“Emprender no es para todo el mundo. Es un camino incierto, lleno de ansiedad y estrés. Hay que decirlo: no es fácil y no hay que romantizarlo”, declara Florencia y rompe el mito del idealismo emprendedor. Además, brinda sus miradas sobre las posibilidades de desarrollo del norte argentino y del rol clave de la logística.
¿Cómo fue tu primer gran desafío como líder?
Siempre digo que ser líder no es fácil y no es para todo el mundo. No sé si eso de que “se nace o se hace” aplica siempre. A mí me tocó liderar un proyecto que no era mío, sumarme a un barco que ya venía en marcha. Fue como integrarse a una familia emprendedora: hay que entender sus valores, su historia, su dinámica. Al equipo también le costó entender mis convicciones en ese que fue mi primer desafío real en términos de liderazgo.
¿Cómo influyó tu identidad en ese proceso?
Yo soy catamarqueña. Y entender qué clase de líder quería ser en mi realidad, con mi historia, fue clave. En la escuela te bajan el discurso del liderazgo femenino, pero en la calle la realidad es otra. Nos toca desarrollar energía masculina muchas veces. Además, quería tener voz, cruzar esa frontera. Y ahí fue donde aparecieron las redes sociales. Ser influencer fue, en mi caso, un vehículo para contar historias, transmitir valores y crear comunidad. Hoy somos más de 500.000 personas conectadas.
¿Qué otros desafíos identificás en tu camino emprendedor?
Mantener un proyecto es tan difícil como iniciarlo. Yo vengo de una familia con padres sin estudios universitarios, que no sabían idiomas, y sin embargo emprendieron. Me crié viendo su esfuerzo. Hoy lidero empresas que tienen más años que yo y eso también me enseñó que emprender no es para todo el mundo. Es un camino incierto, lleno de ansiedad y estrés. Hay que decirlo: no es fácil. Y no hay que romantizarlo.
¿Y qué pasa cuando las cosas no salen como esperabas?
Hay proyectos que simplemente no funcionan. He vuelto muchas veces frustrada a casa sabiendo que algo no va a salir y hay que aprender a dejarlo ir, entender cuándo ya está. Cuándo un proyecto tiene que girar. Cuándo es momento de cerrar una etapa. Eso también es parte del liderazgo.
¿Cuál es tu motor para seguir, aún sabiendo que podés tener problemas?
La adrenalina. Me aburren las zonas de confort. Me gusta salir a contagiar energía. Pero sé que hay un costo: muchas veces no hay capital, equipo, mercado. Y todo puede fallar al mismo tiempo. Aun así, me impulsa la necesidad de transformación. De revolución. De mezclar lo tradicional con lo que viene, aunque todavía no sepamos bien qué es.
¿Cómo influyó tu recorrido entre Catamarca, Buenos Aires y el mundo?
Siempre digo que Dios atiende en Buenos Aires. Es una gran plataforma para salir o entrar al país, pero es una ciudad dura. Para los que venimos del interior, es cara, distante, y muchas veces sentimos que nadie te ve. Aun así, hay que usarla estratégicamente. El problema es que muchas comunidades siguen totalmente desconectadas. Todavía tengo lugares a tres horas de mi casa sin internet ni servicios básicos y eso me enciende. Me da ganas de hacer algo. De proponer soluciones.
¿Cómo ves el vínculo entre logística y oportunidades para el interior?
La logística es clave para los emprendedores del interior. Hoy sacar un producto al mercado puede costar más que su propio valor. Y hablo del artesano, del que está en la puna catamarqueña o salteña. Tenemos productos valiosos, pero no siempre tenemos cómo comunicarlos ni cómo trasladarlos. En muchos casos, la logística sigue pensada desde una oficina en microcentro, pero la realidad es otra. Acá hay distancias, geografías y desafíos completamente distintos.
¿Y la tecnología? ¿Qué lugar ocupa en tu mirada emprendedora?
No soy experta en tecnología, pero fui aprendiendo. Antes era un tema de nerds, de unos pocos. Hoy atraviesa todo. Incluso en industrias donde todavía usamos trincheta y boligoma, podemos tener robots. Hay que amigarse con la tecnología y no tenerle miedo. Incorporarla, invertir y capacitar nos puede ayudar a posicionarnos internacionalmente, pero también a dar el salto a nivel local. Hay que salir a contagiar a quienes aún están en la informalidad. Hay herramientas y hay opciones.
¿Pensás hasta dónde querés llegar?
No sé si hay un “hasta dónde”. Se me siguen abriendo puertas y soy muy curiosa. Hoy entiendo que no puedo hacer todo sola. Y eso es importante decirlo. Antes quería desarrollar todos mis proyectos. Hoy me doy cuenta de que tal vez puedo acompañarlos, ser el vehículo. Sobre todo desde el interior hacia el mundo y ojalá me vaya bien en eso.
¿Qué temas creés que dominan la agenda del norte argentino hoy?
Hoy se habla mucho de salud mental, clima, sustentabilidad, energía, minería. En el norte, el cobre y el litio son clave. No hablo ni a favor ni en contra de la minería, pero es una oportunidad que puede transformar nuestras provincias. Para eso, creo que la actividad debe involucrarse con las comunidades, contratar local, desarrollar estructuras. Es una industria que puede dejar un impacto positivo, pero para eso hay que educar. Muchos chicos no saben qué es el litio y hay que trabajar en eso.
¿Qué mensaje te gustaría dejar en relación a eso?
El litio y el cobre son minerales fundamentales para la transición energética. El impulso del mundo hacia la transición energética y la necesidad de la disminución de la huella de carbono hace indispensables estos minerales. Se trata de pensar juntos un plan de acción. De involucrar al Estado, a las empresas, a las comunidades. Hay cámaras locales que ya se están organizando. Pero hay que prepararse para lo que viene. Estos proyectos tienen permisos de hasta 100 años. ¿Estamos listos? ¿Nos estamos capacitando? Cuando viajás, leés y te formás, te das cuenta que las oportunidades están ahí, a la vuelta de la esquina.