El otoño transforma el paisaje con una paleta de colores intensa que va desde los dorados y naranjas hasta los rojos profundos.
En áreas urbanas, donde los espacios verdes cumplen un rol esencial en la calidad de vida, diseñar jardines que se destaquen en otoño permite prolongar el atractivo del paisaje y generar un ambiente armónico y funcional.
Pero, ¿cómo lograrlo? El secreto de un jardín otoñal exitoso está en la elección de plantas que ofrezcan una transformación cromática interesante.
Las especies adecuadas
Entre los árboles que invitan a un otoño fotográfico, no puede faltar liquidámbar (Liquidambar styraciflua) que es uno de los más impactantes por sus tonos que van del amarillo al rojo intenso.
Otras opciones son los ginkgos (Ginkgo biloba), con su característico follaje dorado, y los arces (Acer buergerianum y Acer palmatum), ideales para jardines residenciales.
Algunos arbustos que suman encanto al paisaje otoñal son los berberis (Berberis thunbergii) y los euónimos (Euonymus alatus) que ofrecen una gama de tonos rojizos y anaranjados. También, el cotoneaster (Cotoneaster horizontalis) aporta interés visual con su follaje otoñal y frutos decorativos.
Las gramíneas ornamentales, como el pennisetum (Pennisetum alopecuroides) o la miscanthus (Miscanthus sinensis), generan movimiento y textura, mientras que las aster (Aster spp.) y los crisantemos (Chrysanthemum spp.) agregan color en macizos y borduras.
El secreto de las capas
Un jardín otoñal bien diseñado no solo debe aprovechar la intensidad cromática de la estación, sino también generar profundidad y armonía.
Y en ese sentido, la disposición de las plantas en diferentes niveles es clave para lograr un efecto visual dinámico y envolvente, asegurando una transición fluida entre cada uno de ellos.
Los árboles caducifolios son los protagonistas del nivel alto de las capas, ya que su cambio de color en otoño define la atmósfera del jardín y genera un dosel que enmarca el espacio.
El porte alto de los árboles caducifolios aporta estructura y, al mismo tiempo, crea un espectáculo visual con la caída de sus hojas
En el nivel medio, los arbustos y las gramíneas ornamentales cumplen un papel esencial en la transición entre los árboles y las plantas de menor altura. Aquí, las gramíneas aportan ligereza y movimiento con sus espigas doradas que capturan la luz del sol en los días otoñales.
En la base del diseño, los cubresuelos y herbáceas florales refuerzan la riqueza visual del jardín, aportando color y contraste con las hojas caídas.
Estos elementos bajos no solo embellecen, sino que también contribuyen a la biodiversidad, atrayendo polinizadores que siguen activos en esta época del año.
Además de la disposición en capas, la combinación de texturas contrastantes potencia la belleza del jardín otoñal
El follaje delicado y etéreo de las gramíneas genera un interesante contraste con las hojas anchas y lobuladas de los arces, mientras que los arbustos con bayas o frutos aportan pequeños puntos de color que enriquecen la composición.
Esta diversidad no solo es estética, sino que también brinda refugio y alimento a la fauna urbana, convirtiendo el jardín en un ecosistema funcional durante toda la estación.
Aliados del diseño
Para realzar la belleza del jardín en otoño, es fundamental incorporar materiales y elementos que armonicen con la paleta cromática de la estación y resalten sus tonalidades cálidas.
Los caminos de piedra o madera se integran naturalmente con el entorno, creando recorridos que invitan a la contemplación del follaje caído, mientras que los bancos y mobiliario en tonos neutros o terrosos refuerzan la sensación de calidez y se funden con los colores otoñales.
Un elemento especialmente atractivo es el uso de espejos de agua o fuentes, que no solo reflejan los matices del paisaje, sino que también aportan una sensación de serenidad y movimiento al espacio.
El contraste entre estos elementos estructurales y la transformación del follaje genera una atmósfera cálida y envolvente, haciendo del jardín un refugio perfecto para disfrutar de la transición estacional.
Mantenimiento y sustentabilidad
El otoño no solo es una estación de cambios visuales, sino también un momento ideal para implementar prácticas de jardinería sustentable que favorezcan la salud del suelo y reduzcan el impacto ambiental.
Aprovechar las hojas caídas para mulching es una estrategia efectiva para retener la humedad y mejorar la estructura del suelo, evitando la erosión y protegiendo las raíces de las plantas.
Además, el compostaje de restos vegetales permite reciclar nutrientes y enriquecer el sustrato de manera natural, promoviendo un crecimiento saludable en la próxima temporada.
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Por otro lado, con la llegada de temperaturas más frescas y una menor evaporación, el riego eficiente se vuelve clave: es recomendable reducir la frecuencia de riego y aprovechar el rocío matinal para mantener la hidratación del jardín sin desperdiciar agua.
Implementar estas prácticas no solo optimiza el mantenimiento del jardín en otoño, sino que también contribuye a la sostenibilidad del entorno, fomentando un equilibrio natural que beneficiará el espacio verde durante todo el año.