Hace años, Mariana se junta con sus amigas a tomar algo viernes de por medio, aunque, a veces, resulta ser un viernes en todo el mes. El ritual empezó cuando terminaron el secundario, allá por el 90. Por aquel entonces, de hecho, hubo tiempos donde lograban verse mucho más seguido, en esos after office de los jueves y alguna que otra salida de sábado: “Cuando terminás el colegio te juntás todo el tiempo con tus amigos”, asegura Mariana. “Después llegan las responsabilidades que lo complican todo”.
Antes de que alguna se casara, antes de que llegaran los trabajos agotadores y los hijos, hubo una reunión de amigas que Mariana jamás olvidará, una noche de vino tinto, picada y tartas de verduras “para hacernos las sanas”. Ese día, entre risas habituales, confeccionaron la lista, un pedazo de papel con una serie de nombres de `amores imposibles´.
“Me acuerdo y me río”, dice Mariana. “Incluía de todo, desde celebridades, pasando por tal o cual tipo que conocimos hace años al otro lado del mundo, el chico que todavía no había terminado el secundario (y por ser demasiado chico no debíamos mirar) y hombres, en general amigos o conocidos, que estaban de novios, y más adelante, casados”.
El amor imposible de Mariana
La lista flotó en las conversaciones de las amigas durante varios años, a veces la sacaban para adicionar algún nombre o, siempre en tono de broma, debatían si algún amor se había vuelto más accesible o, todo lo contrario, cada vez más imposible. El sueño de casarse con River Phoenix, por ejemplo, caducó prontísimo, pero cruzarse y enamorar a Johnny Depp todavía era un sueño que podía materializarse.
Pero después estaba el `lado oscuro´ de la lista, más que nada esos nombres de amigos con compromisos que todavía frecuentaban en reuniones. Mariana, en particular, tenía un nombre, un amigo de la otra división del secundario, que con apenas 23 años ya se había casado.
“Siguió la tradición familiar de casarse joven. Qué se yo, a muchos les pasa que a los veintitrés ya se sienten re adultos, en especial antes. En el 95, por ahí, ya se decía que eras demasiado joven si te casabas antes de los 25. Él se había puesto de novio en el secundario, pero éramos re amigos. Y a mí, en secreto, me encantaba. Solía soñar con él, muchos eran sueños de viajes, recuerdo uno muy nítido, donde mirábamos una playa amplia desde una casita frente al mar. Jamás le conté acerca de eso, claro”.
Una lista en el olvido y una esquina para recordar
Con los años la lista quedó casi en el olvido, salvo por alguna que otra conversación suelta. Algunas amistades también se diluyeron. Del grupo original de nueve amigas inseparables, quedaron cinco inamovibles. La vida.
Mariana se casó, se divorció y tuvo dos hijos. El hombre de sus sueños desapareció de las reuniones multitudinarias de amigos del secundario, que en realidad, también habían dejado de existir. Ella se enteró que en algún momento se había ido a vivir a Italia, para apostar a un nuevo comienzo. Era padre de tres chicos, y hasta entonces había trabajado en una multinacional, con su título de ingeniería industrial, tal como lo había planificado desde la adolescencia.
El día en que lo vio en una esquina del barrio La Lucila -Buenos Aires- su corazón se detuvo. No había pensado demasiado en él, pero cuando lo divisó parado esperando un cambio de semáforo, una sensación extraña recorrió su cuerpo: “Creo que traía a mi corazón adormecido por años. Igual, en ese instante, solo lo tomé como una reacción lógica de quien ve, después de tanto tiempo, a un viejo amor imposible, con una vida hecha”.
Mariana se acercó con ciertas dudas, de pronto la vergüenza se apoderó de ella. ¿Cómo se vería? En definitiva, habían conquistado los 50 años. Él, que no había registrado su presencia hasta que estuvo a unos pasos, acortó el tramo que los separaba y la abrazó con fuerza. Mariana creyó que se desmayaría.
Tomaron un café en un lugar típico de la zona y, cuando las dos tazas estuvieron delante de ellos, él lanzó: `Sabés Mariana, el día de mi boda dudé en casarme, ¿te acordás que éramos muy amigos? Tenía como novia a la chica que todos querían tener, ¿cómo dejarla pasar? pero vos me gustabas mucho”.
Mariana, que no podía salir de su asombro, le preguntó si era feliz. Él le contestó que Italia no había funcionado, que había seguido los mandatos y no el amor, y que se había divorciado.
“Podría decir que ningún sueño o amor es imposible, pero…”
En diciembre de 2023, décadas después de que la lista fuera confeccionada, Mariana y su amor imposible fueron juntos a una amplia playa en el sur argentino. Alquilaron una casita frente al mar. Ella no sabe si sus sueños eran una premonición o si ahora, que el amor ya no es una ilusión, provocó que ese viaje se realizara para que la realidad se equipare a sus fantasías.
“Podría decir que mi historia de amor me mostró que ningún sueño ni amor es imposible, pero no sé si creo en eso. No sé si es causalidad, casualidad, azar o destino. Para mí fue una fantasía hecha realidad, para mí es tocar el cielo con las manos”, observa Mariana, quien prefiere preservar la identidad de su pareja para no sensibilizar a sus familias.
“Creo que a veces los planetas se alinean, la serendipia hace su magia, y que a su tiempo, lo que debe ocurrir, sucede”, concluye.
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