¿Cómo llegaron a su lugar los gigantes de la isla de Pascua?

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NUEVA YORK.— Se podría decir que Rapa Nui está en medio de ninguna parte, pero es incluso menos céntrico que eso. Atracado en el vacío Pacífico Sur, este estéril afloramiento de tierra, también conocido como isla de Pascua, está a unos 2090 kilómetros al sureste de su vecino habitado más cercano y a unos 3540 kilómetros al oeste de Chile continental.

Durante siglos, los eruditos se han sentido desconcertados por el movimiento de los moáis rapanui, figuras monolíticas que representan antepasados divinizados. Entre 1200 y 1700 d. C., las estatuas fueron talladas de ceniza compactada en una cantera dentro del cráter del extinto volcán Rano Raraku, y luego transportadas hasta 18 kilómetros a través de un terreno escarpado; algunas alcanzaban los 10 metros de altura y pesaban hasta 86 toneladas.

Las estatuas Moai, en la Isla de Pascua, Chile

Se han descubierto unos 950 moáis en la isla. La mayoría están orientados hacia el interior, de espaldas al océano, para vigilar a las aldeas, pero siete de ellos, situados en las laderas orientadas al oeste del volcán Terevaka, están colocados precisamente de cara a la puesta de sol durante los equinoccios, lo que indica que el lugar sirvió en su día de observatorio astronómico. Todavía quedan unos 400 moáis en la cantera, y 62 yacen en el suelo entre la cantera y las plataformas ceremoniales de la costa. Todas estas cifras son objeto de acalorados debates, al igual que la cuestión de si los 62 moáis fueron abandonados en tránsito o dejados a propósito en sus emplazamientos.

En un estudio reciente publicado en The Journal of Archaeological Science, Carl Lipo, de la Universidad de Binghamton, y Terry Hunt, de la Universidad de Arizona, demostraron una técnica plausible para el traslado de las estatuas. Hace 14 años, el equipo de 18 personas de los investigadores desplazó una réplica de hormigón de 4,35 toneladas a lo largo de una distancia de 100 metros en solo 40 minutos. Utilizaron cuerdas atadas a la cabeza de la escultura para hacer que se balanceara y cambiara su peso de lado a lado con cada tirón, con lo que la hacían avanzar gradualmente hacia delante. Este experimento puso en tela de juicio las teorías existentes sobre cómo se transportaban los moáis y reforzó las teorías propuestas en el libro de Lipo y Hunt de 2011, The Statues that Walked: Unraveling the Mystery of Easter Island.

ARCHIVO - Estatuas moai en Ahu Tongariki cerca del volcán Rano Raraku, arriba, en Rapa Nui

El concepto de mover un moái haciéndolo caminar, inspirado en la tradición oral, fue recreado por primera vez con éxito en 1986 por el arqueólogo checo Pavel Pavel y el etnógrafo noruego Thor Heyerdahl. Sus pruebas fueron recibidas con escepticismo, sobre todo porque los detractores creían que el método podría dañar las bases de las estatuas o no funcionaría en terrenos irregulares, además implicaba un modelo de 15 toneladas que no era representativo del tamaño de todos los moáis. Además, la teoría de las cabezas andantes carecía de precedentes regionales. A pesar de estas críticas, la fama de Heyerdahl como explorador, combinada con los conocimientos de ingeniería de Pavel, suscitaron un gran interés público y académico.

Pasos de gigante

El nuevo artículo detalla cómo Lipo, Hunt y sus colegas crearon modelos tridimensionales para comprender cómo formas y proporciones específicas facilitarían o dificultarían diferentes técnicas de transporte. Esto permitió al equipo determinar el centro de masa ideal y la estabilidad necesarios para un movimiento vertical y en zigzag.

