagar una vivienda digna cuando la renta promedio local es de US$1,650 al mes.
“Tendré que ser una persona rica o una persona pobre porque la clase media ya no es posible”, apuntó Stitt. Ahora, su objetivo es encontrar un estacionamiento más permanente.
Costos de mantenimiento, otro desafío
Otra de las grandes complejidades de vivir en una casa rodante son los gastos que requiere su mantenimiento, ya que suelen traer más problemas que una propiedad habitual.
Así lo señaló Kat Tucker, una veterana discapacitada de 64 años, quien pidió un préstamo y se mudó a una autocaravana en 2017 para reducir sus gastos de vivienda. Según contó a NBC News, después de dos años tuvo que cambiar seis neumáticos, reparar el refrigerador, el inodoro y el generador dejó de funcionar.
Cuando el motor del vehículo comenzó a fallar tuvo que mudarse con un familiar y volvió a pedir otro préstamo, que pagará los próximos siete años en cuotas mensuales de unos US$350, para adquirir una casa rodante usada.
Actualmente, la veterana se hospeda gratis en un campamento en Georgia porque hace trabajo voluntario, limpiando los daños causados por el huracán Helene el año pasado. “Nunca podré permitirme una vivienda digna aunque tenga un ingreso estable. Eso es lo realmente frustrante”, apuntó Tucker.
Y manifestó que le preocupa que la casa rodante podría durar solo cinco años por su antigüedad o incurrir en otros gastos. “Puede ser un gran estilo de vida, pero también puede ser otra trampa para la gente pobre que cada vez se vuelve más pobre”, consideró.