Cómo Texas se está convirtiendo en un nuevo hub tecnológico (y qué le falta para igualar a Silicon Valley)

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Si hay que pensar en un lugar donde reside y habita la tecnología, probablemente a muchas personas se les venga a la cabeza el nombre de Silicon Valley. La llegada de internet, las redes sociales, los autos autónomos, la inteligencia artificial: esa pequeña ciudad en el estado de California lo ha visto todo. El ecosistema tecnológico del Bay Area es uno de los más importantes del mundo, pero poco a poco su monopolio comienza a descentralizarse, y aparece un jugador clave en este nuevo panorama: Texas.

Pablo Sosa, un emprendedor argentino radicado en Austin y presidente del capítulo local de la Cámara de Comercio Argentina–Texas, habló con LA NACION y contó que este cambio comenzó a gestarse a partir de la pandemia. Durante el COVID-19, California impuso un confinamiento estricto y el costo de vida se disparó. En ese contexto, el trabajo remoto ganó protagonismo y la gente empezó a darse cuenta de que ya no era necesario estar físicamente en Silicon Valley para trabajar en tecnología.

A esto se sumó el hecho de que Texas venía diseñando desde hacía años un esquema impositivo atractivo para atraer a empresas y trabajadores. “Se empezaron a definir estrategias para captar compañías específicamente de California”, señaló Sosa. El resultado es que quienes están fiscalmente radicados en Texas solo deben pagar impuestos federales, sin cargas estatales ni otros gravámenes sobre los servicios, como IVA o ingresos brutos.

Quienes están fiscalmente radicados en Texas solo deben pagar impuestos federales, sin cargas estatales ni otros gravámenes sobre los servicios, como IVA o ingresos brutos

De hecho, antes incluso de la pandemia, empresas como Apple, IBM, AMD o Tesla ya se habían instalado en el estado. “Estos dos incentivos crearon una ola de movimiento”, explicó Sosa, quien se mudó de Los Ángeles a Austin —una ciudad tech emergente— en 2021. Aunque muchos jóvenes contemplaron instalarse en grandes ciudades como Dallas o Houston, Austin logró atraerlos con una combinación singular de energía boutique y espíritu “hippie”, sumados a la ambición e innovación del ecosistema tecnológico.

Los desarrollos que se concentran en Texas están ligados a la tecnología, pero también al sector militar: el Departamento de Defensa impulsó allí la construcción de armamento. Según Sosa, en los últimos años lo tech y lo militar encontraron un punto de convergencia dentro del estado. Otra industria en plena expansión es la de los chips, insumo estrella de la era de la inteligencia artificial. “Las compañías que hacen hardware están contratando a niveles abismales”, detalló.

Una pregunta clave es si Texas busca mantener un estado sin regulaciones en materia de inteligencia artificial, algo que el gobernador de California, Gavin Newsom, promueve a diario sin éxito concreto. Por ahora, sin embargo, esto no inclina la balanza: no hay legislación federal que regule la IA. De hecho, el proyecto de ley que impulsa Donald Trump busca impedir cualquier intento de regulación durante los próximos diez años. “Es la primera vez en la historia en que los políticos no saben cómo regular una tecnología. No saben hacia dónde ir”, planteó Sosa.

Ahora bien, ¿alcanza esto para competir con Silicon Valley? Para Sosa, es difícil imaginar un panorama tech donde el Bay Area quede desplazado, y la razón es clara: el ecosistema sigue estando allí. Texas, por ahora, no logra igualar la cantidad de startups, eventos, fondos ni flujo de ideas. “El fenómeno de Austin es más una señal de que la innovación empieza a federalizarse y de que se está formando un polo de segunda categoría donde también pasan cosas interesantes”, señaló.

En esa línea, Santiago Scully, un argentino que vive en Silicon Valley desde hace más de diez años y trabaja en tecnología, comentó a LA NACION que el gran diferencial de San Francisco es el talento, nutrido por universidades como Stanford o Berkeley y por gente que llega desde todo el mundo. “Cuando queremos buscar gente muy talentosa técnicamente, nos cuesta encontrarla fuera de Silicon Valley”, afirmó.

Además, destacó que el acceso a fondos de inversión está concentrado en esa área, al igual que un fuerte reconocimiento de marca y una cultura del riesgo muy arraigada. “Nada de eso fue superado”, aseguró. Según datos de Crunchbase, el año pasado las startups de San Francisco recaudaron US$90.000 millones en inversiones, lo que representa un 57% del total global para ese tipo de empresas durante 2024, que fue de US$178.000 millones.

Para Scully, solo habrá un verdadero competidor de Silicon Valley cuando los nuevos hubs tecnológicos dejen de definirse en relación con él. “El día que empecemos a hablar de un lugar como una cuna tecnológica por derecho propio, estaremos ante una situación realmente distinta”, explicó. Aunque aclaró que no cree que eso ocurra en el corto plazo.

Texas representa una oportunidad para quienes buscan radicarse en Estados Unidos desde otros países

Lo que lo mantiene cauto frente al entusiasmo que despierta Austin es la ausencia de ciertos elementos clave que hacen única a San Francisco y que resultan difíciles de replicar. “El auge de estos polos tiene más que ver con beneficios impositivos e incentivos gubernamentales que con un ecosistema genuino de innovación”, planteó. “Lo que realmente genera valor es el intercambio constante de ideas, y en eso el Bay Area sigue siendo dominante”, reflexionó.

Aun así, Texas representa una oportunidad para quienes buscan radicarse en Estados Unidos desde otros países. Sosa explicó que si hoy tuviera que dar una recomendación, sugeriría el estado republicano sin lugar a dudas. Su justificación: menos trabas burocráticas y mayor facilidad para acomodarse, hacer contactos e ingresar al ecosistema estadounidense, ya que la ciudad y su población son más manejables.

En paralelo, reconoce que el panorama emprendedor argentino se fortalece, especialmente con el nuevo Gobierno. “Se abrió la puerta en Argentina. Hay una oportunidad enorme”, dijo. “Pero no creo que hoy el argentino deba irse sí o sí a Estados Unidos para triunfar”, aclaró. La diferencia, explicó, es que en EE.UU. se pueden proyectar planes a mediano y largo plazo, mientras que en la Argentina todo sigue siendo más coyuntural. “Hay cuestiones estructurales que todavía no están resueltas”, concluyó.

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