El estudio reciente fue publicado en The Journal of Archaeological Science

El estudio señalaba que los moáis de los caminos —estatuas descubiertas a lo largo de lo que algunos investigadores creían que eran antiguas vías de transporte, y que normalmente se encuentran boca abajo en las bajadas y de espaldas en las pendientes— compartían características de diseño distintivas. Entre ellas figuraban las bases anchas en forma de D y las posturas inclinadas hacia delante, optimizadas físicamente para balancear las gigantescas esculturas, dijeron los investigadores. Lipo y Hunt plantearon que daños como las fracturas laterales podrían ser el resultado de las caídas sufridas por las esculturas durante esas caminatas, y que el diseño cóncavo de los caminos ayudaba a guiar y a mantener el rumbo de los tambaleantes moáis.

Lipo dijo que el constante balanceo y desplazamiento de los moáis a lo largo del tiempo desgastó y moldeó los caminos preparados. “Cada vez que los rapanui movían una estatua, parecía que habían hecho un camino”, dijo. “El camino era parte del traslado de la estatua”.

En el artículo, los investigadores presentan su trabajo como “una reivindicación de la arqueología experimental y un estudio de caso de la resistencia científica al cambio de paradigma”. Pero su investigación ha encontrado resistencia. Nicolas Cauwe, curador de las colecciones prehistóricas y oceánicas de los Museos Reales de Arte e Historia de Bruselas y autor de Isla de Pascua: el gran tabú, sostiene que Lipo y Hunt pueden haber malinterpretado algunas pruebas. Aproximadamente la mitad de las estatuas descubiertas a lo largo de los senderos están intactas, e incluso las rotas tienen fragmentos cerca. Esto sugiere que los moái se agrietaron mientras estaban tumbados, y no que se cayeron durante su traslado, dijo Cauwe.

En su opinión, los estrechos surcos causados por la erosión del agua de lluvia indican que las estatuas permanecieron erguidas a lo largo de los senderos durante un período prolongado, posiblemente décadas o incluso más de un siglo. También observó que el estilo de los moáis de los caminos se parecía más a las estatuas encontradas en las laderas del volcán que a las erigidas en plataformas ceremoniales.

“Basándonos en estas características, parece que el hecho de que haya moáis yaciendo a lo largo de los antiguos caminos no tiene nada que ver con el transporte”, dijo Cauwe.

Un diamante defectuoso

La percepción popular de Rapa Nui fue moldeada por el éxito de ventas de Jared Diamond de 2005, Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, que proponía un relato de desastre ecológico autoinfligido. Diamond, ahora profesor emérito de geografía en la Universidad de California en Los Ángeles, afirmaba que una creciente rivalidad entre los isleños les llevó a construir moáis cada vez más enormes, lo que requirió una tala extensiva de los bosques de palmeras de la isla, antaño abundantes, para obtener equipos de transporte como trineos, rodillos y cuerdas.

Según el relato de Diamond, la deforestación generalizada resultante provocó la erosión del suelo y la hambruna. Esta crisis medioambiental y alimentaria condujo finalmente a un colapso social completo, marcado por la guerra y el canibalismo, incluso antes de la llegada de los neerlandeses en 1722. Esta teoría presenta a los rapanui como la fábula de una cultura que consumió sus propios recursos hasta la extinción.

La Isla de Pascua está a 3700 km de la costa chilena en el Océano Pacífico

Después de la publicación del libro, las dudas sobre el ecocidio de Rapa Nui se extendieron entre los investigadores, quienes expresaron sus preocupaciones en conferencias y numerosos artículos científicos. Jan Boersema, científico medioambiental de la Universidad de Leiden, en los Países Bajos, recordó que las preocupaciones culminaron en un consenso. “Científicamente, la teoría del colapso estaba muerta en 2015”, dijo.

En un artículo de 2007, Lipo y Hunt cuestionaron la versión de Diamond sobre la historia de la isla de Pascua, y sugirieron que en lugar de eso la sociedad rapanui era funcional y próspera cuando llegaron los neerlandeses. Señalaron la falta de pruebas arqueológicas de una guerra generalizada, como fortificaciones o signos de violencia entre los restos óseos, habituales en otras islas polinesias. Las herramientas de obsidiana encontradas eran coherentes con el uso agrícola. “Los objetos más mortíferos hallados en Rapa Nui, y sin duda utilizados por los rapanui contra los europeos, son grandes rocas lanzadas a la cabeza”, dijo Lipo.

