Cómo se gestó el final de la turbulenta era Musk en el gobierno de Trump

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El multimillonario Elon Musk dejará su cargo en el gobierno de Estados Unidos tras haber liderado una turbulenta campaña de eficiencia desde el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés). Durante su paso por la administración Trump, el máximo ejecutivo de Tesla y SpaceX agitó múltiples agencias federales y prometió recortes masivos de gastos. Sin embargo, no logró los ahorros que había anticipado.

Su salida, rápida y sin ceremonias, fue confirmada el miércoles por la noche por un funcionario de la Casa Blanca. Musk también lo oficializó en su red social X, donde agradeció al presidente Donald Trump por la oportunidad y aseguró que “el equipo de @DOGE se fortalecerá con el tiempo hasta convertirse en un modo de vida en todo el gobierno”.

El anuncio de la partida se produjo apenas un día después de que Musk criticara el nuevo paquete de impuestos impulsado por Trump, al que calificó de demasiado costoso y contrario al espíritu de su trabajo en el DOGE. Esas declaraciones enfurecieron a altos funcionarios de la Casa Blanca, como el subjefe de gabinete Stephen Miller, y llevaron a la administración a realizar llamadas urgentes a senadores republicanos para reafirmar el apoyo presidencial al proyecto.

Aunque Musk sigue siendo cercano a Trump, su prestigio en la administración ha venido cayendo de forma progresiva. Al inicio del mandato, era una figura dominante en la órbita presidencial: hipervisible, desinhibido y dispuesto a desafiar las normas. En la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) de febrero, subió al escenario con una motosierra roja y exclamó: “Es la motosierra de la burocracia”. Según él, el DOGE podía recortar hasta dos billones de dólares del gasto federal. Hasta ahora, el departamento estima que ha logrado ahorrar 175.000 millones, aunque esa cifra no pudo ser verificada de forma independiente.

Elon Musk, a la izquierda, recibe una sierra eléctrica del presidente de Argentina, Javier Milei, a su llegada a la Conferencia de Acción Política Conservadora, CPAC, en el Gaylord National Resort & Convention Center, en Oxon Hill, Maryland, el jueves 20 de febrero de 2025. (AP Foto/Jose Luis Magana)

Musk no ocultó su desprecio por la burocracia federal y llegó a predecir que el fin del teletrabajo pospandemia provocaría “una ola de ceses voluntarios que acogemos con satisfacción”. Pero algunos miembros del gabinete comenzaron a resistirse a sus tácticas. Con el respaldo de Trump, que a principios de marzo recordó que las decisiones de personal dependían de los secretarios de departamento y no de Musk, varios ministros se sintieron más cómodos desafiando sus propuestas.

El multimillonario se enfrentó a tres figuras clave del gabinete: Marco Rubio (Estado), Sean Duffy (Transporte) y Scott Bessent (Tesoro). Incluso insultó públicamente al asesor comercial Peter Navarro, a quien llamó “imbécil” y “más tonto que un saco de ladrillos”. Navarro respondió: “Me han llamado cosas peores”.

Mientras aumentaban las tensiones internas, Musk comenzó a insinuar su salida. “La situación de la burocracia federal es mucho peor de lo que pensaba”, dijo esta semana al Washington Post. “Desde luego es una batalla cuesta arriba intentar mejorar las cosas en Washington”.

En paralelo, Musk criticó la principal ley de política interna de Trump por aumentar el déficit, y se quejó ante funcionarios del gobierno por un contrato otorgado a OpenAI —empresa que cofundó— para construir un centro de datos en Abu Dhabi. Buscó incluir a su propia compañía, xAI, en el acuerdo, sin éxito. Según The Wall Street Journal, Musk planteó sus objeciones directamente al asesor presidencial David Sacks.

El director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, salta al escenario al unirse al entonces candidato presidencial republicano Donald Trump durante un acto de campaña en el lugar del primer intento de asesinato en su contra, en Butler, Pensilvania, el 5 de octubre de 2024.

