El bajo rendimiento de los estudiantes argentinos se reitera en cada prueba nacional que los evalúa. Pero, ¿cómo se posiciona el país entre otros de la región?
En primaria, la Argentina registra una caída significativa respecto a otros países en América Latina. Según las pruebas ERCE de Unesco, que se aplican en estudiantes de tercer grado de primaria en comprensión lectora, en 1997 la Argentina era el segundo mejor país de la región en comprensión lectora, detrás de Cuba. Hoy ocupa el lugar número diez, por debajo del promedio regional y de países más pobres como El Salvador y Ecuador. Entre los países que superan el desempeño de los alumnos argentinos, se encuentran Perú, Costa Rica, Brasil, Cuba, Uruguay, Colombia, México, Ecuador y El Salvador.
En el nivel secundario, diversos estudios muestran que los conocimientos que no se consolidan en los primeros años son muy difíciles de recuperar en los siguientes. Vemos cómo la falta de consolidación de aprendizaje en la primaria se traslada en las trayectorias de la secundaria.
Cuando se analizan las pruebas PISA 2022, con las que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) evalúa a estudiantes de 15 años en 80 países del mundo, en América Latina la tendencia en lectura es en general negativa, aunque con algunas excepciones. Chile (-4 puntos), México (-5), Brasil (-3) y Colombia (-4) registraron retrocesos en lectura entre 2018 y 2022. En contraste, Uruguay y Paraguay mejoraron en 3 puntos; Guatemala, en 5, y Perú, en 8, mientras República Dominicana logró un avance notable de 10 puntos.
Estos resultados deben leerse con cautela, ya que las mejoras en algunos países pueden reflejar, en parte, cambios metodológicos o esfuerzos recientes de reforma educativa. Sin embargo, en la mayoría de los casos en la región enfrentan un contexto desafiante: desinversión educativa, escasa formación docente en estrategias lectoras y sistemas escolares que no priorizan la enseñanza explícita de la comprensión.
En la Argentina, los resultados de PISA 2022 reflejan una estabilidad respecto de 2018: el puntaje promedio en lectura descendió apenas un punto, de 402 a 401. A pesar de esta aparente continuidad, el país se ubicó en el puesto 58 entre los 81 participantes y más del 55% de los estudiantes no alcanzaron el nivel mínimo de competencia en comprensión lectora. Esto implica que más de la mitad de los alumnos secundarios no pueden identificar la idea principal de un texto simple ni establecer relaciones básicas entre fragmentos de información.
Es importante mencionar que, si bien la Argentina tuvo una continuidad en el puntaje, se encuentra rezagada entre 8 y 47 puntos de otros países de la región analizados (Chile, México, Brasil, Colombia y Uruguay). Nuestros país únicamente supera a Paraguay, Perú, Guatemala y República Dominicana, que son países con niveles socioeconómicos más bajos.
El mismo informe pone de relieve desafíos persistentes: la falta de enseñanza sistemática de estrategias de lectura, escasa formación continua en alfabetización avanzada para docentes y un impacto emocional residual de la pandemia que sigue afectando el proceso de aprendizaje. América Latina, y la Argentina en particular, se vio más afectada por los cierres prolongados de escuelas que otras regiones, lo que agravó las desigualdades educativas preexistentes (Unicef, 2021; Save the Children, 2022).
Líneas de acción posibles
Frente a esta tendencia preocupante, la literatura especializada y los organismos internacionales coinciden en la necesidad de implementar políticas integrales que aborden simultáneamente varios frentes:
● Promover el hábito lector desde la primera infancia, tanto en la escuela como en el hogar.
● Mejorar la formación inicial y continua de los docentes en alfabetización avanzada.
● Garantizar el bienestar emocional y psicosocial de los estudiantes, particularmente en contextos de alta vulnerabilidad.
● Incorporar con sentido pedagógico las herramientas digitales, asegurando el acceso equitativo a la tecnología.
● Realizar evaluación continua
La comprensión lectora es una habilidad fundamental para el desarrollo educativo, social y laboral de las personas. Su retroceso amenaza con profundizar desigualdades ya existentes. Revertir esta tendencia requiere decisiones políticas sostenidas y basadas en evidencia.