Los investigadores, incluidos Lipo y Hunt, utilizaron posteriormente datos de imágenes satelitales para cartografiar los huertos rocosos de Rapa Nui, un innovador sistema de cultivo de camotes y otras cosechas que permitía a sus habitantes gestionar de forma sostenible un entorno limitado. Con base en la menor escala de estos huertos en comparación con las hipótesis anteriores, los investigadores calcularon la capacidad máxima de población de la isla en unas 3000 a 4000 personas. Esta cifra coincide con los tamaños de población registrados por los primeros visitantes europeos, lo que refuta las teorías de un ecocidio masivo.

El Océano Pacífico, de fondo

Lipo y Hunt atribuyeron el posterior declive de la población —que se redujo a solo 111 individuos en 1877— a factores externos introducidos por los europeos. Estos factores incluían epidemias de enfermedades como la tuberculosis, la disentería y la lepra; los efectos del comercio de esclavos y el robo de tierras, todo lo cual apunta a una sociedad por lo demás resistente que se vio superada por fuerzas externas.

“Su trabajo es enormemente significativo”, dijo Ethan Cochrane, antropólogo de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, al referirse al cuarto de siglo de investigación de Lipo, Hunt y sus colegas. “Ha puesto al descubierto la parábola pública de la isla de Pascua y le ha dado la vuelta para demostrar que el pueblo de Rapa Nui era ingenioso e inventivo, y convirtió durante siglos uno de los lugares más inhóspitos de la Tierra en un lugar habitable y creó algunos de los monumentos más reconocibles del mundo”.

Boersema fue más comedido. Si los datos eran correctos, presentaban pruebas contundentes de que los moáis se movían en posición vertical, dijo, aunque añadió que “no descarta el uso de otros métodos, como trineos sobre rodillos, sobre todo para maniobrar en terrenos escarpados”.

No está grabado en piedra

Jo Anne Van Tilburg, arqueóloga de la Universidad de California en Los Ángeles, comenzó su trabajo de campo en Rapa Nui en 1982. Dirige el Proyecto de Estatuas de la Isla de Pascua, que tiene previsto publicar un atlas académico de 600 páginas el próximo mes de marzo. Este exhaustivo estudio pretende relacionar la fertilidad del suelo, la agricultura, la explotación de canteras y el carácter sagrado de los moáis.

Van Tilburg es partidaria de la teoría del transporte horizontal, que sostiene que los moáis se trasladaban tumbados, boca arriba o boca abajo. Propone que los rapanui eran ingenieros creativos que utilizaban un único armazón de madera en forma de V como trineo, que trasladaban con rodillos de troncos desde la cantera de Rano Raraku, y como mecanismo de palanca para alzar las estatuas en posición vertical en sus destinos finales.

En un experimento realizado en 1998, que demostró que este método era factible, el equipo de Van Tilburg trasladó con éxito un moái de 10 toneladas y cuatro metros de altura —una mezcla de hormigón vertido en un molde de fibra de vidrio— utilizando a unas 50 personas sobre un terreno relativamente llano y cuesta arriba en una pendiente. A continuación, un equipo más pequeño utilizó palancas para elevar la estatua sobre una réplica de plataforma. Al principio, el equipo probó con rodillos de eucalipto, pero se atascaron; entonces modificaron la técnica para atar los rodillos al trineo y deslizar todo el aparejo sobre raíles de eucalipto. Esta técnica se basaba en la tecnología establecida de las escaleras de canoa polinesias. Respecto a la teoría de los moáis caminantes, Van Tilburg dijo: “Que algo pudiera hacerse no significa que se hiciera”.

No descartó una alternativa marítima, y citó las 17 rampas de canoa documentadas que podrían haberse empleado para cargar estatuas en balsas para ser transportadas por la costa. Dados los pros y los contras de todas las teorías, sugirió que era probable que los rapanui utilizaran el método que les resultara más práctico en aquel momento.

“Intentar encapsular en una sola teoría el abanico del comportamiento humano y las complejidades de la historia de una rica cultura insular dentro de un entorno insular marginal no suele ser una buena idea”, dijo Van Tilburg.

Por Franz Lidz

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