Durante el reciente viaje de Trump a Medio Oriente, Musk fue una figura secundaria. Mientras los grandes donantes republicanos compartían una cena de gala con el emir de Qatar, él esperó su turno para estrechar la mano del presidente. En público, Trump apenas lo mencionó, y los líderes del Golfo parecían más interesados en dialogar con Steve Witkoff, el enviado especial estadounidense para la región.

El contraste con los primeros meses del gobierno es notorio. En ese período, Musk parecía tener línea directa con Trump y promovía medidas disruptivas, como exigir a empleados federales un correo semanal con sus cinco logros principales bajo amenaza de despido —una exigencia eliminada esta semana para el personal civil del Pentágono—. Pero su influencia comenzó a erosionarse tras quejas de ministros y legisladores, y la publicación en The New York Times de que recibiría un informe clasificado sobre China desató el enojo del presidente, según fuentes cercanas a la Casa Blanca.

El desencanto de Musk también responde, según allegados, a su frustración con los aranceles de Trump y a la derrota de un candidato judicial en Wisconsin al que apoyó con 25 millones de dólares. Aunque prometió donar 100 millones a la maquinaria política del presidente, el dinero aún no llegó, según múltiples fuentes.

Elon Musk muestra una remera con la palabra

“Probablemente dediqué demasiado tiempo a la política”, admitió esta semana en una entrevista con Ars Technica. “Fue simplemente un tema de asignación de tiempo que probablemente estuvo demasiado inclinado hacia el gobierno. Eso lo he reducido considerablemente en las últimas semanas”.

En declaraciones a CBS News, dijo estar “decepcionado” con la ley de política interna y afirmó: “Francamente, me decepcionó ver un proyecto de ley de gasto masivo que aumenta el déficit en lugar de reducirlo, y socava el trabajo del equipo DOGE”. Consultado sobre estas críticas, Trump evitó responder directamente. Defendió el paquete fiscal, aunque reconoció que no le gustaban todos sus aspectos.

Por su parte, Stephen Miller escribió en redes sociales que la ley reducirá el déficit, pese a que diversos análisis independientes lo contradicen, y remarcó que los recortes impulsados por Musk no estaban relacionados con la nueva legislación.

El presidente Donald Trump escucha mientras Elon Musk habla en el Despacho Oval de la Casa Blanca, el 11 de febrero de 2025, en Washington.

En medio del reacomodamiento, algunos de sus colaboradores siguen en funciones. Steve Davis, un leal ejecutivo de sus empresas, permanece en la Administración de Servicios Generales. Antonio Gracias, inversor cercano, pasó de liderar DOGE en la Seguridad Social a revisar bases de datos federales en busca de votos ilegales emitidos por extranjeros.

Musk, por su parte, prometió reducir su tiempo dedicado al gobierno a “uno o dos días por semana”. “De nuevo trabajando 24/7”, escribió el sábado en X. “Debo enfocarme al máximo en X/xAI y Tesla”.

Esta semana, SpaceX lanzó una nueva prueba del cohete Starship, con el que Musk sueña llevar humanos a Marte. Aunque el despegue fue exitoso, el vehículo explotó en el aire tras perder el control. Aun así, Musk lo calificó como “una gran mejora” y compartió imágenes suyas en el centro de control con una camiseta que decía “Ocupar Marte”.

Tesla, por su parte, prevé lanzar el próximo mes en Austin un vehículo completamente autónomo. Musk lo considera clave para el futuro de la compañía, aunque la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA) mantiene abiertas varias investigaciones sobre accidentes vinculados a su tecnología de conducción asistida.

A pesar de su salida del gobierno, la influencia de Musk en Washington persiste a través de sus contratos con el Estado —como los de Starlink y SpaceX— y por el despliegue de personal del DOGE en distintas agencias. Sin embargo, su papel político futuro está en duda. Aunque se esperaba que repitiera su rol como gran donante en las legislativas de 2026 y de cara a 2028, esa posibilidad se volvió incierta.

“Si en el futuro veo una razón para hacer aportes políticos, lo haré”, dijo Musk la semana pasada en el Foro Económico de Qatar. “Por ahora, no la veo”.

Con información de Reuters, The New York Times y The Washington Post

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