Matías Duville acaba de salir de surfear, como hace siempre que hay olas en la ciudad donde nació y a la que volvió a vivir hace unos años, Mar del Plata. Todavía está procesando el llamado que recibió hace unas horas de Cancillería, anunciando que él será el representante de la Argentina en la 61° edición de la Bienal de Venecia, que sucederá del 9 de mayo al 22 de noviembre de 2026. “Es algo muy buscado por mí. Hace rato que aplicaba y no quedaba. Todavía que no caigo”, dice a La Nación.
Monitor Yin Yang, el proyecto presentado, será el dibujo más grande que haya hecho hasta ahora, y abarcará todo el piso del Pabellón Argentino, unos 40 metros de largo. Mucho mayor que el que realizó en la Bienal de Sídney en 2022, en su muy internacional carrera. Insumirá unas 40 toneladas de sal y de carbón, los materiales con los que dibujará un paisaje. Los visitantes podrán transitarlo y el sonido de sus pisadas será una parte importante de su obra. “Es un dibujo en carbón sobre un manto de sal, a gran escala, topográfico”, señala. Por ahora es un boceto, porque la obra recién tomará cuerpo cuando llegue el cargamento en góndola por los canales de Venecia, para que pueda hacerlo realidad. “El equipo de trabajo será muy marplatense”, cuenta Duville.

Respecto de la polémica por el abandono del apoyo estatal para la producción de la obra, Duville está tranquilo porque cuenta con su galerista, Nahuel Ortiz Vidal, director de Barro, y de un grupo de coleccionistas que prometió colaborar. “Estamos con Matías para el financiamiento de punta a punta”, confirmó Ortíz Vidal. “Cuando tenés un proyecto, hacés todo lo posible por llevarlo a cabo. Si es en una plataforma como Venecia, que es la bienal más importante que hay en el planeta, entonces, haces todo lo posible. ¿Por qué perderme esta oportunidad, si hay privados que van a financiarlo? Finalmente, es un proyecto de alta generosidad, porque estás utilizando ese dinero en un hecho que es efímero. Me enfoco en el proyecto y en dar lo mejor de mí“, piensa Duville.
“Este dibujo tiene un poco que ver con el primer encuentro con los grandes paisajes de mi infancia, que eran los descampados de la Patagonia, a donde iba mucho por un trabajo que tenía mi papá. Ese primer encuentro con lugares como el bosque petrificado, donde la naturaleza se ve al desnudo, con todo lo que eso significa. El dibujo arranca por ahí. Mis obras, finalmente, no es que están seteadas en un lugar en específico, porque después uno puede encontrar distintos climas y especies conviviendo, o vestigios de lo que pudo haber sido una civilización, que en comparación con lo natural es insignificante. Este trabajo en específico tiene una mirada desde esos lugares recónditos del sur», cuenta el artista.

Duville terminó de pensar el proyecto durante un viaje a Indonesia. Puso el punto final desde la Isla de Java. Pero su mirada estaba en sus paisajes más entrañables, el océano Atlántico y la Patagonia. La elección de los materiales tiene que ver con eso, el mar y el bosque: “Quería usar dos materiales que, de alguna manera, son vestigios de procesos naturales. Y son recursos. Me conectaban con dos polos, por eso la obra se llama Monitor Yin-Yang. La sal me conecta con esta idea del agua, de la cristalización de antiguos mares y lagunas y el agua. Y el carbón me conecta más con el territorio, un sustrato de antiguos bosques”. Sobre varias toneladas de sal había dispuesto anzuelos gigantes en una obra que integró la muestra Lo que la noche le cuenta al día, que se vio en el Pabellón de Arte Contemporáneo de Milán, en Fundación Proa y luego, en el Museo MAR. En otras instalaciones trabajó con carbón.
El sonido de las pisadas sobre la sal y el carbón será una capa significativa, ampliada. “Es una propuesta en clave menor, para bajar y conectarse con lo primordial. Trabajar materiales naturales, que conectan con una pulsión muy terrestre y corporal. Tiene cierta complejidad, pero también mucha simpleza”, detalla Duville. En claves menores es la propuesta curatorial de Koyo Kouoh, que falleció luego de dejar sentadas las bases de la próxima edición de la Bienal.

“Hubo récord de presentaciones, con 69 proyectos, todos muy buenos, pero lo elegimos a Duville por lo inédita de su propuesta. Nunca realizó algo así y es algo que se distingue dentro de su trayectoria. Además, nos pareció de gran calidad. Tiene un componente experimental y de movimiento muy interesante”, señaló Adriana Rosenberg, presidenta de Fundación Proa y miembro del jurado, junto con Amalia Amoedo, presidenta de la Fundación Ama Amoedo; Sergio Baur, presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes; Andrés Duprat, director del Museo Nacional de Bellas Artes; Tulio Andreussi Guzmán, presidente del Fondo Nacional de las Artes; Rodrigo Moura, director artístico del MALBA; y Eugenia Usellini, presidenta de la Fundación del Museo Castagnino. La curaduría estará a cargo de curaduría de Josefina Barcia.
“Hubo muy buenas presentaciones de importantes artistas, pero finalmente seleccionamos el proyecto de Matías Duville, que es muy original, de gran impacto e inteligentemente adecuado a las características espaciales del Pabellón, que no es sencillo, tanto por su escala monumental como por su particular materialidad”, comentó Duprat. “El proyecto constituye de alguna manera una versión recorrible de sus célebres paisajes de gran formato, incorporando como novedad la vivencia inmersiva del visitante, que al desplazarse los interviene y transforma”, agrega.
“El récord de participación en las propuestas demuestra la vitalidad y el compromiso de nuestros artistas con los grandes espacios internacionales”, señaló Leonardo Cifelli, Secretario de Cultura de la Nación. El comunicado con el que fue anunciada la noticia detalla que la Cancillería pagará las expensas anuales del Pabellón argentino, cubrirá los gastos de limpieza, la guardia de sala y la contratación del seguro durante el desarrollo de la Bienal y otorgará dos pasajes aéreos para la comitiva. De la Secretaría de Cultura y la Agencia de Inversiones habrá que esperar aún menos: “asistencia técnica, administrativa y de gestión” y promoción. Las bases del concurso, ya decían que la obra elegida debía ser inédita en su idea, concepto, proyecto y ejecución, su contenido debía relacionarse con el lema curatorial de la Bienal y ser viable financieramente. Duville logró todos esos ítems.
